¿Cuánta más humillación puede soportar Melania Trump?
Los Estados Unidos le piden mucho a sus parejas presidenciales. Justo o no, estas se convierten en modelos maritales nacionales. Realmente no nos importa si tienen habitaciones separadas, pero sí esperamos que demuestren un cierto respeto y afecto mutuo.
A todos nos gusta cuando parecen estar enamorados, como George y Laura Bush, o Barack y Michelle Obama. Incluso Bill y Hillary Clinton, a pesar de todos sus problemas, parecen disfrutar del intelecto y los logros del otro. También queremos que sean padres devotos.
Del matrimonio Trump no obtenemos buenas vibraciones.
El presidente, que exige adoración, sin dudas amaría que Melania lo mire como Nancy Reagan observaba a Ronnie. Pero Ronnie no engañó a Nancy con estrellas porno y playmates.
Lo que es angustiante para muchos estadounidenses es que Melania parece ser una pieza de utilería en el reality show de su marido. Durante la toma de mando, el año pasado, cuando el nuevo presidente se dio vuelta para decirle algo a su esposa, el rostro de ésta se iluminó por un segundo. Tan pronto como él se alejó, su máscara feliz desapareció. Meses después, ella rechazó la mano del mandatario mientras caminaban por la pista de aterrizaje en Israel.
“Estas personas están bajo constante escrutinio”, expuso la socióloga de la Universidad de Washington Pepper Schwartz, experta en relaciones y sexualidad. “¿Alguien ha visto alguna vez un gesto amoroso entre ellos?”.
Nuestra primera dama parece no estar pasando un buen momento. Solo en el último mes, en medio del caos diario que es la Casa Blanca con Trump al frente, los relatos mujeriegos del mandatario y sus técnicas para censurarlos se han convertido en una fuente de información diaria.
La estrella porno Stormy Daniels afirmó que le pagaron para guardar silencio sobre una aventura que, según ella, tuvo con Trump poco después de que Melania diera a luz a su hijo, Barron. Michael Cohen, abogado personal de Trump y autodenominado “chico de los arreglos” para el mandatario, anunció que le había pagado $130,000 dólares a la actriz, cuyo verdadero nombre es Stephanie Clifford, pero no detalló el motivo.
La semana pasada, The New Yorker informó que la exconejita de Playboy Karen McDougal mantuvo un diario de su aventura con Trump, que comenzó en 2006 y se prolongó por nueve meses, casi al mismo tiempo que veía a Clifford. McDougal reveló que National Enquirer, cuyo editor es amigo y protector de Trump, le pagó $150,000 por los derechos exclusivos de su relato, y luego nunca publicó el artículo (Trump ha negado ambos asuntos).
Melania ya había esquivado la confabulación en Davos, después de que se conociera la noticia del pago a Stormy Daniels. Luego siguió la conejita McDougal, y allí sobrevino más agresividad pasiva por parte de la esposa: el viernes, la oficina de Melania, citando un problema de agenda, anunció que conduciría sola a la Base Andrews de la Fuerza Aérea en lugar de acudir en helicóptero con su esposo desde la Casa Blanca.
Tal vez Melania pasó del helicóptero porque se está cansando de caminar por el césped de la Casa Blanca en sus tacones, pero también hubo una ausencia en una cena en Mar-a-Lago, que su marido organizó con Geraldo Rivera y sus hijastros, según al Washington Post.
Melania parece estar castigando a Donald, pero ¿por qué?
“No creo que alguna vez se haya imaginado que iba a serle fiel”, expuso Schwartz. “Este es un hombre que nunca ha dejado de presionar a las mujeres. La preponderancia de la evidencia, como dicen, es bastante convincente”.
El castigo, en ese caso, puede deberse a la implacable humillación.
Seguramente, Melania Trump sabía en lo que se metía al casarse con el hombre que se convertiría en nuestro 45° presidente.
Veinticuatro años mayor que ella, Donald Trump ya se había divorciado dos veces. Era un célebre adúltero, mujeriego y sexista, y un habitual invitado al programa de radio Howard Stern, donde proclamaba sobre los pechos de su entonces novia Melania, el atractivo de su propia hija y su creencia de que, cuando una mujer cumple 35 años, es “hora de retirarse”.
Melania defendió a su esposo después de que el infame video de “Access Hollywood” saliera a la luz, durante la campaña presidencial de 2016. La futura primera dama de los Estados Unidos desestimó la fanfarronada de su marido acerca de poder agarrar los genitales de las mujeres como “una charla de varones”, y consideró que su esposo había sido “incitado” por el presentador Billy Bush.
Luego, cuando más de una docena de mujeres declararon que Trump las había acosado o agredido sexualmente durante un período de cuatro décadas, la exmodelo las atacó. Sus historias, dijo, eran “mentiras”. “Todo esto fue organizado desde la oposición”, declaró a CNN Melania Trump, de 47 años. “¿Alguna vez revisaron los antecedentes de estas mujeres? No tienen ningún hecho”.
Bueno, ciertamente no se puede culpar a una esposa por apoyar a su marido. A menos que, por supuesto, ella sea demócrata, como Hillary Clinton. En ese caso, será vilipendiada por apoyarlo.
El año pasado, hubo mucha especulación sobre la durabilidad del matrimonio Trump, que se centró principalmente en los niveles de tolerancia de Melania. Los memes irónicos incluyen el famoso hashtag “#FreeMelania” (liberen a Melania).
Hace trece meses, en la primera Marcha de las Mujeres, hubo numerosos carteles hechos a mano que ridiculizaban la expresión de la primera dama, generalmente con rostro impávido, con leyendas como: “¡Melania, pestañea dos veces si necesitas ayuda!”. Eso fue mucho antes de que surgieran nuevos detalles sobre la estrella del porno y la playmate.
Una encuesta de Marist dada a conocer el Día de San Valentín (¡!) descubrió que el 43% de los estadounidenses cree que los Trump deben permanecer juntos; el 34% declaró que Melania debería irse y el 23% no estuvo seguro. No podemos imaginar qué se siente someter el matrimonio propio a votación popular.
En el transcurso del año pasado, la aprobación de Melania ha aumentado. Ella ahora es mucho más popular que su esposo. No es una gran sorpresa; la mayoría de las primeras damas son más queridas que sus compañeros. En el caso de Melania, el listón era bastante bajo dados los pobres índices de calificación de Trump, pero es algo bueno para ella.
El otoño pasado, durante una cena en la Casa Blanca, el mandatario reconoció la popularidad de su esposa y la llamó “la estrella de la familia Trump”, según informes de prensa. “La aman allá afuera, se los digo. Caminamos por todo Florida. Recorrimos todo Texas, todos aman a Melania”.
Como el mandatario tiene un historial de pisotear sus matrimonios, es bueno saber que al menos alguien actualmente ama a Melania.
Traducción: Valeria Agis
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