Alcanzan máximo histórico los índices de suicidio de adolescentes y adultos jóvenes en EE.UU
En 2017 el ritmo al que los jóvenes estadounidenses se quitaron la vida alcanzó una marca histórica, impulsada por un fuerte aumento en los suicidios de adolescentes mayores, según una nueva investigación.
Sólo en ese año, el suicidio cobró la vida de 5.016 hombres y 1.225 mujeres de entre 15 y 24 años de edad en Estados Unidos, informaron investigadores en el Journal of the American Medical Assn.
Aunque las normas para informar sobre quienes se quitan la vida han cambiado a lo largo de las décadas, los autores del estudio de JAMA dijeron que el índice de suicidio juvenil (14.6 por 100.000) parece ser el más alto desde que el gobierno comenzó a recopilar tales estadísticas en 1960.
En el caso de las niñas y las mujeres jóvenes, las tasas de suicidio han seguido en su mayoría una trayectoria ascendente constante desde el año 2000, duplicándose desde entonces hasta 2017.
La sombría escalada de la autodestrucción ha seguido un camino ligeramente diferente para los niños y los jóvenes. Su tasa de suicidios aumentó de manera modesta y constante durante poco más de una década a partir del año 2000. Luego aumentó bruscamente hace tres o cuatro años, según muestran los datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
Para 2017, los hombres jóvenes de entre 15 y 19 años se suicidaron a un ritmo de 17.9 por cada 100.000, frente a 13 por cada 100.000 en el año 2000. Desde 1980, cuando la epidemia del VIH/SIDA provocó una desesperación generalizada entre los jóvenes homosexuales de todo Estados Unidos, la tasa de suicidio de este grupo no ha sido tan alta (era de 18 por cada 100.000 ese año).
El aumento entre los adolescentes mayores elevó el índice general de suicidio entre los estadounidenses de 15 a 24 años a su nivel más alto desde 1960, señaló Oren Miron, de la Universidad de Harvard, autor principal de la nueva investigación.
Las tasas de suicidio han ido en escalada entre hombres y mujeres de todas las edades en Estados Unidos. En noviembre, los CDC reportaron que la probabilidad de que un estadounidense promedio muera por esta causa a cualquier edad aumentó 33% entre 1999 y 2017.
Miron y sus colegas sugieren una larga lista de factores que han contribuido al aumento de los suicidios juveniles, incluyendo altos índices de depresión y ansiedad, niveles sin precedentes de uso de los medios sociales y una mayor disposición de las familias y los funcionarios a reconocerlo como una causa de muerte.
Pero Miron, especialista en bioinformática, dijo que “hay muchas razones para sospechar” que la crisis de los opioides también ha jugado un papel.
Alimentando esa sospecha está el hecho de que los médicos forenses a menudo se encuentran desconcertados sobre muertes por envenenamiento en las que la intención de la persona no estaba clara. Pero Miron dijo que incluso cuando el suicidio de un joven se lleva a cabo con un arma de fuego o por asfixia, a menudo se enfrenta a la desesperación de una comunidad asolada por la epidemia de opioides.
“Cuando uno tiene esa desesperanza a su alrededor y esta aflige a la familia, definitivamente puede ser un factor”, dijo. “El riesgo de suicidio de los consumidores de heroína u opiáceos es realmente elevado”.
Los CDC han señalado que en 2017, los índices de suicidio en los condados rurales del país eran 80% más altos que en los condados metropolitanos grandes. La epidemia de la adicción a los opioides y la muerte, ha comenzado a afectar a las ciudades del país, primero se arraigó en las poblaciones agrestes, en su mayoría blancas.
En todo el país, las crecientes tasas de suicidio, las sobredosis mortales de drogas y las defunciones por abuso de alcohol han aumentado colectivamente la probabilidad de que un estadounidense medio fallezca a cualquier edad. En los últimos años, estas llamadas “muertes de la desesperación” también han reducido la esperanza media de vida de los estadounidenses.
Se cree que el suicidio es la segunda causa principal de muerte entre los estadounidenses de entre 10 y 34 años.
“No creo que sea exagerado decir que tenemos una crisis de salud mental entre los adolescentes de EE.UU”, señaló Jean Twenge, psicólogo de la Universidad Estatal de San Diego, cuya investigación se centra en las diferencias generacionales en el bienestar emocional.
Twenge señaló que, según muchas medidas, los adolescentes y adultos jóvenes se han vuelto personas más deprimidas durante la última década y han sufrido niveles más altos de angustia psicológica que sus predecesores. La investigación no ha logrado encontrar las causas de esa angustia, reconoció. Pero hay pruebas que sugieren que la relación única de esta generación con la tecnología digital es un factor clave, dijo.
Las tendencias del suicidio juvenil no se alinean bien con las explicaciones económicas o con los traumas públicos como los tiroteos en las escuelas o los ataques terroristas, comenta Twenge. Pero a medida que los teléfonos inteligentes y el uso de los medios sociales se han vuelto omnipresentes, ha habido un cambio fundamental en la forma en que los adolescentes pasan su tiempo libre. Las actividades que benefician la salud mental - incluyendo el sueño y la interacción cara a cara con la familia y los amigos - han disminuido a medida que los jóvenes estadounidenses han profundizado su afición a los medios digitales.
“No creo que sea una coincidencia”, dijo Twenge.
La psicóloga clínica Lisa Damour, que se especializa en el tratamiento de adolescentes y adultos jóvenes, dijo que las sombrías estadísticas no pueden separarse de las crecientes tasas de depresión y ansiedad entre los estadounidenses jóvenes.
Es un recordatorio, dijo, de que “la depresión es una condición tratable y necesita ser atendida”. Los padres, maestros y compañeros deben poner particular atención a la angustia de los adolescentes y adultos jóvenes que están socialmente aislados, que no duermen lo suficiente (a menudo porque sus vidas digitales interfieren) y que se encuentran estresados por los problemas del mundo, dijo.
Es importante recordar que la depresión es una afección crónica que, sobre todo en los adolescentes, suele estar marcada por episodios pasajeros de tristeza e irritabilidad, agregó Damour. Aunque los padres pueden detectar fácilmente los estados de ánimo volubles de un adolescente, nunca está de más indagar.
“Preguntar a los jóvenes si se sienten deprimidos o con intenciones suicidas no les hará sentirse de esa manera”, dijo. “No tengan miedo de preguntar”.
Los funcionarios de salud instan a las personas con pensamientos suicidas a que busquen ayuda poniéndose en contacto con la Línea de Vida Nacional para la Prevención del Suicidio (National Suicide Prevention Lifeline) al (800) 273-8255, o a que usen la Línea de Textos de Crisis (Crisis Text Line) enviando un mensaje de texto a “Home” al 741741 para obtener ayuda inmediata.
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