¿Podrá este medicamento ayudar al cerebro a recuperarse tras un accidente cerebrovascular?
This video shows how an experimental drug called edonerpic maleate helped monkeys recover after a stroke, compared with a control group that did not get the drug. (Credit: H. Abe et al., Science, 2018)
A pesar de años de esfuerzos, los investigadores no han podido hasta el momento encontrar una píldora para tomar o un alimento que se pueda ingerir para insensibilizar al cerebro contra una lesión causada por una apoplejía.
Pero nuevas investigaciones ofrecen ahora la posibilidad de limitar el daño a largo plazo que ocasiona un accidente cerebrovascular (ACV), de una manera diferente: con un medicamento que mejora la capacidad del cerebro para reconectarse y promover la recuperación en las semanas y meses posteriores a la lesión.
En experimentos, tanto ratones como monos macacos que sufrieron accidentes cerebrovasculares recuperaron más movimiento y destreza cuando su régimen de rehabilitación incluyó un medicamento experimental llamado maleato edonerpic.
El fármaco, que ya ha enfrentado varios ensayos de seguridad como posible medicación para la enfermedad de Alzheimer, parece haber mejorado la efectividad de la rehabilitación al fortalecer las conexiones entre las células cerebrales y nutrir la sopa química en la cual estas forjan esos nuevos enlaces.
Un informe sobre los experimentos se publicó en la revista Science, el 6 de abril. El trabajo fue realizado por investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de la Ciudad de Yokohama y empleados de Toyama Chemical Co., Ltd., una firma farmacéutica japonesa que posee los derechos de propiedad intelectual del maleato edonerpic. Toyama aportó fondos para que la Universidad de la Ciudad de Yokohama estudie la droga en monos macacos.
Los hallazgos con ratones arrojaron luz sobre cómo el compuesto puede funcionar en un cerebro lesionado.
Muchos fármacos experimentales han sido efectivos para mejorar la movilidad en ratones después de un ACV, pero no funcionaron tan bien en primates. El hecho de que éste también haya mejorado el movimiento en monos afectados por una apoplejía es evidencia de que “podría ser un fuerte candidato” a ayudar a los humanos a recuperarse de un accidente cerebrovascular, y posiblemente de una lesión cerebral traumática, consideraron los investigadores.
Un ACV ocurre cuando un vaso sanguíneo en el cerebro se bloquea o se rompe, priva de oxígeno a una porción de ese órgano y causa la muerte de las células cerebrales afectadas. Incluso después de que se restablece el oxígeno, suele quedar un daño permanente, a menudo con pérdida de movilidad y destreza.
El tipo más común de accidente cerebrovascular es una isquemia, en el cual el flujo sanguíneo se comprime o es cortado por un coágulo u otro bloqueo. En un accidente cerebrovascular hemorrágico -como el que los autores del estudio indujeron en los monos- el sangrado en el órgano interrumpe el suministro de oxígeno a las células y les causa la muerte.
Para los 800,000 pacientes que tienen un ACV y los 1,7 millones que sufren una lesión cerebral traumática cada año en los Estados Unidos, la recuperación puede ser ardua, milagrosa e incierta.
Pero los neurólogos y especialistas en rehabilitación han discernido un patrón común en la trayectoria de recuperación de la mayoría de los pacientes. Generalmente, las personas recobran gran parte del habla perdida, el movimiento y la función intelectual que recuperarán en las primeras semanas y meses después de la lesión, a pesar de que las células cerebrales que murieron han desaparecido para siempre.
Por sí solas y en respuesta a la rehabilitación, las células cerebrales sobrevivientes de un paciente trabajan horas extras para diseñar soluciones alternativas. Se ‘atan’ unas con otras para crear nuevas vías para las señales eléctricas, y un paciente a menudo recuperará muchas habilidades perdidas. Esta capacidad del cerebro para “reconectarse” se llama “plasticidad”, y cuanto mejor actúa, más funciones pueden recobrarse.
En un cierto punto, sin embargo, la recuperación suele estancarse. Cualquier habilidad motora, del habla o intelectual que se haya perdido, puede permanecer así.
Los científicos han pasado años buscando agentes neuroprotectores, que puedan amortiguar el cerebro contra el golpe inicial de un derrame cerebral, pero han tenido poco éxito. Es por eso que una terapia que brinde extra poder a ese proceso de reconstrucción de la neuroplasticidad después de un ACV puede ser tan bien recibida.
Los investigadores japoneses probaron el maleato edonerpic al inducir accidentes cerebrovasculares hemorrágicos en seis macacos. Una o dos semanas más tarde, estos habían recuperado suficiente movilidad para comenzar una serie de ejercicios diseñados para imitar los rigores de la rehabilitación de una apoplejía.
En ese momento, a tres de los monos se les suministró la droga 15 minutos antes de sus sesiones terapéuticas. En comparación con los otros tres que no ingerían el medicamento, los que sí lo hacían experimentaban un mayor grado de recuperación funcional.
Por ejemplo, se desempeñaban mejor en ejercicios de recompensa y recuperación, que requerían de una mayor coordinación de sus brazos y la función motora fina. Y mientras que los monos del grupo de control rara vez recuperaron su capacidad de utilizar un “agarre de precisión” para tomar las golosinas, los medicados “con frecuencia mostraban hábiles movimientos de mano”, informaron los investigadores.
El neurólogo de UCLA Jason D. Hinman, que no trabajó en la nueva investigación, celebró los resultados y dijo que el maleato edonerpic es una de las muchas opciones que se están probando para aumentar los efectos de la terapia de rehabilitación posterior a un accidente cerebrovascular.
Otros enfoques incluyen el uso de la robótica y otros tipos de interfaces cerebro-máquina para restaurar el flujo de mensajes a las extremidades del paciente; alentar las células madre para que desarrollen nuevas conexiones entre las neuronas supervivientes, y varios medicamentos. En ratones, la droga memantina, empleada para tratar la enfermedad de Alzheimer (y comercializada como Namenda) resultó prometedora.
“Lo interesante de este enfoque es que, si bien hay una cierta recuperación espontánea de la función, esta debe ser activada por la terapia de rehabilitación”, detalló Hinman. “Si no haces nada, no obtienes el beneficio”.
Con un medicamento que vuelve más activas las células en un cerebro lesionado, advirtió Hinman, una preocupación de seguridad obvia es la ocurrencia de un evento eléctrico descontrolado -en otras palabras, una convulsión-.
Las primeras investigaciones sobre el maleato edonerpic sugirieron que podría proteger a las neuronas contra la acumulación tóxica de la proteína beta-amiloide, un sello distintivo de la enfermedad de Alzheimer. Dos rondas de ensayos clínicos reforzaron su récord de seguridad en humanos.
Recién después de eso, en julio de 2017, la compañía matriz de Toyama Chemical, Fujifilm Corp., anunció que la droga no había logrado ayudar a los pacientes con Alzheimer leve a moderado.
Sus efectos secundarios incluyeron diarrea, náuseas, mareos y dolor de cabeza, y la sustancia podría haber causado dos “eventos adversos graves” en los ensayos en humanos, informaron los investigadores en ese momento.
Muchas personas que sufren accidentes cerebrovasculares no reciben el anticoagulante activador tisular del plasminógeno (o tPA, por sus siglas en inglés), que puede disminuir el impacto de los accidentes cerebrovasculares, o no llegan a un hospital lo suficientemente rápido como para intentar el tratamiento con tPA.
Esos pacientes, a menudo debilitados por las deficiencias, “están desesperados por nuevos tratamientos, por lo cual muchos aceptarían esos riesgos”, consideró Hinman.
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