Una visita de un equipo juvenil de béisbol, de Jalostotitlán, Jalisco, al Sur de California causó un reencuentro familiar inesperado y experiencias especiales para todos sus integrantes.
Cuando la esposa de Luis Márquez le dijo por medio de una llamada telefónica desde México, que posiblemente vería a su pequeño hijo Carlos “en tan solo unos días en Estados Unidos”, él no lo pudo creer al instante, pero al ver que la posibilidad era seria, lloró de la emoción.
Luis tuvo que abandonar hace tres años su hogar – en Jalostotitlán, Jalisco – a su familia y amigos, con el deseo de conseguir unos ahorros monetarios en “el norte” para después devolverse a su tierra y trabajar en la ganadería y en el rancho, además de reunirse con todos nuevamente.
Tras tres años sin ver a su pequeño Carlos, Luis no quería desaprovechar la oportunidad de volver a ver al segundo de sus tres hijos, que llegó a Montebello el 30 de junio. Luis manejó las más de 400 millas desde su lugar de residencia en Vallejo, California, que se le hicieron eternos, pero que finalmente le permitió el reencuentro el 1 de julio con Carlos en el Stevenson Park de Carson.
Carlos llegó a Estados Unidos con un equipo juvenil de béisbol mexicano junto a sus dos mánagers con la intención de jugar cuatro partidos con equipos locales y visitar algunos lugares turísticos.
“Venir desde tan lejos y ver a mi hijo aquí, es grande, es muy especial”, dijo Luis a LA Times en Español. “Nos quebramos en llanto. Aquí fue donde nos miramos los dos. Ahora me pude quedar con él en el hotel en Montebello y estamos compartiendo mucho tiempo juntos”.
El reencuentro hizo que Luis se mantuviera fiel a una promesa que le hizo a su familia antes de partir al peligroso viaje que casi le costó la vida. Para octubre, Luis planea devolverse a su pueblo.
“Ella es la maestra y educadora, yo nada más aporto”, dijo Luis sobre la labor que ha tenido que hacer su esposa con sus hijos ante su ausencia. “Estuvo un poco nervioso cuando nos vimos, pero ahora está más tranquilo”.
Luis, quien se dedica a la construcción como albañil, tuvo que cruzar la frontera entre México a Estados Unidos, pero el trayecto fue duro y dijo haber tenido mucha suerte que él y su sobrino de 16 años, en ese entonces, salieron vivos de la travesía.
El viaje fue de un mes y en el camino. El “cerro” le trae duros recuerdos y no puede retener las lágrimas cada vez que habla del tema.
“Fue una experiencia muy mala, muy dura”, dijo Luis. “Cinco días caminando, tres días sin agua en el desierto. Varias veces sentí que no la iba a hacer. No podíamos respirar por el polvo, incluso pensamos en que nos dejáramos agarrar de la migra, pero ni ellos nos hallaban. Nuestro guía nos admitió que estábamos perdidos”.
La dura aventura empezaría entonces a cobrar factura para algunos miembros del grupo que atravesaba el cerro entre Tecate a Indio.
“Sentimos la desesperación, no teníamos agua… perdimos a dos en el camino”, dijo Luis mientras trataba de mantener la calma, pero las lágrimas no hacían caso a su deseo. “Eran dos hombres que no supimos más de ellos, se nos perdieron y no creemos que hayan llegado”.
Juntos nuevamente
La reunión de Luis y Carlos fue prácticamente accidental, ya que no era el propósito real del viaje.
Simplemente ocurrió, según dijo Miguel Jiménez, el presidente de la organización a cargo de facilitar el viaje. El equipo llegó a Estados Unidos gracias a un programa de la Fundación Jalos, que es una organización sin fines de lucro y que por medio de donaciones de sus miembros en Facebook con la página Unidos Jalos y de personas no directamente relacionadas, ofrecieron patrocinios para facilitar a los 14 chicos y sus dos mánagers de vivir la experiencia de viajar a Estados Unidos desde el 30 de junio hasta el 8 de julio.
“Me emocioné cuando lo vi, nos sentamos a platicar y estuve muy feliz”, dijo el pequeño lanzador de Jalos. “Dije ‘si no me dan la visa, no lo voy a poder ver’ y desde que vine, me gustó toda esta experiencia aquí también. Le he contado a mi papá que voy a torneos y hago muchas cosas”.
Los mánagers de Jalos, José Manuel Padilla y Moisés Márquez Mendoza conducen al equipo en ligas como el municipal de la región y los Altos. Ambos tuvieron su primer viaje a Estados Unidos.
“De venir para acá, es totalmente diferente a lo que vivimos en México en nuestros viajes”, dijo Padilla de 37 años. “El estilo de vida, las atracciones, los parques, todo es distinto, pero muy bonito. Nos han recibido bien los de la Fundación Jalos y la gente en general”.
Para Mendoza, la experiencia fue algo especial, pues él también pudo reconectarse con su hijo que vive en Modesto.
“Vino para ver los partidos y llevaba tres años sin verlo”, dijo Mendoza. “Esta fue la oportunidad para volver a verlo. Él estaba muy emocionado y se quedó toda la semana conmigo aquí”.
Por lo menos tres integrantes del equipo y dos padres no pudieron ser parte de la comitiva por distintas razones al no haber completado las aplicaciones a tiempo o cometieron errores al momento de tramitar completamente la visa para poder viajar.
Muchos de los participantes ni siquiera tenían el pasaporte mexicano, por lo que hizo que el proceso sea aún más complejo y lleno de retos. Sin embargo, fueron capaces de tramitar los documentos necesarios, incluyendo nuevos pasaportes, para la gran mayoría de los aplicantes.
Carlos, de 12 años, es uno de los jugadores más importantes del equipo y actualmente representa al estado de Jalisco en las divisiones menores. Sus dos hermanas también juegan el béisbol, que aparte del futbol en México, es uno de los deportes más populares.
Desde muy temprana edad, su padre reconoció el gusto de su hijo por el deporte y su capacidad para lanzar la bola. A medida que se va desarrollando en el béisbol, su proceso de aprendizaje sobre el montículo ha ido en subida, permitiéndole ser reconocido a nivel local.
“Él es el que está luchando por esa oportunidad y gracias a él estoy contento con la familia”, dijo Luis.
Para Jiménez, el saber que este viaje facilitó la reunión temporal de estos familiares reafirma el valor que tiene la función de la organización que hace 40 años le dio la oportunidad a su hermano Raúl para vivir una experiencia similar al visitar tierras estadounidenses con el equipo de Jalos.
Junto a Raúl, fueron de los elegidos para participar cuando Miguel tenía 10 años. Sin embargo, debido a que su familia era de bajos recursos, sus padres decidieron que solo Raúl, de 14 años, viajaría con la Fundación y con el equipo juvenil de béisbol, algo que fue muy doloroso aceptar para el entonces pequeño Miguel.
“En ese tiempo, los padres se costeaban y mis padres decidieron que, porque Raúl era el mayor, había que darle la oportunidad a él y por eso, ahora, buscamos las formas de costearles los viajes para que nadie se quede sin venir”, dijo Jiménez. “Además de que mi hermano es cátcher, entonces mi papá le veía más posibilidades a él que a mi en segunda base”.
La Fundación Jalos no volvió a traer más equipos desde ese entonces y dejó de funcionar para volver a reiniciar actividades en 2022. Para lograr el objetivo de traer a los pequeños beisbolistas, que visitaron desde el 30 de junio hasta el 8 de julio, tuvieron que recurrir a la comunidad para que aportara en el itinerario programado para ellos.
Entre las actividades que disfrutaron los niños y los mánagers, estuvieron la de jugar cuatro juegos contra diversos equipos locales, visitar estadios como el Petco Park, de los Padres de San Diego, el Dodger Stadium de los Dodgers, el Crypto.com Arena para ver a las Sparks, pasar un día en Disneyland y comer en lugares populares de hamburguesas y otros tipos de comidas.
“Gracias a gente de Jalos, empresaria, que nos ha echado la mano para ayudarnos con comida, como La Vallarta, Northgate con mucha carne también, personas que les dan dinero a los niños y gente como Benigno Jiménez que pagó 20 boletos a Disneyland, Gerardo Tabares y su hermano con 20 boletos para los Dodgers”, recontó Jiménez del apoyo que recibieron para hacerlo posible.
Jiménez señaló que, en algunas ocasiones, durante los eventos, en los parques se les acercaron gente con curiosidad para saber de qué trataban los eventos y eventualmente ofrecían apoyar con cualquier cosa a los visitantes.
Entre los que estuvieron presentes en los juegos en los parques, aparecieron figuras como la de Camilo Rentería, que es residente de La Habra y fue uno de los impulsores de la organización hace más de 40 años. Rentería se encargaba de conseguir los parques para que se llevaran a cabo los juegos, además de donaciones y otros elementos necesarios.
“Para el próximo año tenemos que ser mejor, aunque todo salió muy bien ahora, todavía podemos mejorar”, dijo Rentería. “Queremos que vengan más equipos y tener un cuadrangular, hay muchas cosas que se pueden hacer”.
Otro de los personajes importantes fue Gilberto Vallejo Jauregui, quien reside actualmente en Winchester, California, y en su regreso a vivir a México, notó que los pequeños jugadores no tenían la indumentaria necesaria para jugar el deporte de manera más cómoda.
“Hasta con guaraches jugaban”, dijo Jauregui. “Pero vi que estos muchachos jugaban igual que los de Estados Unidos y platicando con gente que conocía aquí, ya arreglamos para traerlos aquí hace 42 años”.
Jauregui dijo que el traer a aquel grupo fue un proceso más fácil en cuestión de logística porque el “pasaporte era solo una foto para todos y con eso podían entrar al país”.
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