Muchos vuelven a las calles de Minneapolis para protestar por la muerte de George Floyd, desafiando el toque de queda
MINNEAPOLIS — Esta ciudad se ha convertido en el centro de la ira y la frustración de una nación a medida que la Guardia Nacional retumba por sus calles, los manifestantes amenazan con más agitación y muchos en todo Minnesota culpan a los funcionarios aquí por una respuesta fallida a la muerte de George Floyd que durante la última semana dejó el panorama en llamas.
La rabia que emana de Minneapolis se ha extendido a Los Ángeles, Nueva York, Filadelfia y a docenas de otras ciudades en un torrente de demandas, muchas hechas pacíficamente, algunas no, por justicia sobre la muerte de otro hombre negro a manos de la policía.
Agentes de seguridad y del Servicio Secreto trataban de contener a la multitud
Pero ese rencor es particularmente profundo aquí, donde los residentes se quejan de que las autoridades se retiraron durante demasiado tiempo mientras los saqueadores y los manifestantes se volvieron locos.
“Metieron la pata. En el momento en que el oficial de policía hizo eso, deberían haber llamado a la Guardia Nacional”, manifestó Glen Walton mientras asaba perros calientes para cientos de manifestantes cerca de la intersección donde Floyd, de 46 años, fue fatalmente inmovilizado el lunes. “Hemos estado en esta situación por largo tiempo”.
El oficial Derek Chauvin, de 44 años, fue despedido un día después de la muerte de Floyd, pero no fue acusado de asesinato hasta el viernes, horas después de que las multitudes invadieran su tercera estación de policía, prendiéndole fuego.
Los grandes almacenes fueron saqueados
El viernes por la noche, las multitudes más grandes recorrieron la ciudad, ignorando el toque de queda de las 8 p.m., provocando disturbios, saqueos y negocios incendiados mientras unos pocos oficiales de policía y tropas de la Guardia Nacional estaban observando.
Esos incidentes se extendieron por todo el país, atrayendo al presidente Trump, quien twitteó burlonamente que Minneapolis tuvo que endurecerse contra manifestantes, anarquistas y de activistas de derechos civiles que se quejaron de que la violencia y el vandalismo amenazaban con eclipsar la intención más amplia de la mayoría de los manifestantes de abogar por derechos civiles y vigilancia policial no racista.
Las tensiones entre la policía y los manifestantes se intensificaron en muchas ciudades el sábado, con policías antidisturbios disparando gases lacrimógenos y moviéndose más rápidamente para detener los disturbios.
Las manifestaciones se desarrollaron en una nación que ya se estaba recuperando del coronavirus, con un número de muertos que superó los 100.000 la semana pasada, y cifras de desempleo que no se han visto desde la Gran Depresión. Esas frustraciones, aunque separadas, coincidieron con la ira por las imágenes virales de un oficial de policía blanco arrodillado sobre el cuello de un hombre negro que jadeaba: “No puedo respirar”.
La solidaridad mexicana fue a su manera. A su vistosa y sonora manera
Esas imágenes tomaron esta ciudad y muchas otras con la guardia baja.
Las autoridades de Minneapolis “lo manejaron muy mal, lo cual es de esperarse”, manifestó el reverendo J.R. Logan del Apostolic Deliverance Temple, que estaba ayudando a Walton a asar perros calientes.
Logan dijo que se ha cansado de ver a la policía actuar impunemente a expensas de las minorías. Las protestas por la muerte de otros hombres negros, más recientemente Philando Castile y Jamar Clark, no dieron lugar a condenas.
“Nos sentamos y esperamos, y seguimos viendo lo mismo”, enfatizó Logan.
Pero él y otros en las calles de Minneapolis dijeron el sábado que estas protestas han sido más productivas, tal vez vale la pena el costo. Ha habido saqueos y daños a las empresas, algunas pertenecientes a minorías.
Pero también han atraído a una mezcla diversa de personas, incluidos muchos partidarios blancos de Black Lives Matter. Ha habido atención internacional. Pocos expresaron temor de que los arrestaran por romper el toque de queda el sábado, o de que el gobernador Tim Walz hubiera desplegado a la Guardia Nacional de todo el estado.
Walz y otros funcionarios, incluida la ex candidata presidencial, la senadora Amy Klobuchar, trataron de distinguir entre los manifestantes de derechos civiles enojados por la muerte de Floyd y los responsables de saquear y provocar incendios que se intensificaron durante la última semana y parecieron abrumar a una ciudad progresista que no estaba preparada para manejar esta crisis.
“Todo en lo que creemos están intentando destruirlo”, dijo Walz en una reunión informativa el sábado con los líderes locales, insistiendo en que la mayoría de los causantes de los disturbios eran de fuera de la ciudad.
El alcalde de St. Paul, Melvin Carter, dijo que los participantes estaban usando a los manifestantes “como escudos humanos”.
“Sólo en virtud de ser parte de una multitud en la que las personas que buscan destruir nuestras comunidades pueden esconderse, eso está ayudando a esta gente”, manifestó Carter.
El alcalde de Minneapolis, Jacob Frey, que ha sido blanco de las críticas de Trump desde que comenzaron las protestas, comparó a los funcionarios que instaron a los residentes a quedarse en su hogar en Londres durante el ‘Blitz’ (bombardeo) de los nazis.
“Al estar fuera esta noche definitivamente estás ayudando a aquellos que buscan causar disturbios en nuestra ciudad”, señaló.
Pero al menos 2.000 manifestantes no prestaron atención y rompieron el toque de queda de las 8 p.m. reuniéndose cerca del Quinto Recinto. Algunos llevaban carteles, otros cargaban bates de béisbol. Un joven blanco portaba una máscara de Guy Fawkes, a veces asociada con anarquistas.
Un hombre negro de mediana edad con una camiseta que decía “Vas a dejar de matarnos” se acercó al joven con la máscara de Guy Fawkes y a tres de sus amigos, castigándolos por fomentar el caos del que se culpa a los afroamericanos.
“La estación de policía está destruida. Deja de intentar quemarla”, dijo Larry Arman, de 46 años, de St. Paul.
El hombre más joven, que se negó a dar su nombre, reveló que era de Minneapolis, al igual que sus amigos, y que usaban gafas de esquí en previsión de enfrentamientos con la policía. Comentó que trajeron suministros médicos. A Arman no le importaba.
“Nada va a cambiar hasta que las personas comiencen a ser tocadas, no los edificios”, manifestó, y agregó que nadie estaba creando estragos en los suburbios. “Este es el único lugar donde parece el fin del mundo. Dejemos de hacer que se vea así”.
Poco después, a las 8:35 p.m., una línea de oficiales de la Patrulla Estatal de Minnesota marcharon hacia los manifestantes y periodistas reunidos cerca del Quinto Recinto. Los agentes le dijeron a la multitud: “Están en violación... por favor dispérsense”.
Los periodistas, incluidos un reportero y fotógrafo del Times, se identificaron como periodistas. Luego, la policía avanzó y disparó gases lacrimógenos y proyectiles a quemarropa contra la multitud, golpeando a un periodista del Times en la pierna.
El fotógrafo del Times tenía dificultades para respirar y no podía ver de inmediato. Otro periodista fue visto con la cara ensangrentada. Reporteros y manifestantes se abalanzaron sobre una pared de ladrillos para buscar refugio.
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El fiscal general de Minnesota, Keith Ellison, quien fue el primer congresista musulmán y negro del estado, instó a los manifestantes a quedarse en casa y esperar nuevos cargos contra los oficiales involucrados en la muerte de Floyd. Ellison señaló que “elementos malvados” estaban tratando de “empañar” las protestas causando caos, “por lo que la gente dirá, ‘Oh, esos manifestantes son malos, simplemente están ocasionando problemas, su causa no puede ser justa’”.
Para Kelly Austin, la represión temeraria y tardía parecía sorda, reforzando el tipo de vigilancia excesiva sobre el que ella y otros protestaban.
“La gente está viendo en tiempo real por qué marchan las personas”, expuso Austin, de 31 años, cuando visitó la vigilia de Floyd con su hermana el sábado más temprano. “Es sólo cuestión de tiempo antes de que la policía cometa otro error y nada más va a alimentar el fuego”.
Ella dijo que los funcionarios deben unirse a los manifestantes, visitar sitios como el monumento y conversar con los líderes de la comunidad.
“Vamos a seguir marchando hasta que veamos un cambio”, aseguró Austin.
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Su hermana, Jeanelle Austin, de 35 años, culpó al gobernador y a otros funcionarios por decirles a los manifestantes que se queden en casa para que puedan reunir elementos beligerantes que se infiltran en sus filas, incluidos los supremacistas blancos. Ella dijo que necesitan encontrar una manera de proteger los derechos de los manifestantes sin incitar al miedo o dejarlos valerse por sí mismos.
“Tenemos que poder luchar por la justicia sin morir en el proceso”, subrayó.
Cientos de residentes descendieron el sábado al corredor maltratado de East Lake Street, donde los edificios aún ardían para barrer los escombros y distribuir los alimentos donados. Celebraron reuniones comunitarias en parques, círculos de oración en las esquinas y una protesta de miles de personas fuera del Quinto Recinto.
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Erin Lavelle, quien se ofreció como voluntaria para dirigir el tráfico cercano, culpó a Frey por ser quien está al frente. El alcalde no parece haber aprendido de las críticas que su predecesor provocó por su respuesta al tiroteo policial de Jamar Clark en 2015, dijo Lavelle, y “ahora aquí estamos de nuevo”.
Lavelle, de 40 años, no ha dormido realmente desde el lunes. El sábado por la noche, ella planeaba quedarse despierta para vigilar a los vecinos mayores después de pasar la noche anterior viendo autos con placas de fuera del estado alejarse por sus calles, disparando.
“No podemos escondernos”, destacó.
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Walz culpó a los anarquistas, los supremacistas blancos y otros por usar las protestas como cobertura para el robo, el saqueo y el incendio provocado. Pero algunos manifestantes en el 5to Precinto no estuvieron de acuerdo.
El artista Austin Boe, de 37 años, dijo que es un “anarquista pacífico” indignado por la muerte y la brutalidad policial de Floyd. Expuso que se unió a las protestas del sábado porque “no soy pro-policía, según a lo que se ajusta mi criterio”.
Boe, quien subrayó que no aprueba el saqueo, dijo que es fácil para los funcionarios usar la palabra “anarquía” para despertar el miedo, algo que sintió el sábado cuando un líder de protesta negro lo señaló por su signo anarquista y otros abuchearon. Decidió quedarse de igual manera y desafiar el toque de queda porque cree en Black Lives Matter.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, en inglés) está desplegando agentes en todo el país para sumar esfuerzos con autoridades locales y federales para controlar las protestas violentas por la muerte esta semana del afroamericano George Floyd cuando estaba bajo custodia policial en Mineápolis.
Dionne Sims, de 27 años, y sus amigos llegaron al 5to Precinto con escobas en la mano para ayudar a limpiar los negocios cercanos, y planearon protestar más tarde. Llamó a la expansión prevista de la Guardia Nacional como una “escalada innecesaria” sin un objetivo claro.
Los manifestantes, dijo, siguen concentrados en presionar a los fiscales para que acusen a los otros tres oficiales en la escena de la muerte de Floyd. Ya han persuadido a las escuelas públicas de Minneapolis y a la Universidad de Minnesota para que retiren los contratos con la policía de la ciudad, más de lo que las protestas anteriores lograron.
“Eso no habría sucedido si la gente no estuviera en las calles”, concluyó.
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