Aumenta la violencia en Siria y disminuye la ayuda mientras la guerra civil entra en su 14to año
AL-NAYRAB, Siria — Durante años, la guerra civil en Siria ha sido un conflicto en gran medida estancado, en el que el país ha quedado dividido en zonas controladas por el gobierno del presidente Bashar Assad, varios grupos opositores y las fuerzas kurdas sirias.
Pero al entrar la guerra el viernes en su 14to año, los observadores dicen que la violencia ha vuelto a aumentar mientras la atención del mundo se centra sobre todo en otras crisis, como el conflicto entre Rusia y Ucrania y la guerra entre Israel y Hamás en Gaza.
En el pueblo de Al-Nayrab —ubicado en el enclave noroccidental de Idlib, controlado por la oposición—, Alí al-Ahmad quema ramas de olivo en una estufa para mantener caliente su casa, que está parcialmente destruida.
Las estancadas conversaciones para lograr un alto el fuego en la guerra entre Israel y Hamás podrían reanudarse en Qatar a partir del domingo, dijeron funcionarios egipcios.
Ha estado viviendo en esa vivienda dañada, alcanzada recientemente por proyectiles lanzados por las fuerzas gubernamentales. A pesar de ello, está en mejores condiciones que muchas de las casas de los alrededores, que quedaron reducidas a escombros. Cuando comienza una nueva ronda de ataques, Al-Ahmad se va por un tiempo a uno de los campamentos para desplazados de la zona hasta que la situación se apacigua y puede volver y reparar los destrozos.
“Volvemos durante uno o dos días, y luego empiezan a arrojarnos proyectiles”, dijo. “Nos vamos unos días y luego volvemos a nuestro pueblo para encontrar nuestras casas destruidas”.
La Comisión Internacional Independiente de Investigación sobre Siria —un organismo respaldado por Naciones Unidas— indicó esta semana que, desde octubre, el país ha vivido la peor oleada de violencia desde 2020.
La guerra, en la que han muerto casi medio millón de personas y han sido desplazados la mitad de los 23 millones de habitantes que tenía el país antes del conflicto, comenzó con protestas pacíficas contra el gobierno de Assad en marzo de 2011.
Un barco con 200 toneladas de ayuda humanitaria se acercaba el viernes a la costa de Gaza en la primera misión a través de una ruta marítima desde Chipre con la que se busca aliviar la crisis humanitaria en el enclave palestino tras cinco meses de guerra entre Israel y Hamás.
Las protestas —parte de los levantamientos populares de la Primavera Árabe que se extendieron por gran parte de Oriente Medio ese año— fueron enfrentadas con una brutal represión, y la revuelta se convirtió rápidamente en una guerra civil en toda regla, que se complicó aún más por la intervención de fuerzas extranjeras en todos los bandos del conflicto, así como por el aumento de milicianos, primero de grupos vinculados a Al Qaeda y luego del grupo Estado Islámico hasta la derrota de éste en 2019.
Rusia, junto con Irán, se convirtió en el mayor aliado de Assad en la guerra; Turquía respaldó a una serie de grupos de la oposición siria, mientras que Estados Unidos apoyó a las fuerzas kurdas sirias en la lucha contra los milicianos del EI.
Con el paso de los años se produjo un estancamiento en los campos de batalla de la nación devastada por la guerra.
El reciente aumento en la violencia comenzó en octubre con un ataque con drones a una graduación de una academia militar en la ciudad de Homs, controlada por el gobierno, en el que murieron docenas de personas.
Entonces el gobierno sirio y fuerzas rusas aliadas lanzaron un bombardeo en el noroeste controlado por la oposición en el que fueron alcanzados “hospitales bien conocidos y visibles, escuelas, mercados y campamentos para personas desplazadas internamente”, señaló la comisión.
En otras partes, ataques israelíes cada vez más frecuentes estuvieron dirigidos a blancos vinculados con Irán en partes de Siria controladas por el gobierno, en una ofensiva que en ocasiones también alcanzó a civiles. Turquía incrementó sus golpes contra las fuerzas kurdas respaldadas por Estados Unidos en el noreste de Siria, mientras que milicianos de células durmientes del grupo Estado Islámico han lanzado ataques esporádicos en diferentes partes del país.
En semanas recientes, en áreas controladas por la oposición también ha habido agitación: surgieron protestas en Idlib contra el liderazgo del grupo Hayat Tahrir al-Sham —vinculado con Al Qaeda— que gobierna el área.
El conflicto en Siria tiene capas diversas y complejas, y no se vislumbra una solución.
David Carden, subcoordinador regional humanitario de Naciones Unidas para la crisis de Siria, dijo durante una vista reciente al noroeste del país que el plan de respuesta humanitaria de la ONU para 2023 —que había solicitado la aportación de más de 5.000 millones de dólares— sólo recibió el 38% de los fondos pedidos, el nivel más bajo desde que el organismo mundial comenzó a solicitar el financiamiento.
“Hay 4,2 millones de personas necesitadas en el noroeste de Siria, y 2 millones de ellas son niños”, de los cuales 1 millón no acuden a la escuela, señaló. “Esta es una generación perdida”.
Para agravar la miseria de Siria, el 6 de febrero de 2023 ocurrió el devastador terremoto de magnitud 7,8 que dejó más de 59.000 muertos en Turquía y Siria. Unos 6.000 de ellos fallecieron tan sólo en territorio sirio, principalmente en el noroeste, donde la mayoría de los 4,5 millones de habitantes dependen de ayuda humanitaria para sobrevivir.
Agencias de la ONU y otras organizaciones humanitarias han pasado apuros para financiar programas que proporcionan ayuda vital en Siria, responsabilizando de ello a la fatiga de los donantes, la pandemia de COVID-19 y conflictos en otras partes que han surgido en años recientes.
El Programa Mundial de Alimentos de la ONU —que calcula que más de 12 millones de sirios carecen de acceso regular a alimentos— anunció en diciembre que suspendería su principal programa de asistencia en Siria en 2024.
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Sewell reportó desde Beirut.
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