OPINIÓN: Ahora contra los migrantes legales
El presidente Donald Trump ha lanzado la iniciativa de restringir el estatus migratorio de aquellos inmigrantes, que buscando la residencia permanente o la ciudadanía, podrían convertirse en “una carga” para la economía de Estados Unidos. Particularmente, habla del uso de programas de asistencia social. No se trata en esta ocasión de atacar a los indocumentados, sino a aquellos que se encuentran en Estados Unidos de manera perfectamente legal o que buscan hacerlo.
Es altamente probable que algún juez detenga, matice o modifique este tipo de disposiciones, pero la tendencia y perspectiva es claramente antiinmigrante. Es igualmente claro que cualquiera de estas medidas afecta a millones de mexicanos y por supuesto, la ingenuidad no alcanza para suponer que el gobierno mexicano intentará hacer algo al respecto. A pesar de que los afectados sean mexicanos y sí, se cuenten por millones.
California demanda a la administración Trump para desafiar la legalidad de una nueva regla de’carga pública’ que podría negar las tarjetas verdes a los inmigrantes que reciben ayuda pública.
El presidente estadounidense, que busca reelegirse, está ahora diversificando su discurso antiinmigrante y mucho me temo que ahora puede generar mayores apoyos. Mas allá de su base electoral. Veamos.
Durante la campaña electoral de 2016 y sus primeros años de mandato, Donald Trump enfocó su energía hacia la inmigración ilegal. Los acusó de “traer droga” y de ser “violadores”. De ahí la idea de construir un muro y las críticas -y sometimiento-, a México para detener esa inmigración en su territorio. Este discurso, ya lo sabemos, alimenta a sus bases, las consolida en torno a su candidatura y en algunos casos extremos, como ocurrió con el atacante de El Paso, los inspira para agredir a mexicanos. Total, son delincuentes.
Una regla propuesta por la Casa Blanca dificultaría que los inmigrantes legales obtengan la residencia permanente si han recibido ciertos tipos de asistencia pública, incluidos Medicaid, cupones de alimentos y subsidios para la vivienda.
Ahora hay una nueva componente. Las medidas anunciadas ya no están enfocadas hacia los indocumentados. Sin abandonar el discurso que ataca la inmigración ilegal, ahora se trata de que los inmigrantes legales no le cuesten al contribuyente estadounidense y que no sean una “carga”.
Este discurso es más rentable políticamente y le puede generar apoyos más allá de sus enardecidas bases. Tiene toda la lógica, ¿por qué nos deben costar los inmigrantes? Esta retórica la suscribirían la mayoría de los mexicanos con respecto a los inmigrantes centroamericanos e incluso es en el fondo, y a veces no tan en el fondo, lo que muchos hispanos en Estados Unidos piensan. Poco importa que esas medidas tengan efectos negativos y que sin esa ayuda social esos inmigrantes serían aún más costosos o que los hispanos sean los que menos usan esos programas.
Anuncian nueva normativa para facilitar el rechazo de inmigrantes legales con bajos ingresos y que acceden a programas de ayuda pública en el país.
En esta misma lógica se inserta otro mensaje que suena políticamente aún más correcto y que para los hispanos sería devastador. Desde hace tiempo el presidente Trump ha insistido en que el sistema de selección de los inmigrantes legales sea en función de méritos y se acabe así, con lo que él y muchos otros llaman incorrectamente, como la “migración en cadena”, que técnicamente ha sido utilizada con propósitos de unificación familiar. Es decir, no es sólo que los inmigrantes no nos cuesten, sino que además lleguen los mejores y no los familiares, ¿quién podría oponerse? El presidente Trump tiene cada vez mejores asesores.
Las posiciones de Trump tienen dos problemas que no son visibles.
En el fondo, deshumanizan el desarrollo de una sociedad. La base del crecimiento social es la familia y, por supuesto, no lo digo desde una perspectiva moral. Un inmigrante aislado, sin su familia, no tendrá un desarrollo e inserción social sana, no buscará esforzarse o crecer en una sociedad, ¿para qué o para quién?
Adicionalmente, esa lógica incorporaría una distorsión en el mercado laboral y atraería migrantes que, esos sí, desplazarían a los estadounidenses. La migración como se ha dado hasta ahora, se reconozca o no, es complementaria y ha servido para cubrir ocupaciones que los nativos no quieren y en eso ayuda un diferencial en la calificación de la mano de obra que llega. Alguien muy calificado difícilmente aceptará trabajar en la construcción en invierno o llegará a laborar a las cocinas de los restaurantes a las 4 de la mañana. Peor aún, preguntemos en Estados Unidos: ¿usted quién prefiere que construya su casa? ¿un Noruego con doctorado o un mexicano sin licenciatura?
El escenario es preocupante, porque el debate se centra en discursos muy desfavorables para la comunidad latina y, particularmente, para la mexicana en Estados Unidos. Cada vez es más claro que desde México no se hará ni se dirá nada y que la clase política en Estados Unidos, en ningún partido, es la solución. Se hace más evidente que lo que los inmigrantes no hagan por ellos mismos, nadie más lo hará. Mientras los hispanos y mexicanos no participen en la solución de sus problemas en Estados Unidos, las comunidades a las que pertenecen seguirán siendo atacadas.
*Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute
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