En estos días, y a más de medio siglo de su separación, los Beatles parecen estar más vivos que nunca, o al menos, más vivos de lo que estaban en los últimos años. Ya sé que Paul McCartney y Ringo Starr son los únicos integrantes del cuarteto que siguen físicamente entre nosotros, por supuesto; me refiero a algo distinto.
La responsabilidad mayor en esta saludable supervivencia artística y espiritual -porque eso es más o menos lo que es- tiene que encontrarse en la impresionante y extremadamente popular serie documental de Peter Jackson (se llama “The Beatles: Get Back”, y sigue disponible en Disney+); pero el hecho de que McCartney esté ahora mismo de gira, y de que la mayor parte de su repertorio concuerde con el de los grandes de Liverpool, no puede ser desestimado.
Starr también anda por ahí, por supuesto, y no está ni por asomo retirado: el próximo 27 de mayo inicia un tour norteamericano que lo traerá el 16 de octubre al Greek Theatre de Los Ángeles -justo antes de los dos conciertos que ofrecerá en el Auditorio Nacional de México-, y acaba de lanzar un nuevo EP, “Change the World”. Sin embargo, con todo lo legendario que sigue siendo, el carismático baterista no era precisamente uno de los compositores más prolíficos del grupo, y los conciertos que ofrece habitualmente están mayormente dedicados a la interpretación de los éxitos de los artistas populares -pero no necesariamente legendarios- que suelen integrarse a su banda en estas giras.
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McCartney ostenta, además, el privilegio de haber sido uno de los dos vocalistas principales de los Beatles, lo que es una ventaja insoslayable que se suma al hecho de ser un instrumentista múltiple que, tanto entonces como a lo largo de su extensa carrera como solista o integrante de The Wings (grupo activo entre 1971 y 1981), se ha encargado del bajo, la guitarra y el piano, lo que permite que las versiones que ofrece en vivo de piezas creadas por la inmortal agrupación se sientan mucho más fieles a las originales que las que podría ofrecer Starr.
El paso del tiempo ha ido incrementando la brecha, claro está. ‘Macca’ (como se le dice con cariño), el gran gestor de melodías imborrables, cumplirá 80 años en poco más de un mes, y la calidad de su voz se está viendo cada vez más afectada, lo que, en el caso del concierto completamente vendido que dio el viernes pasado el SoFi Stadium, se tradujo en la falta de contundencia de algunas de las canciones presentadas, aunque, curiosamente, esto sucedió sobre todo en los fragmentos más delicados, mientras que las entonaciones más agresivas sonaron casi siempre poderosas, con el respaldo de una técnica de garganta en la que no faltaban los falsetes.
Sea como sea, escucharlo mientras interpretaba con tanto profesionalismo como dedicación clásicos tan monumentales y emotivos como “Blackbird” -únicamente con su voz y una guitarra acústica que él mismo tocaba, y cuyos acordes son especialmente complicados, según los entendidos- o “Let it Be” -que comienza con él solo en el piano antes de darle paso a la banda completa- fue particularmente conmovedor, así como una circunstancia que cada uno de los 70 mil asistentes al show (entre adultos mayores y jóvenes que iban con sus padres o habían asistido por cuenta propia) no olvidará fácilmente. A fin de cuentas, se trataba de momentos históricos e impecablemente ejecutados.
Pero cualquier fan de los Beatles sabe que ellos no hicieron solamente baladas inspiradas con connotaciones espirituales, sino también piezas de pop rock animado, romántico y propositivo como “Can’t Buy Me Love”, “We Can Work It Out” y “Love Me Do”; canciones de rock intenso o psicodélico como “Being for the Benefit of Mr. Kite!”, “Get Back” y, por supuesto, “Helter Skelter”; y temas a medio camino entre las dos tendencias, como “Got to Get You Into My Life”, “She Came In Through The Bathroom Window” y “Carry That Weight”. Todo esto -y más- se escuchó a lo largo de un concierto de casi tres horas en el que 21 de los 36 cortes presentados correspondieron a la etapa con los ‘Fab Four’.
Reservaré un lugar especial en el baúl de los recuerdos para dos versiones muy especiales, provenientes del mismo modo de la cantera de los Beatles: “Something”, la sublime creación de George Harrison que, en su momento, le dio finalmente un lugar de respeto al desaparecido guitarrista en el área compositiva de la agrupación, y que el dueño de la velada recreó inicialmente con ukulele para sumar después a sus músicos; y “I’ve Got a Feeling”, que nos llegó a través de un espectacular dueto entre un Lennon virtual y un McCartney presencial, implementado tanto a nivel de audio como de imágenes por el ya citado Peter Jackson, quien sigue haciendo maravillas con el material de archivo rescatado y restaurado.
Ante tantos himnos esenciales, es fácil olvidar que Paul ha seguido componiendo y lanzando discos de manera estable; el más reciente, “McCartney III”, se lanzó en diciembre del 2020, y fue muy bien recibido por los críticos. Curiosamente, ninguna de sus piezas se incluyó en la faena del SoFi; lo más reciente de nuestro anfitrión como solista provino de su placa anterior, “Egypt Station” (2018), representada por “Come On to Me” (un rock sólido aunque intrascendente) y “Fuh You” (una especie de ‘house’ complaciente que no me agradó).
Hubo cosas mucho mejores de su labor post-Beatles, como los temas de Wings (“Letting Go”, “Nineteen Hundred and Eighty-Five”, “Band on the Run” y “Live and Let Die”, entre otros), puntuados frecuentemente por la sección de vientos; y, en lo que respecta a su labor individual, destacó también la encantadora -y muy jazzeada- “My Valentine”, acompañada por la proyección de un video en blanco y negro protagonizado por Natalie Portman y Johnny Depp que, pese a haberse empleado desde hace diez años, adquirió ahora un significado distinto debido a las circunstancias conocidas.
‘Macca’, que ofreció el show entero de pie y se mostró tan locuaz como siempre, dando extensos discursos en medio de las canciones, no dijo nada sobre el controvertido astro de Hollywood. Contó, en cambio, varias de esas anécdotas que fascinan a cualquier amante del rock clásico que se precie de serlo, entre las que se incluyó una relacionada a un Jimi Hendrix con una guitarra supuestamente desafinada y varias otras vinculadas a sus viejos compañeros de batalla.
En esta gira, titulada “Got Back”, el célebre artista está siendo acompañado por una banda de incuestionable nivel y destreza, conformada por varios de los músicos que lo han acompañado en los últimos años, como el eminente baterista mexicoamericano Abe Laboriel Jr. y los guitarristas Rusty Anderson y Brian Ray. La próxima parada es el 17 en Fort Worth, Texas.
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