Columna: Gracias a la pandemia, ahora también tenemos una ‘epidemia de insomnio’
La mayoría de los estadounidenses dicen tener problemas para dormir desde el comienzo de la pandemia. Solucionar eso, dicen los expertos, no será fácil.
¿Tiene problemas para dormir? No está solo. Los trastornos del sueño se han vuelto tan frecuentes desde el comienzo de la pandemia, que tienen un nombre: “coronasomnia”.
Eso me hizo preguntarme, mientras daba vueltas y vueltas durante gran parte de la noche, si esto tendrá consecuencias a largo plazo para la sociedad.
En pocas palabras, ¿es esta la nueva normalidad? ¿Somos ahora, gracias a la pandemia, una nación de pésimos durmientes?
“No creo que estemos condenados para siempre”, afirmó el Dr. Ronald Chervin, director de los Centros de Trastornos del Sueño de la Universidad de Michigan. “Pero yo diría que ahora estamos en una epidemia de privación del sueño”.
Todos los expertos en sueño con los que hablé señalaron que las cosas probablemente mejorarían cuando la pandemia de COVID-19 finalmente afloje (los casos de coronavirus han aumentado en los últimos días en el condado de Los Ángeles y en todo California).
Pero todos también reconocieron que, aunque muchas personas pueden estar durmiendo bien, millones de otras, como yo, no pueden recordar la última vez que lo lograron.
“Necesitamos pensar en la epidemia de insomnio crónico que seguirá a la pandemia”, advirtió Donn Posner, profesor adjunto clínico asociado de psiquiatría y ciencias del comportamiento en la Universidad de Stanford, y director de la firma Sleepwell Consultants. “Claramente, han sido un par de años estresantes por varias razones: el COVID, la política”, comentó. “El estrés puede provocar insomnio crónico, y el insomnio crónico puede cobrar vida propia”.
Calculan que falta un año para que las cosas regresen a lo normal tras la pandemia
Un estudio reciente de la Academia Estadounidense de Medicina del Sueño encontró que más de la mitad de todos los estadounidenses han tenido problemas para dormir desde el comienzo de la pandemia. La encuesta, realizada entre unos 2.000 adultos del país, determinó que el 56% tenía problemas para conciliar el sueño o permanecer dormido. Los participantes también afirmaron que cuando lograban quedarse dormidos, solían tener sueños “más perturbadores”.
Estos problemas fueron más pronunciados entre las personas en la flor de la vida. Casi las tres cuartas partes de los encuestados de entre 35 y 44 años informaron sufrir de coronasomnia.
Para Michael Perlis, director del Programa de Medicina Conductual del Sueño de la Universidad de Pensilvania, es natural que las personas duerman mal en medio de un mayor estrés y ansiedad.
“La evolución, o Dios, nos programaron para no dormir cuando percibimos una amenaza”, comentó. “Si estás frente a un león que te mira y lame sus labios, no deberías irte a dormir”.
El COVID es ese león, y nosotros somos el candidato potencial.
Incluso para aquellos que están completamente vacunados, los niveles de estrés pueden elevarse debido a la presión relacionada con el trabajo, las preocupaciones sobre los parientes o la incertidumbre por las variantes del coronavirus.
Como era de esperar, el estudio de la academia encontró que muchos estadounidenses insomnes habían recurrido a medicamentos recetados o suplementos de venta libre, como la melatonina, para abordar su inquietud.
Más de dos tercios de los encuestados reconocieron usarlos con mayor frecuencia desde que comenzó la pandemia. Se gastaron más de $825 millones en melatonina el año pasado, un 43% más que el año anterior, según la firma de análisis de datos Nielsen.
Para no perder una oportunidad comercial, Amazon recibió la aprobación federal, el viernes, para crear monitores de sueño que usan “sensores de radar” a fin de rastrear qué tanto da vueltas una persona. A diferencia del Apple Watch o FitBit, el dispositivo de Amazon no necesitaría estar en el cuerpo, sino que vigilaría al sujeto desde el lado de la cama.
Los adultos estadounidenses ya tenían problemas de sueño incluso antes de la llegada del malvado coronavirus. La ubicuidad de los teléfonos móviles, las tabletas y otras distracciones ruidosas durante años ha socavado la capacidad de muchas personas para descansar.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) afirman que, antes de la pandemia, un tercio de los adultos estadounidenses no dormían las siete horas o más recomendadas cada noche.
Los habitantes del sur de California tienen dificultades para quedarse dormidos; hasta el 37% de los adultos no descansan el mínimo de siete horas, según datos de los CDC. Eso solo se agravó por la pandemia. Jerome Siegel, director del Centro de Investigación del Sueño de UCLA, asegura que las horas flexibles que conlleva trabajar desde casa nos convirtieron, en cierta medida, en una nación de personas con el sueño ligero.
Incluso cuando California se encamina a la reapertura y al abandono de las mascarillas, siguen existiendo grandes disparidades en la distribución de las vacunas COVID-19.
“Pueden dedicar las horas que deseen, siempre y cuando hagan su trabajo”, comentó, y observó que ahora recibe correos electrónicos de sus colegas en medio de la noche.
“Si las cosas siguen así”, aseguró Siegel, “entonces, sí, esto hará que las personas desarrollen nuevos hábitos de sueño, posiblemente peores, a largo plazo”.
Otros expertos en el tema, aunque reconocen que las cosas no están tan bien en este momento, alegan que esto también pasará. “Desde los primeros días de la pandemia, ha habido mucho miedo”, afirmó el Dr. Atul Malhotra, experto en sueño de UC San Diego Health. “Pero no creo que esto provoque un daño permanente. Pienso que las cosas volverán a la normalidad, finalmente”.
El truco, dicen él y otros, es ya no descuidar el sueño, algo que se ha arraigado con el trabajo y la educación a distancia.
“Durante la pandemia, todos se convirtieron en búhos nocturnos”, afirmó el Dr. Rajkumar Dasgupta, especialista en sueño de la USC. “Dormir bien se trata de estructura. La gente tendrá que restablecer sus ritmos circadianos, lo cual no es fácil”.
Los expertos aconsejan practicar lo que se conoce como una buena higiene del sueño. Algo de esto es de sentido común, como evitar la cafeína, el alcohol y la nicotina antes de acostarse. Pero, como indicó Dasgupta, dormir bien se trata de estructura. Eso significa enmendar los tranquilos hábitos prepandémicos y reintroducir algo de disciplina.
Estos son algunos consejos de los profesionales para dormir mejor:
- Levántese a la misma hora todos los días. Esta es, con mucho, la forma más efectiva de restablecer su reloj interno, aunque pueden dejarlo algo aturdido esas jornadas en que el sueño fue difícil de alcanzar.
- Si se despierta con frecuencia en medio de la noche, intente acostarse más tarde y así exprimir las horas de sueño que obtiene en un ciclo continuo.
- Mantenga la regla de no usar aparatos en el dormitorio. Allí, solo sueño e intimidad; nada más.
- No abuse de los dispositivos antes de ir a la cama. Cualquier cosa que emita luz o sea estimulante de alguna manera, incluida la música, lo animará.
- Evite las comidas abundantes y el ejercicio antes de acostarse.
“Y nada de siestas”, remarcó Siegel de UCLA. “La siesta no es algo que hagan los seres humanos sanos. Los cazadores y recolectores no dormían”.
Ese puede ser el consejo más difícil para mí. He estado tomando siestas con más frecuencia durante la pandemia, principalmente porque duermo muy mal por la noche.
Con suerte, las cosas cambiarán cuando todos regresemos a la oficina, al menos a tiempo parcial, y comencemos a cazar y recolectar otra vez.
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