Mientras Trump y Biden compiten por Carolina del Norte, los latinos tratan de conseguir el voto en este estado campo de batalla presidencial.
SILER CITY, N.C. — En Siler City, donde los camiones de aves de corral esparcen plumas sobre las carreteras, Janet Pulido estuvo tocando puertas en un parque de casas móviles con una gran cantidad de latinos en un reciente fin de semana de otoño, con la esperanza de movilizarlos para votar.
En Interfood Plaza Latina, en Raleigh, Sarahi González sostenía un letrero en español que decía: “Regístrese para votar aquí. ¿Ciudadano? ¿Más de 18 años?”. ¿Cuál fue la primera persona que esta joven de 18 años registró esa noche? Ella misma.
Al otro lado de la ciudad, durante el medio tiempo en un campo de fútbol con el césped irregular y un empate entre los equipos de Honduras y El Salvador, Sandra Amado Gómez y su hija intentaron registrar a los jóvenes espectadores. Consiguieron a cuatro de ellos.
En este campo de batalla presidencial, como en gran parte del sur, la política es típicamente vista a través de un prisma en blanco y negro.
Pero los latinos se han convertido en un distrito electoral cada vez más importante en Carolina del Norte, que, en las últimas tres elecciones ha sido uno de los estados más reñidos del país. Las encuestas sugieren que la carrera por la Casa Blanca está, una vez más, empatada.
Aunque los latinos representan solo el 4% de los votantes matriculados en Carolina del Norte, son la fuerza que podría inclinar la competencia de 2020.
De 2012 a 2017, la cantidad de votantes latinos elegibles en el estado de Tar Heel aumentó en casi un 50%, más del doble del crecimiento a nivel nacional, según Carolina Demography, un grupo de investigación de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.
Esa parte de la población pasó de ser mayoritariamente nacida en el extranjero a ampliamente nacida en Estados Unidos. “Ese es el cambio generacional que está comenzando a ocurrir”, destacó Paul Cuadros, profesor asociado de periodismo en UNC Chapel Hill. “No es una comunidad de inmigrantes, es una comunidad de colonos”.
Docenas de grupos de activismo lo han comprendido y se unieron para registrar votantes -específicamente hijos de inmigrantes- frente a camiones de tacos, en partidos de fútbol y en restaurantes como Boricua Soul, que sirve sabores “latinos del sur”. Los organizadores se mueven entre sus propias familias cuando es permitido tocar puertas debido a la pandemia.
El periódico en español más antiguo del estado lo destacó en primera plana el mes pasado: “El voto de los jóvenes latinos marcará la diferencia en Carolina del Norte”.
“Anticipamos que será un estado bastante competitivo”, agregó Rebecca Tippett, directora fundadora de Carolina Demography. “Obviamente es una contienda reñida cuando se habla de unos cientos de miles de electores latinos... Esos votantes pueden tener un impacto significativo en las elecciones”.
A partir de la década de los 90, muchos latinos se mudaron a Carolina del Norte por sus trabajos en agricultura y el sector de procesamiento de alimentos. Las plantas avícolas de Siler City convirtieron esta ciudad de mayoría blanca en una que ahora es 42% latina, según datos del Censo.
Ubicada a unas 50 millas de Raleigh, Siler City, con una población de 8.225 habitantes, es donde lo urbano se vuelve rural y las banderas confederadas comienzan a aparecer. De camino a la ciudad, un letrero reza: “Jesús es mi salvador, Trump es mi presidente”.
Junto con las tiendas de suministros para tractores hay carnicerías, camiones de venta de pupusas e iglesias como St. Julia, donde Pulido, ahora de 19 años, organizó una misa en español para su cumpleaños de quinceañera. Un letrero en español e inglés promociona empleos en la planta avícola donde trabaja su madre.
Pero los cambios no se produjeron sin incomodidades. Cuando los estudiantes latinos en la preparatoria quisieron formar un equipo de fútbol, se encontraron con la resistencia de la administración, según Cuadros, el docente de periodismo de UNC, quien se mudó a Siler City en 1999 para informar sobre la comunidad latina emergente. Los residentes no estaban preparados para adoptar lo que consideraban un “deporte extranjero”. Cuadros finalmente fundó el equipo en 2002; dos años después ganaron el campeonato estatal.
Hubo tal auge en la migración que un ex líder del Ku Klux Klan, David Duke, visitó Siler City en 2000 para una manifestación antiinmigrante. La inmigración, le advirtió entonces a la multitud, “iba a destruir los cimientos de este país”. “Vine aquí porque Siler City es un símbolo de lo que está sucediendo en Estados Unidos”, dijo Duke, según Greensboro News & Record. “Su batalla aquí es la batalla de EE.UU. Su futuro es el futuro de Estados Unidos”.
Los niños que aún no habían nacido cuando Duke se dirigió a cientos de individuos frente al ayuntamiento ahora son adultos; han visto cambiar la demografía de su ciudad y estado. A pesar de todo, esas palabras nunca se han ido. Dos décadas después, resuenan en los discursos del presidente Trump, quien lanzó su candidatura atacando a los inmigrantes mexicanos como “criminales, narcotraficantes y violadores”.
Para Pulido, esa acusación fue un insulto para su familia. Su madre emigró de Veracruz, México, en 1999. Hoy, ella y siete de sus hermanos viven en Siler City.
Pulido puede contar las canciones country que conoce con los dedos de una mano, pero su amor por el té dulce y la tonada que desliza en la conversación la delatan como sureña. En una reciente tarde de domingo, tocó puertas junto con Alirio Estévez, líder de Voto Latino Chatham, una organización del condado de Chatham que trabaja para impulsar la participación de los latinos. Frente a las casas móviles en Country Living Estates, reconoció las hojas de plátano que su familia usa para hacer tamales. “Me preguntaba si tú o alguien de tu hogar es elegible para votar”, le preguntó Pulido a una joven de 18 años que estaba en el porche de su casa, vestida con un uniforme de fútbol azul. “Yo lo soy”, contestó la joven, que no estaba registrada. “Los latinos no votamos mucho y por eso los políticos no se preocupan por nosotros”, intervino Estévez. “Necesitas a alguien que se ocupe de los jóvenes y de tu familia. La mejor forma de ayudarlos es votando”.
Mientras la joven vacilaba, Estévez hizo una última súplica: “Tarda menos de cinco minutos”.
La joven accedió. Treinta minutos después, Pulido y Estévez habían registrado a una joven de 18 años y encontraron a otros dos interesados más. Aquellos padres que no pueden votar porque carecen de estatus legal, a menudo les informaban sobre su hijo o hija.
El siguiente fin de semana inscribieron a tres personas, dos de 18 años y una mujer de unos 20. En su propia familia, después de que un primo cumpliera 18 años, Pulido lo localizó y lo registró. Sus parientes planean ir a votar juntos. “Debemos ayudar a nuestra familia, y no solo a ellos sino a nuestros vecinos. Necesitamos ser sus voces”, reconoció Pulido. “Tenemos el privilegio de hacerlo”.
Hasta este mes, hay alrededor de 223.300 latinos registrados para votar en Carolina del Norte, un aumento de más del 30% desde 2016. “Donald Trump ganó aquí por un 3.6% en 2016”, expuso el presidente del Comité Nacional Demócrata, Tom Pérez, en un acto virtual de “Todos con Biden Get Out the Vote”. “Los latinos solos pueden marcar la diferencia”.
Sarahi González quiere ayudar a que eso suceda. Hasta que cumplió 18 años, su padre era la única persona de su familia que podía votar. La noche del viernes, que pasó frente al mercado en Raleigh, fue la primera vez que registró a votantes latinos a través de El Pueblo, una organización sin fines de lucro que se enfoca en el desarrollo de liderazgo en la comunidad hispana de la ciudad.
Los voluntarios de El Pueblo, muchos de ellos de 17 años y preinscritos, ofrecían desinfectante de manos y mascarillas de tela blanca, mientras Camilo Sesto sonaba por el altavoz exterior. También proporcionaban información sobre boletas para votar por correo y los calendarios de sufragio anticipado. “Muchos de nuestra generación se preocupan por estas políticas y por ayudar a nuestra comunidad, además de mejorar el país”, remarcó González. “Siento que una gran cantidad de gente joven, como yo, obviamente votará este año”.
En un campo de fútbol cercano, Néstor Gómez grabó un video. Los jugadores de La Selecta sostenían una bandera salvadoreña y colocaban sus manos sobre sus corazones cuando sonó el Himno Nacional de El Salvador. Hace once años, Gómez comenzó a cubrir las ligas de fútbol hispanas para News Latino Today, su medio de comunicación digital comunitario.
El inmigrante argentino ha visto crecer a los hijos de los jugadores y unirse a las ligas, y ahora espera que todos voten. Durante el medio tiempo, su esposa, Sandra Amado Gómez, y su hija de 14 años, Aylén Agostina Gómez, con camisetas que decían “Tu voto es tu voz”, recorrieron las gradas metálicas con sujetapapeles. “Necesitamos que votes”, instó Amado Gómez a un hombre.
“¿Por Trump?”, le preguntó, antes de que él y sus amigos se echaran a reír (otros varios espectadores hicieron la misma broma).
“Por quien tú quieras”, respondió Gómez.
El mismo fin de semana, a unas 60 millas de Raleigh en Ace Speedway, la brisa ondeaba banderas con las leyendas “Trump 2020” y “Keep America Great” colocadas en la parte trasera de camionetas Ram 2500 y Ford F-350.
De los cientos de partidarios de Trump reunidos en el hipódromo del condado de Alamance -que fue clausurado temporalmente en el verano después de que desafió la orden estatal que impedía realizar reuniones al aire libre de más de 25 personas- pocos usaban mascarillas.
En la audiencia pocos eran latinos. Entre esos pocos estaba el inmigrante venezolano Omar Lugo, quien este año creó el grupo Latinos for Trump -de seis miembros- en el condado de Alamance. Solo el 14% de los hispanos están registrados como republicanos en el estado y el 42% como demócratas, según Carolina Demography. “Siendo inmigrante, exrefugiado y latino, les digo que sí necesitamos construir ese muro”, expuso Lugo ante la multitud. “Necesitamos proteger nuestro hogar”.
Lugo habló sobre su tierra natal y su feroz deseo de evitar que Estados Unidos sea destruido por el comunismo. En los últimos meses, este hombre -que se trasladó a Carolina del Norte desde Florida- tocó puertas y ayudó a los latinos a cambiar su afiliación al partido republicano.
Más aún, responsabilizó a la manipulación mediática por el hecho de que Trump sea etiquetado como racista. “Cada vez que les pido ayuda o consejo a los funcionarios republicanos, ellos vienen, me abren las puertas y me escuchan”, comentó Lugo. “El problema es que se les retrata como racistas”.
Durante un desfile de vehículos que siguió al mitin –en el cual Lugo no participó- los asistentes se pasearon en camionetas con las banderas ondeando al viento. Algunos de ellos gritaban a viva voz: “Poder blanco”.
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