Opinión: Cuando Estados Unidos acogió a los niños migrantes de Cuba ‘Pedro Pan’
Cuando Fidel Castro tomó el poder en Cuba en 1959, José Azel, de 13 años, se unió a las filas de la oposición clandestina participando en actos de sabotaje. Cuando Castro cerró las escuelas del país, el padre de José se preocupó. Así que envió a su hijo adolescente en un breve viaje a West Palm Beach en junio de 1961 en un carguero lleno de seminaristas. Fue la última vez que se vieron.
De 2021 a junio de 2023, la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras de EE.UU. informó de algo más de 400.000 “encuentros” con niños no acompañados. La calidad de la atención a estos niños fue dudosa en el mejor de los casos y abusiva en el peor. Las cifras de hoy pueden no tener precedentes, pero este grupo forma parte de una larga tradición de jóvenes que encuentran refugio en EE.UU. sin sus padres.
Un número récord de cubanos ha llegado a Estados Unidos en los últimos dos años, la mayoría de ellos sin documentos migratorios, según datos oficiales estadounidenses.
A principios de la década de 1960, el Departamento de Salud, Educación y Bienestar creó el “Programa de niños cubanos no acompañados” para atender a miles de menores que huían de su país tras la revolución de 1959. Coloquialmente, se conoció como Operación Peter Pan -en referencia al cuento del niño que podía volar.
Al igual que hoy, en la década de 1960 un ruidoso contingente de detractores se opuso a los recién llegados: Algunos temían que pudiera haber comunistas entre las multitudes, mientras que otros se preguntaban por qué los contribuyentes debían cargar con su peso financiero. Sin embargo, más allá de esas voces de rechazo, había una mayor disposición a aceptar a los niños y a reafirmar la tradición de refugio y libertad del país.
Los más de 14.000 menores cubanos que llegaron a EE.UU. entre 1959 y 1962 -entonces el mayor grupo de niños no acompañados de la historia de EE.UU.- formaban parte de los 250.000 cubanos que cruzaron el estrecho de Florida durante ese período. A diferencia de los emigrantes actuales, los cubanos fueron presentados como refugiados y símbolos del heroísmo anticomunista.
El presidente John F. Kennedy recordó al país que acoger a los refugiados era un imperativo de la Guerra Fría. En una carta al Congreso, Kennedy proclamó a EE.UU. como “un refugio para los oprimidos” con una “larga tradición humanitaria de ayudar a quienes se ven obligados a huir a para mantener su vida como seres humanos individuales, autosuficientes, en libertad, con respeto de sí mismos, dignidad y salud”.
El anuncio realizado por el gobierno de incrementos en las tarifas de servicios básicos y gasolina a partir de las próximas semanas cayó como un balde de agua de agua fría entres los cubanos y generó críticas entre los expertos el martes.
El Programa para Niños reasentó a jóvenes en hogares de grupo y con familias de acogida por todo el país -desde Helena, Montana, hasta San Antonio, Texas, y Dubuque, Iowa- pagados en gran parte por las arcas estatales y federales. Muchas veces, las familias no supieron dónde fueron reubicados sus hijos.
El programa dependía de una vasta red de oficinas federales y estatales y de una larga lista de organizaciones sin ánimo de lucro, grupos eclesiásticos, agencias de bienestar infantil y las aerolíneas Pan American y KLM, que ayudaban a conseguir asientos para estos niños, así como embajadas, escuelas parroquiales y una red contrarrevolucionaria en ambas naciones. Aquellos sin apoyo familiar inmediato en Estados Unidos-más de 8.300 niños-recibieron atención a través de la Catholic Welfare Bureau y otras organizaciones religiosas, gubernamentales y no gubernamentales.
Algunos de estos niños encontraron respiro en organizaciones protestantes, judías y laicas, pero el núcleo del programa fue la Iglesia católica, que asumió la responsabilidad de 7.346 niños cubanos. Al timón del programa estaba Bryan O. Walsh, un sacerdote irlandés que se había trasladado recientemente a Miami, y abrazó su misión con gusto. Más tarde, Walsh calificó su papel en la Operación Peter Pan como “una oportunidad que me dio la Divina Providencia para combatir el comunismo”. Contó con un amplio apoyo de la Iglesia, que también abrió sus puertas a líderes católicos aislados y desterrados por el gobierno cubano.
Tras llegar a EE.UU. con un grupo de seminaristas católicos, José Azel se lanzó al mundo de la adolescencia estadounidense. La transición estuvo ligada al automóvil, y recuerda la inmensa alegría que sintió al matricularse para obtener el permiso de conducir. El futbol, el rock ‘n’ roll y un ocasional cigarrillo completaban el proceso de adaptación del joven.
Otros “Peter Pans” cuentan historias agridulces similares a sus travesías. Mayda Riopedre era una estudiante de 15 años en la American Dominican Academy de La Habana cuando llegó a Miami.
Mayda había vivido una vida privilegiada y “muy americana” en Cuba -tomaba clases de inglés e historia de EE.UU., escuchaba programas americanos en la radio, tomaba clases de ballet y piano, y tenía un tutor de francés.
Después de pasar un mes en un refugio de transición, Mayda Riopedre y su hermana pasaron un mes en el albergue St. Mary’s Home de Dubuque, Iowa, donde jugaron al boliche por primera vez, antes de ser enviadas a vivir con una familia en Signal Mountain, Tennessee. Ella conserva algunos recuerdos de su estancia allí, pero también recuerda su lugar favorito al aire libre donde miraba las montañas y lloraba desconsoladamente. Las hermanas y sus padres se reunieron dos años después, y hoy Mayda se considera “afortunada” y estará “eternamente agradecida” a la familia de acogida.
¿Por qué tantos padres decidieron enviar lejos a sus hijos? La agitación de la revolución -incluidos el cierre de escuelas y la nueva pedagogía revolucionaria, la propiedad nacionalizada y los rumores de que el gobierno de Castro desposeería a los padres de sus hijos-fue lo suficientemente aterradora como para que muchas familias cubanas sintieran que la decisión estaba justificada.
El canciller cubano, Bruno Rodríguez, consideró el viernes que Cuba tiene un buen desempeño en materia de derechos humanos y libertades religiosas y cuestionó que la inclusión de la nación caribeña en listas negras por parte de Estados Unidos solo busca justificar las sanciones económicas.
También creían que la separación-y el reinado de Castro-sería breve. Pero la mayoría de los Peter Pans no vieron a sus padres durante meses o incluso años -y en algunos casos, como el de José Azel, nunca más.
Ahora, a sus 60 y 70 años, los antiguos Peter Pans -muchos de los cuales forman parte de la gran comunidad cubana de Florida- se encuentran inmersos en la odisea que rodea hoy a los niños. A diferencia de la mayoría de los Peter Pans, que vivían cómodamente en Cuba, estos jóvenes proceden de lugares asolados por la violencia y la escasez económica.
Y están recibiendo una acogida muy diferente. En 2019, 3.000 niños fueron alojados en un centro en Homestead, Florida, a ocho kilómetros del campamento de Florida City que acogió a cientos, si no es que a miles de Peter Pans. Entonces la administración Trump lo cerró, lo que suscitó las críticas de quienes argumentaban que el Estado debía proporcionar un alojamiento adecuado a los niños, como lo había hecho 60 años antes con el Programa para niños cubanos.
Más recientemente, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, polemizó con la Arquidiócesis de Miami después de que emitió una orden ejecutiva que restringía la capacidad de las agencias de Florida para atender a los indocumentados, incluidos los niños. Los Peter Pans tomaron partido: Algunos argumentaron a favor de acoger a los menores mientras que otros se pusieron del lado de DeSantis y trazaron diferencias entre los jóvenes migrantes de hoy en día y el contexto de la Guerra Fría de sus propias travesías.
Hoy muchos estadounidenses son reacios a apoyar a grupos similares. El país acogió sólo a 11.411 refugiados en el año fiscal 2021, la cifra más baja desde 1980. UNICEF calcula que una cifra récord de 43,3 millones de niños vive situaciones de desplazamiento forzoso en todo el mundo. Los que cruzan la frontera estadounidense a menudo permanecen invisibles o desterrados al estatus de una crisis nacional en lugar de una oportunidad de ayuda.
Pero los Peter Pans, ayudados por el gobierno y el altruismo cotidiano de los estadounidenses, ejemplifican lo que se puede conseguir cuando aprovechamos nuestros abundantes recursos y garantizamos nuestra sana tradición de refugio para las poblaciones más vulnerables.
John A. Gronbeck-Tedesco es profesor asociado de estudios americanos en el Ramapo College de Nueva Jersey. Es autor de Operación Peter Pan: The Migration of Unaccompanied Children from Castro’s Cuba. Esto fue escrito para Zócalo Public Square.
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