Informe: El tráfico de residuos plásticos crece, y los únicos que se benefician son los grupos criminales
Un informe revela el comercio ilícito que envía residuos de plástico de los países ricos a los pobres. Los desechos de California representaron casi un tercio de las exportaciones de Estados Unidos.
A los estadounidenses les gusta pensar que reciclan sus recipientes plásticos de comida para llevar, cubiertos y bolsas de comestibles endebles cuando los arrojan a esos contenedores verdes o azules. Pero, con demasiada frecuencia, esos desechos se envían al extranjero, a veces con la ayuda de grupos del crimen organizado, donde ensucian las ciudades, obstruyen las vías fluviales o son quemados, llenando el aire de sustancias químicas tóxicas.
Un informe publicado el lunes por el grupo suizo de investigación independiente Global Initiative Against Transnational Organized Crime, cuyos miembros incluyen funcionarios policiales actuales y anteriores, arroja nueva luz sobre cómo este desperdicio termina en los países más pobres que habían acordado no aceptarlo.
Sobre la base de una investigación anterior de Interpol, el nuevo informe mapea la red de corredores, intermediarios, empresas de reciclaje legítimas y grupos del crimen organizado que mueven millones de toneladas de plástico desechado desde Estados Unidos, Europa y Australia a países del sudeste asiático y África.
Virginia Comolli, la autora principal del informe, señala que el aspecto ilícito del comercio ya es un problema importante, y va en aumento. “Dadas las tendencias existentes en términos de nuestra adicción al plástico, y mirando las proyecciones futuras de que es probable que incremente, es posible que también veamos un alza en estas actividades delictivas”, agregó la especialista.
Según el informe, los datos del gobierno federal sugieren que California es especialmente culpable. Los residuos de plástico generados en el estado representó casi un tercio de todas las exportaciones estadounidenses a países en desarrollo este año y es la principal fuente de exportaciones de plástico prohibidas a Malasia.
Según Jan Dell, ingeniera química y fundadora del grupo ambientalista con sede en California The Last Beach Cleanup, parte de lo que está impulsando esta avalancha de plástico exportado es que el estado tiene muy pocas plantas de reciclaje para su tamaño. También alberga el puerto de Los Ángeles, el principal punto de entrada a EE.UU de mercancías procedentes de Asia. Una vez que esos contenedores de envío se vacían, se pueden volver a llenar con desechos de plástico de los californianos y enviados de regreso a través del Océano Pacífico a un costo relativamente bajo.
El informe se basa en entrevistas con autoridades policiales de todo el mundo, reguladores de residuos y expertos de la industria. Establece las tácticas que utilizan los exportadores a fin de eludir los esfuerzos internacionales para frenar los envíos de chatarra plástica de los países más ricos a los más pobres, como esconderse detrás de múltiples empresas fantasmas y rutas de envío complejas que dificultan que los países receptores devuelvan los desechos.
En 2017, China anunció que ya no serviría como el “vertedero de basura del mundo” y dejó de aceptar envíos de chatarra de plástico. Dos años después, más de 180 países -sin incluir a EE.UU, que se negó a firmar el acuerdo- se comprometieron a combatir la contaminación plástica mediante la promulgación de nuevas medidas de control. Coincidieron en que los países ricos ya no podían exportar desechos plásticos peligrosos a las naciones en desarrollo. La Unión Europea fue un paso más allá y adoptó reglas más estrictas, que solo permiten la exportación de desechos plásticos limpios y aptos para el reciclaje a países más pobres.
Pero toneladas de desechos plásticos de baja calidad y difíciles de reciclar siguen llegando a las naciones en desarrollo, en parte, según descubrió Comolli, porque los exportadores de desechos eluden las regulaciones.
El informe encontró que las empresas de reciclaje legítimas y los corredores de residuos se han involucrado en fraudes, ocultando envíos de productos plásticos prohibidos entre otros bienes, arrojándolos ilegalmente y pagando sobornos para pasar a los inspectores. Los exportadores también han etiquetado incorrectamente su carga, de modo que la chatarra plástica parezca estar en conformidad con los acuerdos internacionales, disfrazándola ante los funcionarios de aduanas.
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Muchas de las compañías que presuntamente cometieron delitos no son mencionadas en el informe, a menudo porque no fueron acusadas formalmente de nada. Pero un ejemplo que se da de las tendencias en el envío de residuos es el de Biffa Waste Services, una de las compañías de residuos más grandes de Gran Bretaña. La empresa fue multada con 350.000 libras en 2019, el equivalente a más de $470.000 en la actualidad, por enviar desechos residenciales contaminados a China que había etiquetado como papel apto para reciclaje.
Incluso las rutas de envío que se utilizan para mover los desechos plásticos por todo el mundo a menudo están diseñadas para incorporar múltiples paradas en diferentes países, de modo que cuando un envío ilegal llega a su destino final, no está claro de dónde proviene. Esto dificulta que los reguladores de Indonesia, Malasia y Filipinas, países que están haciendo un esfuerzo por regresar la chatarra de plástico prohibida, los devuelvan a sus orígenes.
“Esto no es más que la dinámica tradicional del gato y el ratón, bien conocida por la policía y los funcionarios de aduanas en todo el mundo: a medida que la aplicación de la ley se intensifica, los delincuentes buscan nuevas formas y lugares para llevar a cabo sus actividades”, remarca el informe. “En el caso de los flujos de residuos ilícitos, es probable que esto se traduzca en una mayor proliferación de rutas hacia lugares con menor capacidad de aplicación”.
Los países asiáticos siguen siendo el principal destino de la chatarra plástica ilícita. Pero el informe encontró que Turquía y algunos países de Europa del Este, como Polonia y Bulgaria, también están experimentando una afluencia.
Las autoridades policiales rumanas han reconocido que los grupos del crimen organizado están involucrados en el comercio de plásticos prohibidos, pero también lo están negocios aparentemente legítimos. El informe cita el relato de un especialista de la industria de las grandes empresas cementeras políticamente conectadas en Rumania que están utilizando empresas fantasmas para importar residuos plásticos prohibidos.
Turquía se convirtió en un punto clave en el comercio de desechos plásticos prohibidos de los países europeos, según el informe, debido a su entorno regulatorio permisivo, su interés financiero en generar ingresos a partir de la recepción de desechos extranjeros y la presencia de grupos criminales.
Una vez que los desechos llegan a su destino, Comolli descubrió que los investigadores de la contaminación a menudo no tienen el conocimiento técnico o los recursos para rastrearlos hasta su origen o eliminar las capas de empresas fantasmas para revelar quién está tratando de llevar los desechos a sus países. Los reguladores de algunos países pudieron formar alianzas para compartir información, pero esto todavía es relativamente poco común.
Aunque Estados Unidos es uno de los principales productores de desechos plásticos, los reguladores de este país no están liderando el camino en esa área. Debido a que EE.UU no ratificó el acuerdo de 2019 sobre el envío de desechos plásticos de baja calidad, las empresas estadounidenses continúan enviando desechos a países como Malasia e Indonesia, a pesar de que ahora es ilegal que esas naciones lo acepten.
L.A. bombea sus aguas subterráneas locales, pero otras fuentes de agua son importantes para reponer el suministro.
Sin una votación del Congreso para firmar el acuerdo internacional, el gobierno federal tiene opciones limitadas para detener estas exportaciones.
Los factores económicos que impulsan este comercio no son nuevos. Durante mucho tiempo ha sido más barato para las ciudades y pueblos de EE.UU y Europa pagar a los exportadores para que envíen sus desechos plásticos a otro sitio, en lugar de trasladarlos a un vertedero o una instalación de reciclaje. Y una vez que los han vendido a un corredor, a menudo no saben dónde terminan.
Las políticas de California sobre la eliminación de desechos no colaboran, agregó Dell. Una ley estatal de 2011 destinada a reducir la dependencia del estado de los rellenos sanitarios estableció el objetivo de que las ciudades y los condados reciclen el 75% de sus desechos para 2020. Pero no les prohíbe exportarlos, afirmó.
Los funcionarios estatales “no hicieron los cálculos y preguntaron: ‘¿Hay alguna manera de reciclar este material?’ Simplemente le dijeron a las ciudades: ‘Vayan a averiguarlo’”, comentó Dell.
Los legisladores y defensores del medio ambiente en California pidieron a la administración Biden que ratifique el Convenio de Basilea, el acuerdo internacional que rige los envíos de desechos plásticos. Pero hasta que eso suceda, la responsabilidad de no enviar esta chatarra a los países más pobres depende de los compromisos voluntarios de las ciudades y las empresas de reciclaje.
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