Cuando la época más dura de la pandemia comenzó a ceder, permitiendo el reinicio de las actividades habituales en el mundo entero, Marko Zaror decidió regresar temporalmente a Los Ángeles, donde había pasado varios años de su vida, radicado en las ciudades de Long Beach y West Hollywood.
En esos momentos, se encontraba viviendo en Pichilemu, un encantador balneario ubicado al sur de Chile donde había encontrado un refugio ideal en medio de la locura generada por el virus y donde acababa además de filmar “El Puño del Cóndor” (“The Fist of the Condor”), su quinta película de artes marciales al lado del director y guionista Ernesto Díaz Espinoza, chileno como él.
Pero el nativo de Santiago que empezó a entrenarse a los 6 años no llegó al Sur de California con las manos vacías, sino que lo hizo trayendo una copia del trailer del filme, que ahora, ya totalmente terminado, se lanza en la plataforma de pago Hi-YAH! tras haber tenido un breve paso por salas selectas de Alamo Drafthouse, incluyendo la de Downtown LA.
“Cuando estaba en Pichilemu, llegué incluso a pensar que el cine había muerto, pero algo dentro de mí me decía que no, que necesitaba continuar”, nos dijo Zaror durante una reciente entrevista por Zoom que nos conectó con su hogar en Miami, donde vive desde hace unos meses. “Me mantuve entrenando, meditando mucho frente al mar, y decidí que, si todo se iba a acabar, tenía al menos que terminar mi carrera en la pantalla haciendo la película que me hubiera gustado ver cuando tenía 15 años, es decir, un tributo al cine clásico de kung fu, pero con elementos de la cultura latinoamericana”.
Una vez en L.A., Zaror empezó a compartir el trailer con todos los contactos que tenía, y está convencido de que eso tuvo que ver con la convocatoria que se le hizo para “John Wick: Chapter 4”, la superproducción hollywoodense que se encuentra en cartelera y en la que interpreta al primer personaje latino de la saga que, además de tener un perfil definido y contar con varios diálogos, participa activamente en las fabulosas escenas de acción de la cinta y se enfrenta hasta dos veces a la estrella, interpretada por Keanu Reeves.
“Fui contactado directamente por Chad Stahelski, quien me dijo que le habían hablado de mí y que le parecía interesante el modo en que yo cambiaba de película a película, haciendo personajes bien distintos”, apuntó el sudamericano, haciendo referencia al doble de acción estadounidense que ha dirigido las cuatro entregas de la serie fílmica de John Wick. “Me dijo que tenía un personaje que me podía gustar. ´Lee el guión, y si te gusta, el papel es tuyo´, añadió. Sin casting, sin nada. Fue increíble”.
“He sido un fan del cine de acción desde siempre, y cuando salió la primera entrega de John Wick, me dije que esa era la forma en que se tenía que filmar el género”, prosiguió Zaror. “Chad llegó a la saga con el ´background´ perfecto, porque él mismo es un tremendo artista marcial, lo que lo ha llevado a imponer una visión muy particular en estas producciones al colocarse detrás de la cámara”.
Golpes y personalidad
Zaror no es el primer latino que aparece como un personaje definido en la saga de John Wick. Las dos primeras entregas contaron con John Leguizamo, quien interpretaba al mecánico Aurelio, desaparecido misteriosamente tras la segunda película. Pero sí es el primero que aparece peleando y que tiene a la vez diálogos.
“Hay actores con éxito en Hollywood, pero no veo que tengan conocimiento de artes marciales o del género de acción, que no se hace mucho en nuestros países”, precisó el chileno. “Creo que eso es lo que ha llamado la atención de los fans. Saber que hay latinos con estas características específicas y tan raras en nuestro medio”.
Chidi, el personaje de Zaror, no pasa desapercibido. Es el lugarteniente del Marqués Vincent de Gramont, el villano principal que es interpretado por Bill Skarsgård, y participa en las dos escenas más impresionantes del filme: la que muestra a Wick peleando con un número indeterminado de enemigos alrededor de la rotonda del Arco del Triunfo, mientras los automóviles pasan a toda velocidad alrededor de ellos, y la que se desarrolla en las escaleras que conducen a la Basílica del Sagrado Corazón y lo muestran tirando hasta a dos veces a Wick por la interminable serie de escalones.
Pese a que la primera escena -filmada a lo largo de dos semanas- no se hizo en la locación descrita, sino en un escenario de Berlín que fue retocado digitalmente, Zaror asegura que los automóviles estaban presentes y arrollaron de hecho a los dobles de acción cuyos personajes aparecen atropellados en la pantalla.
“El despliegue físico es real”, explicó el intérprete. “Cuando peleo con Keanu y lo tiro contra un auto al que se le rompe el vidrio con su peso, eso es de verdad. Yo iba de a pocos y él me pedía que le diera más fuerte. Keanu una persona apasionada por el género; le gusta esa adrenalina y que se hagan las cosas sin trucos”.
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La escena de las escaleras se llevó a cabo en la locación real y se filmó en el transcurso de siete noches. “Fue muy dura de hacer, porque había que subir, bajar y rodar por esos peldaños, que son de concreto, y después de cuatro o cinco horas, el asunto se volvía muy difícil”, recordó Zaror. “Lo que hizo Keanu en particular merece sin duda un récord Guinness”.
En una entrevista separada, Stahelski dijo que estaba particularmente interesado en que algunos de los tipos que se enfrentan a Wick sin ser necesariamente los antagonistas principales adquirieran personalidades más complejas en esta entrega, ya que, como se sabe, el protagonista pelea muchas veces con una cantidad impresionante de contrincantes, lo que impide que conozcamos realmente a cada uno de ellos.
“Era importante que Chidi apareciera en toda su dimensión como el lugarteniente de Marquis, como el que imponía en el pueblo la autoridad de su jefe, y eso requería de escenas que no fueran solo de acción”, explicó el cineasta. “Cuando le hablé del personaje, mi coreógrafo Jeremy Marinas me recomendó de inmediato a Marko, y poco después, ya estaba hablando con él por una conexión de Zoom”.
Pese a que Chidi iba a ser originalmente francés, el director -que es de ascendencia polaca y checoslovaca- le dijo al chileno que no tenía problema alguno en transformarlo en un sudamericano y en aceptar las sugerencias de diálogo que este le propusiera.
“Lo que importaba era que Marko se sintiera cómodo en el papel y que pudiera utilizar todas sus habilidades, incluyendo la del idioma”, afirmó. “Además, me encanta el ‘look’ que tiene en la película y el modo en que impone su presencia cuando se encuentra en una habitación”.
El gran sueño
Estar en un set de esta clase fue una experiencia única para Zaror, que había participado ya con roles pequeños en otras producciones populares de Hollywood, como “Machete Kills” (2013) y “Alita: Battle Angel” (2019) -ambas de Robert Rodriguez-, y que adquirió una popularidad inesperada entre los amantes de las artes marciales debido a su participación en “Undisputed III Redemption” (2010), un filme de culto que forma parte de una saga protagonizada por Scott Adkins, quien tiene también un papel jugoso en “John Wick: Chapter 4”.
“Poder contar con todos los juguetes es el gran sueño, por supuesto; me encantaría tener esos recursos en las cintas que hago con Ernesto”, dijo Zaror. “Pero nunca me he puesto limitaciones; de hecho, el gran inspirador para salir a la calle con una cámara sin esperar a tener todos los millones posibles fue Robert Rodríguez. Lo importante es expresarte de manera honesta y que eso vaya abriendo puertas. Hay que crear tus propias oportunidades, participar en la creación de tu camino, como lo ha dicho Robert”.
En manos de Zaror, Chidi adquirió no solo identidad latina, sino que se convirtió en un personaje más importante del que estaba delineado en el guión de Shay Hatten y Michael Finch. “Quise plasmar a Latinoamérica en su forma de hablar, pero no darle una nacionalidad específica”, declaró el actor. “Hablo un español neutro, que puede ser argentino, chileno o colombiano”.
Para Stahelski, el hecho de que Zaror provenga de donde proviene es un detalle significativo. “Es por eso que lo que hacemos es tan bello; yo empecé en L.A. y Scott Atkins y Marko empezaron haciendo sus propias películas de manera independiente, pero en Inglaterra y en Chile; y ahora estamos juntos en Hollywood”, señaló. “Lo que ha pasado con ellos me parece sumamente inspirador”.
“Hay personas de la industria que creen que alguien que hace películas de artes marciales de bajo presupuesto no está preparadao para aparecer en una película de gran presupuesto, cuando el presupuesto no tiene nada que ver con las cualidades interpretativas”, enfatizó. “Yo investigo mucho para descubrir a estos talentos, pero Marko ha llegado hasta aquí por sus propios esfuerzos y porque adora lo que hace. Se sentó a mi lado en la premiere [de “Chapter 4”] y estaba sonriendo todo el tiempo”.
Como lo dice Stahelski, la saga de John Wick tiene un aire muy internacional que se traduce no solo en sus locaciones, sino también en el empleo de actores de diferentes países. “Me encantaría hacer algo en Buenos Aires o en Ciudad de México, y en ese caso, por supuesto, emplearía a muchas personas de esas mismas comunidades”, afirmó.
Regreso a casa
“El Puño del Cóndor” es la más reciente colaboración del dúo creativo conformado por Zaror y Díaz, que se inició supuestamente con el lanzamiento de “Kiltro” (2006), el primer largometraje latinoamericano de artes marciales en español estrenado en salas de cine. Sin embargo, hablar con el director en una conversación separada nos llevó a descubrir que hubo un trabajo anterior enmarcado dentro del mismo género.
“Marko y nos conocimos cuando éramos muy chicos, porque estábamos en el mismo nivel en la escuela”, nos dijo Díaz a través de una conexión por WhatsApp que lo encontró en la capital chilena, donde todavía radica. “Pero nos hicimos amigos siendo adolescentes, cuando nos dimos cuenta de que compartíamos el gusto por el cine”.
“En una clase de inglés, nos pidieron que escribiéramos una historia en ese idioma, y nosotros le preguntamos a la profesora si en lugar de ello podíamos hacer un cortometraje, que terminó siendo de artes marciales”, agregó.
El realizador no ha practicado nunca esta disciplina física y, en ese momento, las artes marciales aplicadas a la pantalla grande no eran su género cinematográfico favorito, pero decidió probar suerte en ellas ante el entusiasmo mostrado por Zaror. “Poco a poco, y a través del estudio, empecé a comprender más y más las reglas que manejaba, aunque los desafíos han sido siempre inmensos, sobre todo por los problemas de presupuesto, de infraestructura y de falta de tiempo que existen en un país como el mío”, precisó.
“De todos modos, antes de hacer ‘Kiltro’, vi películas de todos lados, desde los clásicos de Hong Kong, que tienen una manera de filmar la acción, hasta las películas japonesas, que las manejan de otro modo, pasando por las estadounidenses, como las de Jean-Claude Van Damme, que lo hacen también a su manera”, describió. “Todo eso terminó dándome un estilo propio que tenía que considerar las limitaciones a las que nos enfrentamos, porque, en muchos casos, llegas al set con una idea clara de la escena y tienes que cambiarla por completo”.
Con sabor local
Pese a ello, Díaz y Zaror fueron capaces de trazar una fascinante línea evolutiva que se plasma en sus colaboraciones previas, disponibles en su totalidad en diferentes plataformas de ‘streaming’ de los Estados Unidos.
En “Kiltro”, Zaror interpretaba a un joven impulsivo e indisciplinado al que le faltaba mucho por aprender, mientras que, en “El Puño del Cóndor”, se pone en la piel de dos personajes: unos hermanos curtidos en los más altos niveles de las artes marciales que, sin embargo, han tomado caminos muy distintos. Y las demás cintas lo han encontrado en roles de lo más diversos.
“‘Kiltro’ era algo más conectado con el lado adolescente; ‘Mirageman’ [2007] era nuestra versión de un superhéroe sin presupuesto y sin poderes, que tenía que viajar en el transporte público; y ‘Mandrill’ [2009] era nuestra versión de las películas de James Bond, pero con un agente que se enamora y al que le sale todo mal, a diferencia del que conocíamos hasta ese momento”, enumeró el actor.
A diferencia del carácter intencionalmente juguetón de estas cintas, “El Puño del Cóndor” asume una tendencia mucho más seria y dramática. “Es mi proyecto más honesto como artista marcial y como un ser humano que ha recorrido un largo camino”, afirmó Zaror. “Nace de una conexión profunda con lo que soy como artista marcial, como cineasta, como realizador y como productor de películas, porque me involucro plenamente con los trabajos que hago”.
La cinta se filmó en el 2020, en plena cuarentena, lo que la lleva a tener un aire íntimo que respondió a las limitaciones de la situación y cuyas locaciones naturales, donde figura extensamente un bosque misterioso, le otorgan una suerte de sabor asiático que contrasta con la inclusión frecuente de unos elementos andinos que incluyen referencias a los incas y que, por supuesto, no dejan de mostrar al cóndor, la majestuosa ave de las montañas que ocupa un lugar esencial en el folklore sudamericano.
“Cuando pensamos en el proyecto, la idea era hacer una película clásica de kung fu, al estilo chino, pero que en lugar de mostrar un templo Shaolin y un ‘background’ de dinastías, aludiera a nuestros propios ancestros”, nos explicó Díaz. “Eso es lo que he tratado de hacer con todas mis películas en general”.
“Ballerina”, el spin-off de la saga de acción John Wick que actualmente está preparando Lionsgate, ha puesto sus ojos en Ana de Armas, la Chica Bonda de “No Time to Die”, para que se sume a la película como protagonista.
Fuera de serie
El director no ha negado nunca las influencias del ´exploitation´ en su obra, y reconoce abiertamente que esta se ha desarrollado sobre la base de escasos recursos, pero no está seguro de que sus trabajos puedan ser enmarcados dentro de la serie B, por el simple hecho de que la industria fílmica sudamericana no permite la realización de superproducciones con las que puedan hacerse esta clase de comparaciones.
“Si nos vamos por ese lado, todas las películas independientes que hacemos no son ni siquiera de serie B; son de serie Z, quizás”, dijo, antes de lanzar una risa cargada de resignación. “Pero sí podríamos incluirlas dentro del género fantástico, porque tienen de hecho muchos elementos irreales y fantasiosos, empezando por las peleas, que desafían incluso las reglas de la gravedad”.
En las cuatro películas anteriores que ha hecho con Zaror, Díaz escribió los guiones desarrollando personajes que calzaban de un modo u otro con el artista marcial y que habían sido discutidos entre los dos, pero en este caso, el texto que se empleó, y que volvió a ser firmado por el director, tomó en consideración los numerosos apuntes que su amigo le proporcionó, relacionados a preocupaciones mucho más personales del luchador.
“Hay diálogos que reflejan la forma en que me alimento y el tipo de entrenamientos que hago, pero también mis experiencias con el miedo y con el ego”, reveló Zaror. “De hecho, en algún momento, pensé en publicar un libro con todo lo que había escrito”.
Para Díaz, hacer cine con Zaror es más una pasión que un trabajo. “Las películas que hacemos juntos son como una extensión de lo que empezamos a hacer en la escuela secundaria”, comentó. “Esa misma cercanía me hace conocerlo como persona, como amigo y como actor, y saber cuáles son las cosas que lo mueven y las experiencias que ha tenido. Detrás de esa máquina de artes marciales hay un hombre muy sensible, y hemos tratado de que eso aparezca en la pantalla”.
Hay otro elemento sumamente personal en la cinta, porque, en cierto momento, los hermanos son entrenados por una maestra interpretada por Gina Aguad, madre de Zaror y experta en artes marciales por cuenta propia.
“Ella nació en Perú, donde estuvo en un templo haciendo servicio y donde practicó el kung fu durante muchos años, aunque, al irse a vivir a Chile, también hizo karate”, explicó el luchador. “Cuando yo empecé a mostrar inquietud en esta disciplina, ella me llevó a los gimnasios, y lo cierto es que ha sido una gran inspiración para mí”.
Pese a lo creíble que es su personaje, Aguad no es una actriz; antes de “El Puño del Cóndor”, solo había tenido un breve papel como narradora de noticias de televisión en ´Mirageman´. “Pero ella escribe libros y da disertaciones, por lo que yo sabía que iba a poder interpretar perfectamente al personaje”, enfatizó su hijo.
Operación California
En el 2019, si llegaste a dar una vuelta por el popular Bixby Park de Long Beach, California, que colinda con la bajada a la zona de playas, pudiste haberte encontrado con Zaror. Pero tendrías que haberlo hecho probablemente en la temporada de lluvias, porque él prefería que estuviera cayendo el agua desde el cielo para ejercitarse en ese lugar.
“Entrenaba y hacía meditación debajo de un árbol gigante con el tronco blanco que se encuentra ahí, y que es como una deidad para mí”, recordó el actor. “Al terminar, hacía una ceremonia de gratitud. Y también iba regularmente al gimnasio Iconix Fitness, que está al lado de la playa”.
Zaror no ha vivido solo en estos lares y en su país de origen. A los 18 años, se fue a Ciudad de México en busca de una chica mexicana que había conocido durante unas vacaciones en Cancún. El romance no duró, pero estar allí lo llevó a conocer a José Luis Mosca, un chileno expatriado que tenía una escuela de artes marciales en la capital azteca.
Al asistir a este gimnasio, nuestro entrevistado vio sobre una pared un afiche en el que su nuevo protector aparecía tirando una patada al aire, y que, como se enteró luego, era parte del material promocional de una película en la que Mosca había participado, y que no correspondía a un mercado que él conociera.
“Me contó que había hecho varias cosas con los hermanos Almada, básicamente películas de narcotraficantes que se rodaban en 16mm”, precisó Zaror, mencionando a los dos actores más recordados del cine de acción mexicano de bajo presupuesto. “Me llamó mucha la atención lo que me dijo, porque mi pasión por las artes marciales nació cuando vi ‘Operación Dragón’, la cinta de Bruce Lee. Un día, José Luis me pidió que lo reemplazara en uno de esos rodajes, porque estaba enfermo y ellos estaban buscando a ´un wey alto que esté mamado y que sea cabron’”.
“Lo hice, pese a no tener experiencia alguna en eso, y terminé participando en varias de esas películas, que llevaban títulos como ‘Carro cargado’, ‘Comando de mafiosos’ y ‘El gatillero’, y que se hacían específicamente para el público latino que vivía en Estados Unidos, pero que no hablaba inglés”, prosiguió el intérprete.“Se lanzaban en copias de VHS que se distribuían en ‘video homes’. Claro que, en ellas, nadie sabía cómo filmar las artes marciales; ni siquiera salían bien las patadas”.
Mientras trabajaba en esto, Zaror recibió una invitación de Eugenio Cobos, director del Centro de Educación Artística de Televisa, que era de paso obligatorio para cualquiera que quisiera desarrollarse como actor en las producciones del poderoso conglomerado televisivo. “Estuve aquí cerca de un año, pero Eugenio me advirtió que solo iba a poder hacer telenovelas, y que en ellas, lo más fuerte que iba a recibir era una cachetada a la que no podría responder”, narró Zaror. “Agradecí las oportunidades que me dio, y se las sigo agradeciendo, pero finalmente, me fui a Los Ángeles a empezar de cero”.
Tras un tiempo, Zaror se reencontró con Díaz en esta misma ciudad. El segundo acababa de terminar sus estudios de cine en Chile y España, y llegó al Sur de California con la idea de visitar a su amigo y meterse en algunos de los sets de filmación donde este se encontraba para poder adquirir conocimientos prácticos.
Curiosamente, fue aquí donde Díaz descubrió la existencia del mercado de películas para espectadores mexicanos de Estados Unidos que Zaror menciona más arriba. “Marko conocía a un productor que te compraba cualquier película de ese tipo que hicieras, por lo que logré que alguien me prestara una cámara y decidí hacer un largometraje prácticamente sin presupuesto, como un experimento y sin la intención de que fuera mi ópera prima”, nos dijo el realizador.
El guión, que contaba la historia de un asesino a sueldo que trabajaba para un narcotraficante, se escribió en un día, y el rodaje entero, que incluyó locaciones de Hollywood y Marina del Rey, duró siete. Zaror solo tuvo un ´cameo´. Aunque Díaz cree que el filme -llamado “El Tronador”- nunca se estrenó, lo subió hace dos años a su cuenta personal de YouTube, como una curiosidad y como una prueba de que lo que podía hacer con una cantidad mínima de dinero.
“El Puño del Cóndor” es supuestamente la primera cinta de una trilogía que Zaror y Díaz pretenden desarrollar en los próximos años, pero eso solo será posible si el público paga por verla. Y es por eso que el actor tiene una solicitud muy especial para sus seguidores.
“Les pido que no la pirateen”, señaló, esbozando una sonrisa, pero demostrando a la vez que está plenamente consciente de los hábitos de los latinos en lo que se refiere al consumo de películas. “Los distribuidores tienen que recuperar su inversión. Si no lo hacen, no podremos completar la serie”.
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