Casi una de cada 16 mujeres estadounidenses perdieron su virginidad forzadas o presionadas
Se estima que 1 de cada 16 mujeres en los EE.UU. dijo que fueron forzadas o coaccionadas a tener relaciones sexuales por primera vez. Eso equivale a 3,3 millones de mujeres de 18 y 44 años.
Según un nuevo estudio, la primera experiencia sexual de aproximadamente una de cada 16 mujeres estadounidenses fue el coito forzado o coaccionado durante su adolescencia temprana, encuentros que podrían haber generado repercusiones duraderas en la salud de algunas de ellas.
Esas experiencias equivalen a una violación, expresaron los autores del estudio, aunque se basaron en una encuesta nacional que no utilizó ese término.
Casi el 7% de las mujeres encuestadas afirmaron que su primera experiencia sexual fue involuntaria, que ocurrió cuando tenían 15 años, en promedio, y que el hombre involucrado a menudo era varios años mayor que ellas.
Casi la mitad de quienes tuvieron relaciones sexuales involuntarias fueron retenidas por la fuerza para ello, y poco más de la mitad señalaron que fueron presionadas verbalmente para realizar el acto contra su voluntad.
Los hallazgos fueron publicados este lunes en la revista JAMA Internal Medicine.
“Cualquier encuentro sexual (con penetración) que ocurra contra la voluntad de alguien es una violación”, aseguró la Dra. Laura Hawks, médica internista e investigadora de la Facultad de Medicina de Harvard, quien dirigió el análisis. “Si alguien es presionado verbalmente para tener relaciones sexuales, también es una violación”.
En los años posteriores a la experiencia de sexo forzado o coaccionado, estas mujeres tuvieron más parejas sexuales, embarazos no deseados y abortos, así como más problemas de salud reproductiva -incluido el dolor pélvico e irregularidades menstruales- que aquellas cuya primera experiencia sexual fue voluntaria.
Casi el 16% de las afectadas informaron tener un estado de salud regular o malo, el doble de la tasa registrada en otras mujeres. El estudio no pudo establecer si el sexo forzado causó o contribuyó con alguno de los problemas de salud u otras cuestiones.
“Experimentar una violación en el primer encuentro sexual es una pérdida extrema de autonomía sobre la sexualidad propia”, remarcó Hawks. Para la especialista no es sorprendente que ello pueda derivar en problemas de salud mental y física posteriores, según otros estudios sobre los efectos duraderos del trauma.
Análisis anteriores demostraron que los efectos a largo plazo de la agresión sexual pueden incluir aislamiento social, sentimientos de impotencia, estigmatización, baja autoestima y conductas riesgosas; todo lo cual puede aumentar el riesgo de depresión y otros problemas de salud mental, según un comentario que acompaña el informe.
La investigación publicada el año pasado también halló que el bienestar psicológico y la salud física eran peores entre las mujeres cuya primera relación sexual había sido forzada o coaccionada.
El nuevo estudio analiza las respuestas de 13.310 mujeres adultas que participaron en encuestas de salud representativas a nivel nacional, llevadas adelante por el gobierno estadounidense entre 2011 y 2017, antes del movimiento #MeToo.
Los investigadores se centraron en una pregunta clave del sondeo, realizada durante entrevistas en persona, para saber si la primera experiencia de sexo vaginal de una mujer con un hombre había sido “voluntaria o involuntaria, es decir, ¿eligió tener sexo por libre voluntad o no?”.
Los resultados sugieren que para una de cada 16 mujeres estadounidenses, el primer encuentro sexual no fue voluntario. Eso equivale a 3.3 millones de mujeres en edad reproductiva, expusieron los autores del estudio.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), casi una de cada cinco mujeres han sido violadas en sus vidas, y a la mitad de ellas les sucedió cuando eran menores de 18 años.
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El estudio, que pidió a mujeres de entre 18 y 44 años que recordaran su primera experiencia sexual, no aportó información sobre el vínculo de las entrevistadas con esos hombres, que podrían haber sido novios, parientes o extraños. No se incluyó a varones en el sondeo.
Hawks expuso que es necesario enseñar a los niños habilidades de comunicación para evitar que tengan relaciones sexuales “con alguien que no está dispuesto”. La responsabilidad no debería recaer en las víctimas, remarcó. “El movimiento #MeToo es una señal prometedora de que estamos más dispuestos, como sociedad para abordar la violencia sexual”, agregó.
Según el comentario, el estudio carece de información sobre la salud de las mujeres y cualquier abuso cometido antes de su primer encuentro sexual. Tampoco hay datos sobre una posible violencia sexual posterior, todo lo cual podría contribuir a los problemas de salud, escribieron la Dra. Alison Huang, de UC San Francisco, y Carolyn Gibson, del Sistema de Atención de Salud de Asuntos de Veteranos de San Francisco, quienes estudian la salud femenina.
“Dicha investigación es necesaria para comprender y abordar la gama completa y las consecuencias de estas experiencias”, escribió la dupla.
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Para un especialista en educación sexual, Dan Rice, la educación sexual inadecuada en las escuelas de EE.UU contribuye al problema. “Nuestra cultura enseña a las personas a no ser violadas, en lugar de enseñar a no violar”, consideró Rice, director ejecutivo interino de Answer, un grupo de la Universidad de Rutgers que brinda capacitación en educación sexual para maestros y supervisa Sex, Etc., una revista y sitio web de educación sexual dirigido por adolescentes.
Sólo 24 estados exigen clases de educación sexual en las escuelas públicas, y algunos programas se centran únicamente en la abstinencia. El consentimiento no siempre está incluido en el programa, y a los varones a menudo no se les enseña a expresar sus emociones de manera saludable, explicó.
Para Sarah Emily Baum, de 19 años, quien escribe en Sex, Etc., los resultados del estudio suenan ciertos. “Casi todos tienen una historia como esta, o similar; o conocen a alguien a quien le ocurrió”, afirmó Baum, estudiante de segundo año de la Universidad de Hofstra, en Hempstead, Nueva York.
Baum recordó que un oficial de policía que fue invitado a su preparatoria para hablar sobre el consentimiento sexual y los ataques se centró sólo en las niñas, y les dijo: “‘Deben asegurarse de decir que no, y expresarlo lo suficientemente fuerte como para que la gente lo escuche’”. En la charla la responsabilidad de los varones se mencionó poco y no se habló de agresiones entre personas del mismo sexo, o incluso de las mujeres como agresoras, expuso Baum, quien es homosexual. “Si voy a una cita con otra chica, también debo asegurarme de que haya consentimiento y límites claros”, afirmó. “[La cuestión] Va en ambos sentidos”.
Tanner escribe para la agencia Associated Press.
Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.
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