Inmigrantes guatemaltecos crearon con $80 una fábrica de mascarillas en medio de la pandemia
Los Ángeles — La pandemia hizo tocar fondo a Yolanda Escobar y Luis Villagrán. Se quedaron sin trabajo y estaban encerrados en casa debido a la pandemia; pero cuando el capital que les quedaba eran únicamente 80 dólares, surgió la idea de crear sus propias mascarillas sin imaginar que sería un próspero negocio.
“Me di a conocer en esta industria y ahora muchos quieren ser parte de esta cadena”, confesó Villagrán sobre los resultados de una idea que les costó desvelos y sufrimiento, después de ver cómo sus finanzas se evaporaban y no tenían una fuente de ingreso para proveer alimento a sus tres hijos.
Esta pareja es originaria de Quetzaltenango, Guatemala. Los últimos tres años los dos trabajaron para Lyft, una oportunidad que aprovecharon por la flexibilidad de horario, ya que les permitía cuidar y atender sus hijos de 13, 11 y 7 años, aunque lo que tenían en mente era establecer un negocio propio.
En la medida que el reembolso de los impuestos se agotó, analizaron que debían hacer algo. “Solamente teníamos 80 dólares”, aseguró Villagrán, pero su esposa no estaba de acuerdo a que regresara a manejar por las calles. “Cuando estás apretado de plata, salen las grandes ideas”, agregó.
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En el pasado, él había hecho diseños para camisetas y ahora se le ocurrió que podía vender mascarillas. Su idea era comprarlas hechas y él se encargaría de colocarle su propio arte.
Sin embargo, después de gastar $40, es decir la mitad de su único capital, en una orden que hicieron a una compañía local, ésta se atrasó en el envío y le dijeron que tardarían tres semanas en llegar.
“Se estaban cerrando todas las puertas”, dijo el joven de 38 años, quien ha laborado unos 15 años en joyerías y cuenta con estudios de contabilidad.
Escobar entró en escena y se propuso hacerlas ella misma. Lo primero que hizo fue armarse de su mascarilla, guantes y lentes transparentes. Se fue a los callejones a buscar la tela apropiada. Después de visitar cinco lugares, encontró el tejido adecuado para estampar los diseños de Villagrán.
“Yo puedo diseñar, pero no puedo coser”, decía el oriundo de Colomba Costa Cuca.
“Tenme paciencia, yo lo voy a sacar”, replicaba su esposa.
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Se pasó muchas horas haciendo pruebas, practicamente destrozó 5 yardas de tela y no dormía para dar con el producto que querían vender.
“Yo no me levanto si no está hecha”, decía Escobar sentada frente a su máquina de coser.
“Si esto nos va a dar dinero, como me voy a ir a dormir”, era lo que pensaba.
Fue ahí por el 28 de mayo, cuando Villagrán se fue a la cama y Escobar se quedó cortando unos retazos, que luego pegaba al elástico de los cubrebocas.
Cerca de las 1 de la madrugada, después de tres días de desvelo, se puso a brincar ella sola. Había logrado hacer la mascarilla.
“Nunca nos imaginamos que con mascarillas íbamos a salir adelante”, confiesa Escobar, de 45 años, quien por 10 años laboró como empleada y administradora de un negocio de limpieza.
Ahora, ella es la que realiza el control de calidad del producto, coloca las piezas en bolsas y las lleva al correo. En cambio, su esposo ve el diseño, el mercadeo y la contabilidad del negocio.
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Villagrán es de la idea de que si uno se va a morir, va a ser de pie, no acostado y asustado.
“En esta pandemia, el miedo, la incertidumbre y la inseguridad te hace sentir que el tiempo está pasando, pero se puede hacer dinero”, aseguró.
En la actualidad, cada semana compran de 400 a 500 yardas de tela. En el mes de julio, elaboraron 15 mil mascarillas. En agosto, la producción se duplicará. En promedio, en este momento están confeccionando 1.000 cubrebocas diariamente, las cuales se venden en internet a $8.99 cada una.
A juicio de este emprendedor, los clientes están comprando su producto por la alta calidad. Cada mascarilla lleva doble tela y algunos consumidores le dicen que el costo es barato para lo que ofrece. Asimismo, están cuidando la atención al cliente y han hecho una gran inversión en el mercadeo.
“Las primeras compras vinieron de Puerto Rico, Florida, Texas, Utah, Idaho y Wyoming”, aseguró Villagrán.
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Desde que lanzaron el producto, a principios de junio, apostaron por el mercado en línea en eBay y Etsy, y para promocionarse utiliza anuncios en Facebook. En el inicio, las mascarillas se vendían vacías, pero en julio comenzaron a colocarle diseño de banderas de los estados y países, entre otros.
En este momento, la que más se vende es la que lleva el logo de la Fuerza Armada de Estados Unidos, le siguen los cubrebocas con las banderas de Puerto Rico, Filipinas y El Salvador.
“Hacemos cualquier diseño que nos pidan”, aseguró.
Los pedidos no paran de llegar, pero de igual forma estos empresarios siguen invirtiendo en el mercadeo, para que el negocio siempre tenga movimiento.
Desde que empezaron, en Etsy las ventas han llegado a $55 mil, asimismo cuenta que solo en julio ha pagado $8 mil en publicidad en Facebook y en Etsy, la cual va dirigida al mercado anglosajón.
“El marketing mío está con los gringos, ellos me dicen que está muy barato el precio de la mascarilla”, reveló el co-fundador de la empresa 502 Graphics Studios & Apparel, cuya sede la tienen en el Koreatown, en Los Ángeles.
Al principio, eran tres personas en este negocio. Es decir, ellos dos y una costurera. En este momento, le dan empleo a unas 10 personas, entre costureras y diseñadores, la mayoría de ellos trabaja desde sus casas.
Es cuestión de marketing; mis diseños no son únicos, pero el marketing es el que ha funcionado
— Luis Villagrán, propietario de 502 Graphics
En el corto plazo, necesitarán más trabajadores porque han hecho tres nuevos contratos y ahora también confeccionarán almohadas, bolsas y playeras de sublimación.
“Los sábados nos vamos a las 2 de la tarde, los otros días a las 10 de la noche estamos aquí trabajando”, dijo Escobar, al mostrar los cubrebocas en su taller, un local de 300 pies cuadrados que rentaron desde julio, pero que con el trabajo que van recibiendo, el espacio se está quedando pequeño.
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En medio del crecimiento, estos empresarios no se olvidan de los negocios latinos locales y a fin de que ellos puedan generar ingresos con la reventa, se los ofrecen a un precio económico, diferente al que tienen en internet.
“Nos estamos ayudando en cadena”, sostiene Villagrán.
Cada tarde, su esposa se encarga de llevar los productos al correo, los cuales son empacados por cuatro personas. Entre las costureras también está su mamá y su hijo mayor, Brandon, le ayuda en la impresión de los diseños.
Al tratar de interpretar la clave del éxito de su empresa, Villagrán explica que las oportunidades le llegaron al verse acorrolado por la crisis actual. Sin embargo, cuenta que siempre le ha gustado leer libros de conferencistas como Carlos Márquez y Carlos Muñoz, quienes hablan de superación y negocios.
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Pero a su juicio, las clases de Marketing y Photoshop que tomó en el colegio comunitario han sido fundamentales en esta aventura empresarial. A la fecha, él sigue estudiando y ya lleva cursado un año de la licenciatura en Contabilidad en la Universidad Estatal de California en Northridge (CSUN).
“Es cuestión de marketing; mis diseños no son únicos, pero el marketing es el que ha funcionado”, concluyó Villagrán, dejando en evidencia que su interés a corto plazo es compartir con la comunidad su experiencia para que salgan adelante en sus negocios.
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