Buscados por asesinatos durante décadas, dos exguerrilleros chilenos llevaban una cómoda doble vida en México - Los Angeles Times
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Buscados por asesinatos durante décadas, dos exguerrilleros chilenos llevaban una cómoda doble vida en México

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Eran un par de tipos de mediana edad, con extraños acentos, que compraban y vendían propiedades, adoraban a sus hijos, amaban el fútbol y frecuentaban galerías en un paraíso artístico de expatriados, en el centro de México.

“Ramón y Esteban nunca se metían en problemas”, recordó José Luis Vargas Ramírez, un abogado que conocía socialmente a ambos hombres en San Miguel de Allende, y quien todavía está desconcertado por lo ocurrido. “Todos dijeron: ‘¿Cómo es posible?’”.

Un par de arrestos efectuados en París, el mes pasado, arrojaron luz sobre las oscuras historias de Ramón y Esteban, tal como ambos eran conocidos en San Miguel.

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Finalmente, no eran los fotógrafos discretos, algo bohemios, y negociadores de bienes raíces que parecían ser.

Sus nombres tampoco no eran Ramón y Esteban. Ni siquiera eran mexicanos.

En realidad, eran dos exrevolucionarios de Chile, que habían huido y estaban en la clandestinidad hace más de 20 años; un dúo letal que, según las autoridades de ese país sudamericano, alguna vez llevó a cabo asesinatos meticulosamente planeados mientras Chile se recuperaba de años de dictadura militar. El par también orquestó una famosa fuga cinematográfica: el escape en helicóptero, en 1996, de una prisión de máxima seguridad.

Las autoridades mexicanas sospechan que los otrora izquierdistas guerrilleros comandaban una lucrativa red relacionada con algunos de los secuestros más notorios del país, incluida la captura, en 2010, del excandidato presidencial Diego Fernández de Cevallos, quien fue liberado luego de siete meses, después del pago de un multimillonario rescate en dólares.

Sus arrestos han reavivado recuerdos incómodos de una era violenta en la historia de Chile y arrojan un foco de atención sobre el auge de los secuestros con fines de lucro en México. El último acto del veterano duo tuvo lugar, impensablemente, en Francia. El 15 de febrero pasado, la policía gala -en respuesta a los cargos de asesinato y secuestro en Chile- arrestó a “Esteban”, cuyo verdadero nombre es Ricardo Palma Salamanca, de 48 años, y quien también es conocido por el sobrenombre de “El Negro”.

Unos días más tarde, las autoridades detuvieron a la compañera de larga data de Palma y presunta cómplice, Silvia Brzovic, una chilena conocida en México como Pilar Quezada Moreno.

Su detención sigue al arresto en México, concretado en mayo pasado, de “Ramón”, cuyo verdadero nombre es Raúl Julio Escobar Poblete, de 54 años, un legendario guerrillero chileno que se hacía llamar “Comandante Emilio”.

A diferencia de Escobar, quien evadió la captura hasta mayo de 2017, Palma no es ajeno a la cárcel. Fue arrestado en Chile en 1992 y condenado por el asesinato de un senador de derecha, Jaime Guzmán, un año antes.

Palma también fue declarado culpable de participar en el secuestro del heredero del dueño del periódico más grande de Chile, El Mercurio, en 1991. La publicación había apoyado la dictadura derechista del fallecido general Augusto Pinochet y, de acuerdo con documentos desclasificados de los EE.UU., recibió fondos secretos de la CIA, aunque el periódico lo niega. El heredero, Cristian Edwards, fue liberado después de casi cinco meses de cautiverio y el pago de un rescate.

Palma fue condenado a un par de cadenas perpetuas. Pero el 30 de diciembre de 1996, un helicóptero Bell 206 secuestrado -normalmente empleado para excursiones turísticas- descendió sobre el patio de una prisión de máxima seguridad en Santiago, la capital chilena, y se llevó a Palma y otros tres militantes en una canasta de metal especialmente diseñada -forrada con material resistente a las balas- que colgaba de la aeronave.

El impresionante escape, que acaparó los titulares en todo el mundo y fue bautizado como ‘Vuelo de Justicia’ por los militantes, fue una humillación para el aún frágil gobierno chileno.

Escobar y Palma desaparecieron de la vista pública. Las alertas de Interpol no les impidieron cometer secuestros internacionales, sostienen las autoridades. La policía brasileña precisó que Escobar tramó la captura de un ejecutivo publicitario que estuvo retenido durante casi dos meses en Sao Pablo, en 2001-2002, antes de escapar. Entre quienes siguen encarcelados en Brasil por ese delito se encuentra Mauricio Hernández Norambuena, uno de los cuatro militantes transportados por aire hacia la libertad en el episodio del helicóptero.

Las autoridades sospechan que Escobar y Palma se asentaron en México hace más de una década: Escobar como “Ramón Alberto Guerra Valencia” y Palma como “Esteban Solís Tamayo”.

Los fugitivos echaron raíces en el colonial San Miguel de Allende, un refugio moderno y amigable con los extranjeros, ubicado a 175 millas al noroeste de la Ciudad de México.

A decir de todos, los renegados hip y con dinero en efectivo se mezclaron a la perfección en la sociedad cosmopolita de la ciudad, donde sus acentos sudamericanos no despertaban sospechas, a pesar de que ambos afirmaban haber nacido en México. Aparentemente, sus objetivos de secuestro incluían a los residentes adinerados del área de San Miguel, que es hogar de muchos mexicanos pudientes y jubilados de los EE.UU.

“Estos chilenos se mezclaron totalmente dentro de la sociedad de San Miguel”, aseguró Eduardo García Valseca, un hombre de negocios y residente durante mucho tiempo del área de San Miguel, quien fue secuestrado fuera de la ciudad, después de dejar a sus hijos en la escuela.

García Valseca pasó más de siete meses en una jaula de madera, soportando abusos físicos y una alimentación miserable, con apenas espacio suficiente para moverse, antes de ser liberado tras el pago de una suma no revelada. El hombre sospecha que la pandilla liderada por los chilenos fue responsable. Los acentos y la apariencia de algunos de sus captores sugerían que eran sudamericanos, indicó.

El clan, dijo, probablemente había vigilado los movimientos de su familia durante un tiempo antes del ataque. Al menos 10 personas en cinco vehículos le tendieron una emboscada a él y a su esposa, en un camino rural, el 13 de junio de 2007.

“Se movieron como militares”, explicó García Valseca, quien ahora reside en el área de Washington, D.C., con sus tres hijos. “Algunos perpetraron el secuestro, otros vigilaban a las víctimas, otros se encargaban de las comunicaciones”.

Durante su cautiverio, prosiguió, regularmente lo golpeaban; también le dispararon dos veces. Sufrió rotura de costillas y heridas en la cabeza. García Valseca pesaba menos de 100 libras cuando fue liberado, el 24 de enero de 2008. Apenas podía moverse o hablar.

Su esposa, nacida en los Estados Unidos, Jayne Rager, murió en 2012 de un cáncer que, según su esposo, probablemente se agravó por el estrés del secuestro. Editado en 2011, el libro de la mujer, ”We Have Your Husband” (Tenemos a su esposo), por de la nota inicial de los captores de su marido, se convirtió en un docudrama de Lifetime TV.

Parte de la fortuna acumulada de los rescates probablemente se destinaba al estilo de vida cómodo -aunque no notablemente lujoso- de los chilenos.

En un momento, Escobar y Palma, usando sus alias mexicanos, abrieron un café en la ciudad, precisó Vargas Ramírez, quien fue abogado de Escobar durante varios meses después de su detención. La revelación del trasfondo guerrillero de ambos y de sus supuestos secuestros fue un shock. “La gente quedó desconcertada”, reconoció Vargas en una entrevista. “Aquí se portaban bien, eran buenos vecinos”.

Según las autoridades, fue un trabajo mal realizado por parte de los criminales -normalmente meticulosos- lo que provocó su caída. Los secuestradores habían mantenido a una mujer franco-estadounidense cautiva durante más de un mes, y se impacientaron a la espera del rescate de un millón de dólares, de acuerdo con las autoridades policiales y las noticias. Así, decidieron cortarle uno de sus dedos y enviarlo a su familia como advertencia, narraron los fiscales. Sin embargo, la entrega se organizó torpemente.

Uno de los conspiradores, que llevaba gafas de sol y un sombrero como disfraz rudimentario, llamó a un taxi en San Miguel el 30 de mayo, según las autoridades mexicanas. Le dio el paquete al conductor y le pidió que lo llevara a un restaurante cercano, donde un representante de la mujer secuestrada estaba esperando. Pero el taxista comenzó a sospechar y alertó a la policía. Los agentes abrieron el paquete y descubrieron el dedo, así como varias cartas de la víctima, escritas en inglés y francés.

La policía mexicana pronto rescató a la mujer y arrestó a un sospechoso, quien había seguido al taxi en una camioneta Toyota Tacoma blanca. El conductor fue identificado días después como Escobar.

Otros arrestos sobrevinieron cuando los aliados de Escobar huyeron de San Miguel. Su esposa fue detenida en España, y una excompañera fue capturada en Chile.

Las autoridades aseguran que Palma y su pareja, Brzovic, junto con dos hijos menores, volaron inicialmente a Cuba y luego, a mediados de junio, a Francia, con identificaciones mexicanas falsas. Por razones no del todo claras, fueron detenidos durante 12 días en el aeropuerto Charles de Gaulle y puestos en libertad. Finalmente se los arrestó nuevamente el mes pasado.

Palma y Brzovic buscan asilo político en Francia, alegando que en Chile es imposible un juicio justo. Ambos han sido liberados, pero deben reportarse diariamente a la policía y no pueden salir del país.

Escobar, mientras tanto, se encuentra en una prisión mexicana de alta seguridad, por cargos de secuestro. El ex Comandante Emilio proclamó públicamente su inocencia y culpó a la “mafia local” por enmarcarlo en el secuestro de la mujer.

Chile ahora intenta extraditarlos a ambos para que enfrenten un juicio. Ese proceso podría llevar meses, pero para una exvíctima de sus secuestros, es al menos un paso hacia la vida tras las rejas para el par de despiadados especuladores, acusados de privar a otros de su libertad.

“Estos chilenos fueron hipócritas totales”, expresó García Valseca. “Parecían como cualquier otra persona en la ciudad de San Miguel de Allende. Pero destruyeron las vidas de muchas personas”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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