Columna: Después de las hospitalizaciones, los pacientes con COVID-19 necesitan oxígeno
Después del hospital, algunos pacientes de COVID-19 se enfrentan a una vida atada a máquinas de oxígeno y llevando tanques de repuesto para respirar.
Hace unas semanas, la máquina de oxígeno de mi amigo Jason Muse falló.
Acababa de ser dado de alta de una hospitalización de 11 días después de sufrir una infección por COVID-19 y no tenía tanques de oxígeno de respaldo a la mano.
Durante las siguientes dos horas, llamó a todos los que se le ocurrieron para tratar de conseguir un reemplazo para su máquina, tratando de no entrar en pánico cuando pusieron su llamada en espera por octava ocasión.
Finalmente, después de verse obligado a responder las mismas preguntas varias veces, se derrumbó por teléfono y lloró. Le comentó a un empleado del hospital: “Creo que podría morir hoy”, pero unas horas más tarde, la empresa proporcionó un reemplazo.
La experiencia nos dejó a los dos un poco conmocionados. Jason es uno de mis amigos más locuaces y expresivos. Es un polemista valiente y obstinado, echa la cabeza hacia atrás y se ríe con todo el cuerpo si encuentra algo divertido. Ahora está luchando por recuperar el aliento. La dependencia del oxígeno lo ha obligado a una nueva familiaridad incómoda con su propia mortalidad.
“Lo que sí sé psicológicamente es que, si la máquina deja de funcionar, no puedo respirar. Lo que me hace sentir que me voy a morir si se rompe”, señaló.
Quería contar la historia de Jason porque arroja luz sobre las secuelas menos conocidas de esta enfermedad. El camino hacia la recuperación puede ser largo y traicionero, además, para recorrerlo se necesita oxígeno.
La mayoría de los estadounidenses dicen tener problemas para dormir desde el comienzo de la pandemia. Solucionar eso, dicen los expertos, no será fácil.
Jason es uno de los muchos pacientes con COVID-19 que dependen del oxígeno suplementario después de luchar contra la enfermedad. A la mayoría de los pacientes de coronavirus que experimentan hospitalizaciones prolongadas se les realiza una prueba de caminata de seis minutos para ver cuánto disminuye la concentración de oxígeno en su cuerpo a medida que se mueven. Si su concentración de oxígeno cae por debajo de cierta cantidad, alrededor del 90%, no pueden ser dados de alta del nosocomio hasta que se hayan hecho los arreglos para el oxígeno suplementario.
La mayoría de los pacientes son enviados a casa con un concentrador de oxígeno, una máquina con un tubo de respiración que se conecta a una salida y recolecta este elemento de la atmósfera, y un tanque de oxígeno que puede durar hasta seis horas.
Se supone que el tanque debe estar allí como respaldo en caso de que la máquina falle, por lo que el paciente tiene una forma de respirar mientras la compañía envía a una persona para repararla. También permite que el paciente se mueva, aunque con un gran y engorroso tanque de oxígeno de 30 libras a cuestas.
Estos dispositivos y la cadena de suministro de oxígeno se han convertido en una parte esencial de la infraestructura médica del país para combatir el COVID-19. Tanto para los pacientes vacunados como para quienes no lo están, el oxígeno suplementario suministrado a través de ventiladores, concentradores y tanques permite que el cuerpo funcione mientras lucha contra la enfermedad. El oxígeno también es esencial para el proceso de curación, porque los pulmones dañados por el virus a menudo no producen suficiente oxígeno mientras se curan.
El año pasado, ante una catastrófica escasez de este gas para los contagiados, las autoridades de emergencia de California enviaron un depósito de oxígeno móvil al condado de Riverside para complementar la producción de oxígeno. El Cuerpo de Ingenieros del Ejército también ha enviado técnicos a los hospitales para inspeccionar y actualizar los sistemas de producción de oxígeno envejecidos.
Los aumentos repentinos en las tasas de casos de COVID-19 generalmente son seguidos por incrementos grandes y desestabilizadores en la demanda de oxígeno. En Florida, que se ha convertido en un punto nodal para el crecimiento del coronavirus en el país durante la última semana, los hospitales están usando cuatro veces más oxígeno que en promedio, indicó Rich Gottwald, presidente de Compressed Gas Assn., una organización comercial para productores de equipo médico de gas.
El fuerte repunte en la demanda de entregas de oxígeno, en medio de una escasez de mano de obra, ha dejado a muchas empresas sin camioneros para entregar el gas. Las empresas están saliendo del estado para encontrar conductores, puntualizó Gottwald.
Las autoridades del condado de Los Ángeles afirman que, ante el aumento de los casos de COVID-19 y de las hospitalizaciones, esperan que el restablecimiento del uso de mascarilla como norma social ayude a reducir la transmisión de la enfermedad.
Las tasas de casos en California han bajado con respecto al año pasado. Pero todavía es difícil conseguir nuevos equipos de oxígeno: las órdenes de compra pueden pasar meses sin respuesta, señaló Edmond Manukyan, gerente de una tienda de suministros médicos en Glendale, A-1 Oxygen Inc.
“Gran parte del equipo simplemente no se estaba fabricando”, indicó Manukyan. “Pero las cosas están mejorando ahora”.
En el punto más alto del auge de California, la empresa alquilaba hasta 30 concentradores de oxígeno al mes. Ahora ha vuelto a bajar a alrededor de 10.
Para los pacientes, la dependencia del oxígeno puede resultar cara. Sin seguro, un tanque que dura de cuatro a seis horas puede costar $80 y un concentrador de oxígeno cuesta alrededor de $8.50 por día para alquilar.
Jason está tratando de sentirse afortunado y evitar pensar en la factura que podría estar llegando. Cuando fue al hospital, su concentración de oxígeno era solo del 40%.
“Me di cuenta de que pude haber muerto mientras dormía si no hubiera ido al hospital en ese momento”, explicó.
Cuando hablamos la semana pasada, fue el primer día que Jason pudo pasar más de 20 minutos sin usar un tubo de oxígeno. Fue un hito que ameritó tomarse un video para compartirlo con sus amigos y familiares.
El lado positivo de la experiencia es que ha impulsado a uno de los miembros de su familia a vacunarse. Su familia, como muchas personas negras, guarda malos recuerdos de la discriminación médica y muchos de ellos todavía se muestran reacios a vacunarse.
El hermano de Cecilia Jauregui, Adrian, contrajo COVID-19 hace unas semanas. Estuvo hospitalizado durante catorce días y no pudo ser dado de alta hasta que las autoridades del nosocomio determinaron quién pagaría el oxígeno. Jáuregui terminó conduciendo hasta un proveedor de este gas y consiguió dos tanques, así como un concentrador alquilado por unos 250 dólares.
Adrian consideraba que tenía fobia a los gérmenes y tomó todas las precauciones necesarias excepto vacunarse, explicó Jáuregui. No está seguro, pero cree que podría haberlo contraído de un compañero de trabajo. Su hospitalización ha sido una llamada de atención para toda la familia.
“Después de ver por lo que estaba pasando, fue una revelación”, comentó Jáuregui. Recibir el antígeno “no se trata solo de nosotros y de usted como su elección personal. Se trata de la gente que no sabe con la que se cruza en la calle, con la que trabaja”.
Si quiere leer este artículo en inglés,haga clic aquí.
Suscríbase al Kiosco Digital
Encuentre noticias sobre su comunidad, entretenimiento, eventos locales y todo lo que desea saber del mundo del deporte y de sus equipos preferidos.
Ocasionalmente, puede recibir contenido promocional del Los Angeles Times en Español.