Los presidentes de EE.UU y sus gestos racistas a lo largo de la historia
ALBUQUERQUE — La condena generalizada al presidente Trump por describir a un distrito electoral de mayoría negra como un “caos infestado de ratas y roedores”, y por sus tuits en los que apuntó a cuatro congresistas demócratas de color, no marca la primera vez que un presidente de EE.UU atrae tanta atención en este sentido.
A lo largo de la historia del país, los mandatarios han emitido comentarios, tomado decisiones y realizado movimientos públicos y privados que los críticos calificaron como racistas, ya sea en ese momento o las generaciones posteriores. Los presidentes lo hicieron tanto antes de asumir sus cargos, como durante su tiempo en la Casa Blanca.
Muchos pensamos que tarde o temprano, el presidente Trump escogerá a México como objetivo favorito de sus ataques durante sus mítines electorales. Los temas serán, al menos: inmigración, seguridad fronteriza, comercio y empleos que están en México y que, según él, deberían estar en Estados Unidos.
Muchos de los primeros presidentes, desde George Washington a Zachary Taylor, tuvieron esclavos negros y llegaron al poder cuando los afroamericanos, los indígenas americanos y los latinos no tenían derecho a votar o a ser parte de jurados, y se les podía negar el servicio en sitios públicos. A menudo repetían puntos de vista racistas comúnmente sostenidos, incluso si eran cuestionados por académicos o líderes de derechos civiles.
Antes de convertirse en el tercer presidente de la nación, Thomas Jefferson escribió en la Declaración de Independencia que “todos los hombres son creados iguales”. Pero en su único libro, “Notas sobre el estado de Virginia”, publicado en 1785, el por entonces futuro mandatario expresó una serie de creencias sobre los afroamericanos que hoy serían consideradas racistas.
Regresa al lugar de donde viniste.
El político redactó que los negros habían sido maldecidos con “un olor muy fuerte y desagradable”, y que eran incapaces de producir arte y poesía. Aunque creía que la esclavitud era inmoral, tenía esclavos y, según los historiadores, mantenía una relación sexual con al menos una de ellos, Sally Hemings. Si se liberara a cada esclavo negro, escribió, estos deberían ser deportados, ya que creía que los negros y los blancos no podían convivir pacíficamente.
Andrew Jackson, el séptimo presidente de la nación, también era un esclavista del sur. Antes de convertirse en primer mandatario, publicó un anuncio en 1804 ofreciendo $50 por el regreso de un esclavo fugitivo, y $10 extra “por cada cien latigazos que cualquier persona le dé, hasta 300”. En el libro de Jon Meacham “León estadounidense: Andrew Jackson y la Casa Blanca”, de 2008, Meacham escribió que el ex mandatario era dueño de unos 150 esclavos y que no liberó a ninguno de ellos en su testamento.
Inspectores privados dicen que la vida en los centros de detención de inmigrantes es color de ‘rosa’
Nakamoto, una pequeña compañía de Maryland que monitorea los centros de detención, ofrece evaluaciones insípidas, pero otras agencias de vigilancia señalan que la atención médica es laxa y con un frecuente uso del confinamiento solitario.
Como presidente, Jackson le permitía a su director general de correos dejar que los sureños incautaran las publicaciones contra la esclavitud, una violación directa a la Primera Enmienda. El mandatario llamó a los panfletos abolicionistas que instaban a la igualdad de los negros “inconstitucional y perversos”.
Jackson es ampliamente vilipendiado hoy entre los indígenas estadounidenses por su papel en la expulsión forzosa de los pueblos nativos de sus tierras, especialmente por el Sendero de las Lágrimas. La retirada del pueblo cherokee de Georgia provocó miles de muertes.
“El filántropo se alegrará de que el remanente de esa raza desafortunada ha sido puesto fuera del alcance de daños u opresión”, afirmó Jackson en su discurso de despedida.
Woodrow Wilson, nacido en Virginia, hizo lo posible para mantener a los negros fuera de la Universidad de Princeton mientras se desempeñaba como presidente de esa institución académica. Cuando se convirtió en primer mandatario de Estados Unidos, el demócrata se negó a revertir la segregación del servicio civil, aunque había llegado a la Casa Blanca con el apoyo de algunos hombres afroamericanos.
En 1915, Wilson desató indignación al proyectar el film racista “El nacimiento de una nación” en la Casa Blanca. La película muda era una versión de la Reconstrucción a través de los ojos del Ku Klux Klan. En ella se retrataba al KKK como héroes y a los afroamericanos como incivilizados.
“No hubo explicación ni disculpa” después de la proyección, escribió Patty O’Toole en “The Moralist: Woodrow Wilson and the World He Made” (El moralista: Woodrow Wilson y el mundo que creó).
Wilson pareció ajeno durante el “Verano Rojo” de 1919, un momento en que las comunidades de todo el país vieron como las turbas blancas atacaban a los afroamericanos, lo cual resultó en cientos de muertes. Aunque habló en contra del linchamiento, no usó los recursos del gobierno federal para detener la violencia.
El demócrata Lyndon Johnson asumió la presidencia en 1963, después del asesinato de John F. Kennedy, y trató de impulsar una ley de derechos civiles, en medio de las manifestaciones de afroamericanos. Johnson convenció a los legisladores escépticos para que apoyaran la medida y pronunció un discurso apasionado sobre sus días como maestro en escuelas mexicoamericanas para instar al Congreso a aprobar la Ley de Derechos Electorales.
Pero según las grabaciones de sus conversaciones privadas, Johnson usaba habitualmente epítetos racistas para describir a los afroamericanos, incluidos algunos de ellos a quienes había nombrado en puestos clave.
Su sucesor, el republicano Richard Nixon, también usaba regularmente epítetos racistas mientras estaba en el cargo, en sus conversaciones privadas. “Vamos a [colocar] a más de estos pequeños bastardos negros en las listas de asistencia social, a $2.400 por familia”, afirmó una vez sobre lo que consideraba requisitos de trabajo laxos. Nixon también hacía comentarios despectivos sobre los judíos, mexicoamericanos, italoamericanos e irlandeses-estadounidenses.
Al igual que ocurrió con Johnson, muchas de las observaciones de Nixon fueron desconocidas por el público en general hasta que se dieron a conocer grabaciones de las conversaciones de la Casa Blanca, décadas después.
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