No hay Covid-19 que por bien no venga; salvadoreño despedido de un bar se reinventa como artista
Los Ángeles — La sala de su apartamento se convirtió en un taller de arte después de perder el empleo en el bar de un restaurante; y mientras ese negocio sigue cerrado debido a la pandemia, Luis Díaz está forjando una carrera en la que quiere quedarse el resto de su vida con una habilidad que tenía en el anonimato.
Al observar las obras, hechas en canvas y óleo, nadie imaginará que este inmigrante salvadoreño lleva cinco meses pintando, cuando tomó cuchara, espátula y pincel en mano para darle forma a una pieza, poco después de quedarse desempleado a consecuencia de la emergencia por el coronavirus.
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“Al principio fue terapia”, reconoció Díaz, confesando que las dos primeras semanas al decretarse la orden de quedarse en casa en marzo, entró en un estado depresivo; sin embargo, al comenzar a pintar le sirvió de catarsis para superar su crisis y emergió el artista que estaba en la penumbra.
“Después me doy cuenta de que puedo hacer un cuadro diario, me doy cuenta de que tengo un don”, aseguró el pintor que radica en el vecindario de Boyle Heights, en Los Ángeles. “A mi la pandemia me hizo reinventarme en un don que yo tenía y que no había explotado”, añadió.
Díaz luce inspirado. En su boca se dibuja una sonrisa de oreja a oreja y su rostro irradia una chispa al mostrar sus obras de diferentes tamaños, colocadas en paredes, mesas, cajas y piso de su apartamento que no ha podido pagar por la falta de un ingreso fijo.
“La última pintura que vendí me dieron $450”, aseguró sobre la obra que le compró el viernes anterior un empresario, detallando que está viendo videos en YouTube sobre los famosos artistas Salvador Dalí, Vincent van Goh y José Royo, entre otros, para aprender sus técnicas e historia detrá de cada pintor.
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Lo que sucede con Díaz es que a sus 55 años ha encontrado la horma de su zapato. En el 2014, al llegar con visa de turista al sur de California, tenía en mente seguir ejerciendo su profesión de arquitecto como lo hizo en su tierra natal, al graduarse de la Universidad de El Salvador (UES) en 1999.
En todo caso, por lo menos quería ser dibujante arquitectónico, algo que realiza desde 1990, pero la realidad fue otra.
“Mi sueño era que yo estaba ahí de paso”, dice sobre el trabajo de limpieza que comenzó desarrollando en un restaurante. En vez de tener regletas, escuadras, compases y marcadores para hacer una maqueta, se vio con un trapeador y una escoba en su mano para generarse un salario.
“Me mandaron a hacer limpieza y lavar los baños”, indicó sobre el primer día de trabajo, que hizo con responsabilidad y con el paso de los días lo enviaron al bar, un oficio que le generaba unos $2 mil al mes.
En el 2015, revalidó su título de arquitecto. No obstante, al indagar en una universidad local, le dijeron que para seguir un postgrado debe aprobar el examen TOEFL, para medir su dominio del idioma inglés. Ese aprendizaje y búsqueda de superación se suspendió para cuidar a su hijo menor, que llegó en el 2016.
El sacrificio valió la pena, reconoció, porque el jueves pasado dejó a su hijo, de 18 años, en la Universidad de California en Berkeley, en donde estudiará con una beca completa.
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No obstante, ante la deuda con los propietarios del apartamento en donde vive, que debe desde abril, no pudo moverse con su hijo para San Francisco, como era la idea inicial antes de la pandemia.
“Él me tiene a mí y yo lo tengo a él, nada más”, admitió.
“Existe la esperanza de que me voy a ir para allá y vamos a seguir juntos”, aseguró.
La expectativa de reunirse con su hijo, sostiene, está afincada en el rumbo que está tomando su carrera artística, al ver el interés de la gente en las obras que está creando. Desde abril, cuando empezó por una razón terapeútica, ha pintado en superficies como cortinas, piedras, conchas, madera y huevos.
A pesar de su incipiente enfoque en pintar obras de arte, en diferentes facetas de su vida desarrolló pericia para el dibujo por iniciativa propia.
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Cuando estaba en séptimo grado, a los 14 años, cuenta que quiso demostrarle a la familia de su padre que él era valioso, después haber sido menospreciado. Eso lo llevó a sobresalir en el deporte, los estudios y aprendió a dibujar. Agarraba témperas y pinceles desarrollando trazos sobre discos y papel.
“Nunca le di importancia, porque nunca creí que podía llegar a vivir de la pintura y el arte”, admitió.
En el 2019, hizo un cuadro que mostró a sus amigos. Era el primero que creaba como una obra de arte. “¿Por qué no has vivido de esto?”, asegura que le increparon una amiga colombiana y un pintor que encontró en un parque, luego de mostrarles una foto de su pintura que tenía en su celular.
Fue apenas en diciembre pasado cuando se convenció de que si le dedicaba tiempo al arte podía vivir de su talento.
“Este es un don que Dios te ha dado”, le dijo el pintor que vio lo que hacía.
Así fue como tomó sus herramientas y trazó colores en unas 20 pinturas que hizo antes de la pandemia. Sin embargo, al verse sin empleo ha multiplicado su producción y desde abril ha acumulado unas 40 piezas. De las 60 obras realizadas al menos 10 llevan su creatividad completa.
“Pintor es todo aquel que agarra una foto y la reproduce, pero artista es el que crea sus ideas”, aseguró.
“Quiero pasar de pintor a artista y tener una técnica definida que me identifique; en esa búsqueda estoy últimamente pintando”, agregó.
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En lo que va de agosto cuenta que le han comprado dos de sus pinturas, en total a la fecha ha vendido 8, que en su conjunto le han generado alrededor de $1.500. Sin embargo, lo mejor es que ahora está decidido a seguir en el campo del arte y aunque abran el bar no piensa regresar a esa labor.
“Tengo tres obras que me han pedido”, dijo sobre las pinturas en las que trabajará, mostrando un lienzo de canvas enorme en el que plasmará sus trazos.
Al darse cuenta de que otros artistas se mueven en Instagram, Díaz también abrió en junio su propia cuenta, en la que exhibe sus obras para que el público las vea y se las compren.
“Ahora estoy sembrando, me da estabilidad emocional”, aseguró.
Tomar un lienzo y pintura en sus manos, dice el artista, es algo fascinante. En abril, cuando estaba en depresión le sirvió para reencontrarse con él mismo. En cambio, ahora prefiere no pintar si siente triste o frustrado, porque considera que su estado de ánimo influye en la creatividad que plasma en sus obras.
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A estas alturas, a juicio de Díaz, no hay pandemia que por bien no venga.
“La pandemia ahora me hace soñar en grande para el futuro, porque anhelo primeramente tener un día una exposición, una galería de mis obras”, valoró.
“A corto plazo sueño tener mi café arte, donde puedas tomarte un café, escuchar música jazz y ver mis obras de arte”, concluyó Díaz, a quien se encuentra en Instagram en la cuenta @Rick_sala, en donde se ven sus trazos ingeniosos que ha elaborado en un 66% durante la pandemia de coronavirus.
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