No es un secreto para nadie que la música urbana y las variantes más comerciales del pop son las que se encuentran de moda en estos días, y que el ímpetu impresionante que tenía todavía el rock hace unos cuantos años se ha visto tan mermado que el género ha quedado severamente relegado en algunos de los grandes festivales que lo ponían anteriormente sobre un pedestal, empezando por el de Coachella.
Pero la escuela de las guitarras eléctricas, cuya efervescencia no ha disminuido en los clubes ni en los eventos menos cercanos al ‘mainstream’, no ha desaparecido de los auditorios inmensos, al menos en lo que respecta a sus grandes nombres, como lo demuestra el hecho de que, con solo 12 fechas, los Rolling Stones encabezaron la lista de las giras más exitosas del 2021 dentro de los Estados Unidos.
El grupo del que hablaremos aquí tiene una trayectoria mucho menos extensa y, por ende, una popularidad mucho menor; pero eso no le quita valor alguno a lo que sucedió el domingo pasado en el SoFi Stadium de Inglewood, que por todos sus antecedentes ha sido uno de los conciertos más esperados del año en el Sur de California, lo que tiene que ver con el hecho de que la banda en cuestión es prácticamente una de las mayores instituciones culturales del estado.
Y es que, además de haber alcanzado a inicios de los ’90 una notoriedad que se extiende al globo entero, y de haber sentado las bases de una fusión de funk, hard rock, hip hop y psicodelia que ha sido altamente influyente, los Red Hot Chili Peppers ofrecen frecuentemente letras que se refieren al lugar donde vivimos, lo que ha sido celebrado por muchos pero se ha convertido a veces en objeto de burla de sus detractores, como lo revelaron los comentarios que leímos ante los anuncios en Facebook de la gira actual, donde abundaron también las quejas por el costo de unos boletos que, al colocarse en manos de los revendedores, alcanzaron niveles astronómicos.
El regreso de John Frusciante le da nueva vida a RHCP
En el SoFi, el furor de los asistentes, que llenaron aparentemente hasta el último asiento disponible en la butaca más alta (si has estado ahí, ya sabrás lo lejos que esta se encuentra del escenario), no disminuyó nunca, fomentado por una mezcla de sonido particularmente poderosa y afilada y por una puesta en escena que, ante la clara imposibilidad que existía de ver a los músicos directamente si uno no se encontraba cerca, contaba con tres pantallas gigantes en las que, además de presentarse tomas cercanas de ellos mismos, se apreciaban imágenes coloridas y de tintes psicodélicos cuya intensa luminosidad inundaba el amplísimo edificio.
Claro que nada de esto hubiera importado mucho si la música que brotaba del escenario no hubiera estado tocada de manera impecable. Como se ha dicho también por ahí, el repertorio elegido por la agrupación para este tour (que no ha sido inamovible, porque se cambian algunas canciones en cada fecha) deja casi de lado los temas más rudos y acelerados de los primeros álbumes, optando abundantemente por lo que se presentó a partir del quinto disco de larga duración, “Blood Sugar Sex Magik” (1991), y prefiriendo las piezas más apacibles, de tendencia soul y melódica, que colocaron a sus autores en los rankings radiales durante mucho tiempo.
Pero también hay que considerar la relación particular de RHCP (abreviatura con que se les conoce) con John Frusciante, su celebrado guitarrista, quien se incorporó recién en 1988, tras la muerte de Hillel Slovak, que había grabado ya dos álbumes con un combo que ha estado activo desde 1983 y que, un año después de ser fundado, publicó su debut discográfico con otro encargado de las seis cuerdas, Andy Gill.
Además de lo dicho, desde los años correspondientes a su primer ingreso, Frusciante ha dejado el grupo hasta en dos ocasiones, por lo que hay tres álbumes adicionales que se registraron con otros dos guitarristas, Dave Navarro y Josh Klinghoffer. Si todo esto te confunde demasiado, basta con decir que la reputación mayor de la banda corresponde a los trabajos que ha lanzado de la mano de Frusciante, quien no es solo alabado por sus increíbles habilidades con el instrumento, sino también por la labor aparentemente esencial que tuvo en la redefinición del sonido de RHCP y hasta en la creación de esas melodías vocales que tanto distinguen al conjunto en su etapa actual.
En ese sentido, él mismo, que retornó al grupo en el 2019, fue uno de los centros de atención a lo largo del show, sobre todo cuando interpretaba los maravillosos solos que tanto lo han distinguido en las grabaciones. Pero, en el plano de la acción, el que más impresionó fue el baterista Chad Smith, quien a pesar de haber cumplido ya los 60, se mostró absolutamente incansable en los tambores y en la ejecución de arreglos que no dejaron nunca de deslumbrar.
Tampoco se podía esperar menos de “Flea”, quien además de ser uno de los bajistas más destacados y mencionados del planeta, tiene una carrera limitada pero llamativa como actor (lo vimos recientemente en la serie de Disney+ “Obi-Wan Kenobi”). Aparte de ser el proveedor principal de funk en el combo, “Flea” es un sujeto sumamente carismático que se comunica constantemente con la audiencia y bromea con el cantante Anthony Kiedis, a diferencia de Frusciante, quien prefiere transmitir lo que quiere transmitir a través de su guitarra y no dijo ni una sola palabra.
Como ‘frontman’ que es, Kiedis acapara sin duda las miradas, lo que no quiere decir que haya sido lo más destacado de la presentación. Mostró un estado físico envidiable para sus 59 años, lo que le permitió mantenerse sin camiseta a lo largo de casi toda la presentación, luciendo un envidiable ‘six pack’; pero no se movió tanto como podría haberse esperado, aunque es necesario resaltar que los temas de medio tiempo que conformaron en gran medida la lista de la noche no requerían de los malabarismos del pasado.
Kiedis no es un gran cantante en términos de registro o de versatilidad, y parecía estar guardando garganta para lo que será una larga gira (se inició en España el pasado 4 de junio, y continuará al menos hasta la segunda semana de febrero del 2023, con una presentación en Australia), lo que hizo que, en ciertos momentos del concierto -los más ruidosos, pocos después del inicio-, su voz se perdiera en medio del estruendo.
Los Rolling Stones seducen nuevamente en vivo
Pero sí es un intérprete dueño de una sensibilidad particular que ha encontrado cabida en muchas de las composiciones de la segunda etapa de RHCP, como “Scar Tissue”, “Snow ((Hey Oh))”, “Otherside”, “California” y “Under the Bridge”, por mencionar algunas de las que se escucharon en el SoFi.
También ha mantenido su talento para rapear con convicción incluso en los momentos más inesperados; y para no dejar completamente de lado las raíces punk del combo, incluyó en la faena “Right on Time”, quizás la canción más acelerada de todo el concierto, pese a sus quiebres de música ‘disco’. Nos hubiera caído muy bien la presencia de “Suck My Kiss”, un corte del “Blood Sugar Sex Magik” que es más intenso y no es precisamente desconocido; pero bueno, se nos ofreció a cambio la excelente “Give It Away”, que debería ser obligatoria, pero cuya presencia, a estas alturas, no se encuentra garantizada.
Dejamos para el final el asunto del nuevo álbum, “Unlimited Love”, que ha tenido una recepción bastante polarizada y que fue representado en Inglewood por cuatro temas: “Here Ever After”, “These Are the Ways”, “The Heavy Wing” y “Black Summer”. El primero es un rock sólido y convincente; el segundo es un corte distinguido por unas encantadoras referencias a The Who que le dan a Smith una gran oportunidad de lucimiento; el tercero es una pieza que inicialmente no llama mucho la atención, pero que sorprende por la amplia participación vocal que le otorga a un inspirado Frusciante; y el cuarto es una balada que adquiere después velocidad y que, sin estar mal, es probablemente uno de los esfuerzos menos notables del disco, pese a haber sido su primer sencillo y a su excelente recepción comercial.
El show no empezó con los Peppers. A esos de las 7.30 p.m., hizo su aparición el segundo ‘telonero’, Beck, quien es por cuenta propia una figura esencial de la escena musical angelina y que tiene incluso lazos curiosos con la comunidad latina, porque pasó muchos de sus años formativos en el Este de L.A., pese a ser completamente anglosajón en el plano étnico.
Acompañado de una excelente banda, y tomando por su cuenta la guitarra eléctrica en varias ocasiones, el artista mostró su agradecimiento por encontrarse ante un público tan generoso como el que estaba allí, y además de manifestar la admiración que siente por los anfitriones de la velada (“los vi una vez tocando en la tarde en el Ford Amphitheater, y miren dónde están ahora”), hizo uno que otro comentario estrechamente vinculado a la cultura local, como cuando aseguró que le encantaría tener en esos momentos un platillo del popular restaurante armenio Zankou Chicken.
Por cuestiones naturales, su set -donde se filtraron elementos del ‘indie’ rock, el rap, el funk y la electrónica- fue directo y al punto, aunque resultó lo suficientemente largo como para ofrecer hasta 14 canciones, entre las que no faltaron las excelentes “Devil’s Haircut”, “Girl” y, por supuesto, “Loser”, el ‘hit’ de 1993 que llevó su particular sonido a toda clase de territorios.
No pudimos llegar a tiempo para ver al primer artista de la velada, Thundercat, un vocalista y bajista que se hizo originalmente conocido como integrante de la legendaria banda de ‘crossover thrash’ Suicidal Tendencies y que ahora funge de solista, enmarcado en un estilo mucho más apacible y cercano al R&B.
Sucede que la inmensidad del recientemente inaugurado SoFi, sumada a un diseño que no pocos califican de caprichoso y a la falta de conocimiento del personal de seguridad para saber dónde se encuentra cada sección y cómo llegar a ella, hace todavía que tome mucho tiempo -y mucha caminata- poder instalarse en los asientos que uno tiene asignados. Esperamos que esto se resuelva con prontitud, porque se trata de un auditorio de lujo.
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