El inglés era una barrera, pero la pericia en su oficio fue la llave para emprender su propio negocio
Los Ángeles — Las manchas de grasa en sus manos y pantalón son visibles. Y es que Salvador Escobar se desliza por debajo de los vehículos con ligereza para observar los desperfectos. En esta ocasión, luego de hacer el diagnóstico, se levanta y contesta una llamada telefónica de un cliente que pregunta por su automóvil.
“Tus partes no han llegado”, contesta en inglés.
En lo que cuelga el teléfono, le avisan que una camioneta va en camino en una grúa. Esa es una buena señal, pues el negocio sufrió un duro revés en marzo pasado, a raíz de la pandemia.
“No tuvimos necesidad de cerrar, pero estuvimos al principio de la pandemia, como por un mes, sin clientes. Veníamos nada más a lavar el carro o esperar a ver quién llegaba, pero no había clientes”, aseguró el mecánico. “Fue un golpe económico fuerte”, añadió.
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Escobar, de 38 años, ha dedicado más de la mitad de su vida a la mecánica automotriz, pero al llegar a Estados Unidos, en 2007, tuvo que empezar de cero por no saber inglés, idioma que aunque no lo habla a la perfección ahora se puede comunicar y no dejar ir a ningún cliente.
“Siempre me gustaron los carros y decidí aprender [mecánica] para repararlos”, aseguró Escobar, quien antes de llegar a Los Ángeles tuvo su propio taller en su natal El Salvador.
Al terminar el noveno grado, llegó como ayudante a un taller, pero no aprendió nada. Por esa razón, mejor ingresó al Instituto Técnico Exsal, en la capital salvadoreña, en donde estudió tres años mecánica automotriz.
A pesar de su experiencia, al llegar a California pasó por un proceso de prueba; sin embargo, su mayor barrera fue el idioma. “El dueño era un armenio y el mánager latino, él era el que me traducía; siempre necesité de un intermediario”, comentó.
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Después de ocho meses en ese negocio, le comenzaron a dar trabajo solo tres días. Esa situación lo empujó a buscar otro empleo en un taller latino. Ahí no solo le dieron la oportunidad para desempeñarse como mecánico propiamente, sino que obtuvo el conocimiento administrativo.
“Siempre había sido mi sueño tener mi propio negocio, trabajar 10 años con esa persona me preparó”, confesó.
En diciembre de 2016, le dijo a su empleador que dejaba el trabajo. Entonces, Escobar tenía 34 años de edad.
“Ya no voy a venir el lunes, voy a buscar otro trabajo”, le dijo a su patrón de forma intempestiva.
Casi desde que llegó al Valle de San Fernando, donde ha vivido a partir de que se estableció en Estados Unidos, un tío le dio una caja de herramientas y le dijo que se la pagara en cuotas mensuales. Asimismo, compró un escáner a un costo de $5 mil. En el lapso de 10 años, invirtió cerca de $25 mil en herramientas.
“Llegué a un punto en que tenía mejor equipo para diagnosticar que el mismo dueño del taller”, aseguró.
Después de dos semanas sin empleo, abrió su taller en North Hollywood. Escobar asegura que entre el depósito de la renta del local y la compra de otras herramientas, invirtió $9 mil.
“La clave del éxito es el conocimiento en lo que quieres desempeñarte”, razonó, detallando que en su taller brinda mecánica general, eléctrica y diagnóstico de todo tipo de vehículos, excepto las marcas Ferrari y Lamborghini.
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Escobar asegura que el primer año fue de mucho aprendizaje, principalmente en la elaboración de facturas y presupuestos por escrito. A la fecha, los clientes siguen acumulándose por el servicio que brinda, en un 70% dice que son recomendaciones de otros usuarios que han pasado por su taller.
A los interesados en poner su negocio, Escobar les sugiere que sean profesionales y honestos en lo que hagan.
“Ser honesto, eso es lo que me ha llevado a salir adelante”, reconoció.
“Al principio todo negocio requiere de sacrificio, pero después con el tiempo se cosechan los frutos”, concluyó Escobar, quien el pasado diciembre cumplió cuatro años con su taller, llamado R&S Motor Sport, localizado en la esquina de Lankershim y Saticoy, en North Hollywood.
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