Mientras EE.UU busca reiniciar las actividades económicas, Canadá prolonga el cierre de la frontera
Mientras que partes de Estados Unidos se apresuran a reabrir restaurantes, tiendas y lugares públicos -Canadá, temeroso de las altas tasas de infección por coronavirus en el sur- dispuso prolongar el cierre de la frontera -de 5.525 millas de extensión- durante casi seis semanas más.
Según un probable acuerdo entre los dos países, Canadá y EE.UU seguirán permitiendo una parte del comercio que normalmente representa más de $1 millón por minuto y respalda casi 1.2 millones de empleos en California. Pero desde que se establecieron las restricciones fronterizas, el tráfico allí, que en tiempos normales tiene 200.000 cruces fronterizos por día, se ha detenido virtualmente; 24 de los 25 principales pasos de enlace fronterizos a Canadá, por ejemplo, no registraban tiempos de espera para los automóviles este miércoles.
Canadá, que durante más de una docena de años ha sido el segundo mercado externo más grande para California, representó más de $16.6 mil millones en exportaciones en 2019. Al mismo tiempo, según la Cámara de Comercio de California, el estado importó bienes por $26.800 millones desde ese país el último año.
Estados Unidos y Canadá comenzaron sus restricciones fronterizas hace casi dos meses, y luego las ampliaron hasta la próxima semana. Pero las preocupaciones sobre las tasas estadounidenses de casos de COVID-19 impulsaron a Ottawa a mantener la frontera cerrada hasta el 21 de junio. “Mientras controlamos nuestra situación doméstica”, declaró el miércoles el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, “somos vulnerables a los viajeros internacionales”.
Aunque el presidente Trump está ansioso por restablecer la actividad comercial, es probable que Washington no se oponga a la iniciativa canadiense de extender las restricciones fronterizas.
Al gobierno de Trudeau le preocupa que las células virales en los estados que limitan con Canadá, especialmente Washington, Michigan y Nueva York, representen un peligro para sus ciudadanos.
De hecho, hay menos casos de coronavirus en toda la provincia de Ontario, la más poblada de Canadá, que en Detroit, que está vinculada cultural y económicamente con Windsor, Ontario, su ciudad hermana a través del Puente del Embajador, de 7.500 pies de largo, y por los 5.100 pies de largo del túnel de Detroit-Windsor. Por lo general, las dos ciudades comparten eventos culturales, una exhibición conjunta de fuegos artificiales cerca del Día de la Independencia y el Día Nacional de Canadá -el 1º de julio-, y visitas familiares. El fin de semana pasado, los residentes de Windsor que tienen parientes al otro lado del río Detroit fueron a la costa para saludar a sus familiares pasando la frontera.
Windsor y Detroit comparten una economía y comunidad integradas, conectadas por la planta de motores Ford Windsor, en Ontario, y visitas al centro comercial Somerset Collection, en Troy, Michigan. Las enfermeras de Ontario ahora asisten a pacientes con coronavirus en el lado de Michigan.
“Esto es parte de nuestra historia y ADN”, afirmó en una entrevista Brian Masse, miembro del Nuevo Partido Demócrata de izquierda, que representa el área de Windsor en el Parlamento. “Pero no nos ayuda estar más expuestos. Las comunidades fronterizas canadienses tienen tasas de infección más altas que otros lugares del país. Hay un trabajo de enfermería increíble y duro en Detroit, pero no podremos ayudar a nuestros amigos en Estados Unidos si nos contagiamos al nivel que ellos mismos se están infectando”.
Las tres cuartas partes de las exportaciones canadienses se destinan a Estados Unidos, mientras que casi un quinto de las exportaciones estadounidenses viajan a Canadá. Casi 1.8 millones de personas visitan California desde Canadá, y gastan cerca de $2 mil millones anuales.
Trudeau afirmó el miércoles que está “buscando medidas más fuertes, para asegurar que estamos haciendo un seguimiento adecuado con las personas que vienen”, y agregó que su prioridad es “prevenir la transmisión desde el extranjero hacia Canadá una vez que hayamos controlado la propagación puertas adentro”. Añadió también que quiere estar seguro de que “no caigamos en una segunda ola”.
El afán de Canadá por evitar una marea de estadounidenses a través de la frontera se produce en el contexto de un creciente disgusto por la presidencia de Trump y asombro -si no desprecio- por la respuesta estadounidense a la amenaza del virus. “Cualquier esperanza de recuperación económica para Canadá después de la pandemia depende de que la economía estadounidense se recupere primero”, escribió John Ibbitson esta semana en el periódico Globe and Mail. “Esta es la peor noticia posible, porque Estados Unidos se está autoinmolando”.
Ese punto de vista, ampliamente difundido, alimenta un resentimiento latente en la cultura canadiense sobre el gigante estadounidense que está debajo del mapa.
“La gente tiende a olvidar que, históricamente, la relación ha sido muy tensa”, expuso Soren I. Fanning, un historiador de la Universidad Robert Morris en Moon Township, Pensilvania. “La experiencia canadiense es como vivir por encima de un vecino relativamente afable, que tiene tendencia a organizar fiestas salvajes y ocasionalmente a estar de juerga. Toda la presidencia de Trump ha sido como una larga parranda para Canadá; la gente allí hace una mueca de desaprobación, cierra las ventanas y espera que pase la resaca”.
Entre las inminentes víctimas de la más reciente medida para extender las restricciones fronterizas se encuentra el turismo en Montreal, Toronto y Vancouver, una actividad generalmente fuerte en junio; y las expediciones de pesca, que afectan tanto a los entusiastas estadounidenses del aire libre como a los proveedores comerciales en Quebec, Ontario y Columbia Británica, que suelen atender olas de estadounidenses entre mayo y junio. Incluso si se reabriera la frontera, los estrictos requisitos de la cuarentena canadiense durante 14 días, con pocas exenciones más allá de los conductores de camiones (y multas de hasta $532.050), convierten el turismo en una actividad no muy realista.
En Canadá, hasta los líderes empresariales expresan cautela. “Cualquier reapertura limítrofe a viajes no esenciales debe hacerse con cuidado, y sólo cuando las autoridades de salud pública lo consideren seguro”, expuso Goldy Hyder, líder del Consejo Empresarial de ese país. “Dado el tamaño y la importancia de la relación comercial entre Estados Unidos y Canadá, es fundamental que el comercio permanezca ininterrumpido para apoyar la eventual recuperación económica. Al mismo tiempo, la salud y la seguridad de las personas en ambos lados de la frontera deben seguir siendo nuestra máxima prioridad”.
Tom Creary, director gerente de WestbridgeOne Consulting de Montreal y fundador de la sede de Quebec de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Canadá, afirmó que los esfuerzos gubernamentales para mantener el flujo del comercio tienen costos ocultos sustanciales. “Tengo clientes que realizan envíos a través de la frontera y no ha habido problemas”, comentó Creary, quien, sin embargo, está frustrado porque los ejecutivos de una compañía de Montreal que buscan vender un sistema de software para operadores de centros de llamadas en EE.UU no han podido reunirse con potenciales clientes. “Estas restricciones dañan la construcción de vínculos a través de la frontera para el desarrollo empresarial. La gente debe tener un grado de confianza con quien trata. Lo que importa son las relaciones personales”.
Por su parte, Trudeau expresó que se resistirá a abrir la frontera hasta que tenga la seguridad de “que contamos con los mecanismos y materiales debidos para hacer frente a los nuevos brotes o picos de COVID-19”.
Además, el virus afectó la capacidad de Canadá de regular la migración a través de la frontera, según Geoffrey Hale, un politólogo de la Universidad de Lethbridge en Alberta, una provincia que comparte raíces históricas pioneras con el Alto Medio Oeste estadounidense y que generó $77.700 millones en comercio al otro lado de la frontera en 2018, convirtiendo a Estados Unidos en su mayor socio comercial. “En este momento, el enfoque para la reapertura por etapas exige la capacidad de moverse de forma muy medida y la posibilidad de ajustarse a nivel nacional”, indicó Hale. “Existen preocupaciones importantes en las principales regiones fronterizas. Y no estamos en una posición tan holgada en cuanto a la salud pública como para administrar grandes volúmenes de tráfico en los principales cruces fronterizos”.
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