MENDOTA, California. — El día soñado, Jessenia Núñez vistió un traje negro, lució unos aretes y dejó caer su cabello lacio sobre sus hombros. Aunque el trayecto de 38 millas desde la ciudad de Mendota se le hizo interminable, no se le difuminó su inconmensurable felicidad dibujada en su rostro, después de atravesar campos de verduras y frutas hasta llegar al edificio federal Robert E. Coyle, en Fresno. Los nervios los tenía controlados, pero al ver el ingreso de la juez Ana de Alba en la sala de ceremonias #3, las emociones se le agitaron y solo quería que el tiempo avanzara como un rayo de luz.
“Pasar el examen de la barra del estado de California no es nada fácil”, dijo la juez federal al saludar a los familiares en la sala ubicada en el séptimo piso. Cuando el reloj marcó las 2:06 p.m. del 8 de diciembre, Núñez subió al estrado y después de repetir 66 palabras —en las que juró lealtad a la Constitución y prometió actuar con dignidad, cortesía e integridad—, el recinto estalló en aplausos y gritos a las 2:08 p.m. cuando se convirtió en abogada. “¡La hicimos!”, reaccionó eufórica la hija de inmigrantes salvadoreños.
La juramentación como abogada fue la cereza en el pastel, en un camino que viene pavimentando con un logro tras otro. En su familia fue la primera en ir a la universidad, en el 2014 se graduó de la licenciatura en ciencias políticas de UC San Diego. Luego obtuvo el doctorado en jurisprudencia en la prestigiosa Escuela de Leyes de UC Berkeley, en mayo de 2023. Núñez, de 31 años, nació en Blythe cuando sus padres laboraban en los cultivos del condado de Riverside. En la infancia sus progenitores la llevaban a los campos agrícolas de Yuma (Arizona), Salinas (California) y regiones aledañas al Valle Central. A finales de 1999 su familia se estableció en Mendota, en el condado de Fresno.
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“Cuando yo era chiquita —en la comunidad y la familia— no conocíamos a nadie que tuviera una carrera profesional o gente que haya ido a la universidad”, admitió la nueva abogada. Su madre, Vilma López, de 53 años, estudió hasta el noveno grado en Sensuntepeque, El Salvador. Su padre, Rafael Núñez, de 55 años, cursó hasta el cuarto grado en el mismo lugar.
La ciudad de Mendota, ubicada a más de 230 millas al norte de Los Ángeles, en la última década dejó de ser un enclave mexicano y ahora es conocida como “el pequeño El Salvador”, como lo publicó Los Angeles Times en el 2022, por el origen de más del 50% de los habitantes. Lo que sigue invariable es la fuente de ingresos, más del 60% de los pobladores viven de la agricultura. A eso se dedican hasta la fecha los padres de Núñez, trabajando bajo el sol y el frío en los campos de lechuga, brócoli, melón, sandía, pistacho y tomate.
Travis Kirby, director de Mendota High School, celebra el logro de Jessenia, pero lo que más le emociona es que ella se convertirá en un referente positivo para otros. En esta secundaria actualmente hay 1,097 alumnos, siendo “un porcentaje mucho mayor de estudiantes de América Central, sobre todo de El Salvador”, aseguró. “Ella hizo el mismo recorrido que muchos de mis estudiantes. Entonces, si ellos ven el éxito en otra persona que hizo el mismo trayecto, pueden verse a sí mismos teniendo el mismo nivel de exito”.
Mientras sus progenitores sudaban en los campos agrícolas, Jessenia se propuso estudiar con ahínco. En el 2006, cuando Núñez empezaba la secundaria, su profesor de ciencia era Samuel Rubio. Él afirma que su alumna quería comerse el mundo, la recuerda como alguien competitiva, enfocada, madura y con una fuerza de voluntad imperiosa. “No sé si hay una estudiante que me hiciera más preguntas que Jessenia, tenía una gran curiosidad”, dijo.
Luego de graduarse de Berkeley, el 12 de mayo pasado, Núñez concentró su tiempo y energía en la preparación para el examen que le daría el título de abogada. Era tanta la información que debía estudiar que le causó estrés e insomnio. Sin embargo, el 9 de noviembre en el apartamento de sus padres hubo una explosión de júbilo al confirmar que había aprobado el intrincado test. Un selecto grupo de 5,300 personas aprobaron este examen en el 2023 en todo California, según datos de la Barra de Abogados. El 11% de ellos eran latinos, una cifra que ha incrementado en comparación al 4% que se registraba en 1990.
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En una mañana nublada, vestida con suéter y pantalón de mezclilla, Jessenia se paró frente a la secundaria en donde se graduó en el 2010. En ese momento faltaban un poco más de 24 horas para la juramentación y su alegría era incuestionable. “Me gustaba estar súper involucrada, pasaba mucho tiempo en la escuela. Quería hacer de todo, fui la presidenta de la clase —tres años consecutivos—, estuve en el libro del año”, rememoró apostada junto a un muro de cemento.
La noticia del éxito de Núñez se regó como pólvora en la comunidad. Al caminar por las oficinas de la secundaria se notaba de forma irrebatible.
“Yo sabía lo que ella tiene en su interior, no me sorprendió. Fui su profesor por tres años, siempre demostró eso”, dijo Kirby, director de Mendota High School, sobre el examen que Jessenia aprobó en el primer intento. Aunque han pasado más de 13 años desde que Núñez obtuvo el diploma de secundaria, él ubica con precisión a la exalumna de su clase de historia. “Recuerdo que ella estaba motivada, enfocada y orientada a objetivos. Ella tiene un impulso competitivo, disfrutaba aprender, era una de mis favoritas en el salón de clases”.
En esta escuela ella encontró mentores que la guiaron y la motivaron. Sin proponérselo, ahora Jessenia emerge como un ejemplo en la localidad. Al dirigirse hacia su vehículo, Núñez fue abordada por Beto Mejía, entrenador de fútbol americano de la secundaria. “¡Felicidades!”, le dijo al igual que otros empleados de la escuela. “Estoy orgulloso de ti, veo que es posible”, agregó con franqueza.
En el periodo 2018-2022, según datos de la Oficina del Censo, tan sólo el 3.6% de las personas de 25 años o más de Mendota obtuvieron un título de licenciatura universitaria o postgrado. Por eso, casos como el de Jessenia tienen mucha trascendencia, apuntó Gloria Itzel Montiel, profesora de la Universidad de Claremont. La investigadora, graduada con una maestría en enseñanza y aprendizaje de la Universidad de Harvard, sostiene que cuando otros estudiantes se ven reflejados en alguien de su misma comunidad, raza o estatus socioeconómico, provoca inspiración.
“Cuando los estudiantes escuchan que alguien se atrevió a aplicar no solo a la universidad, sino a la escuela de leyes, se graduó y pasó el examen de la barra de abogados del estado, y ahora va a regresar, eso motiva muchísimo a los estudiantes al darse cuenta de que es posible soñar”, dijo Montiel. “Esa persona ahora es un ejemplo para los estudiantes que siguen. Ese impacto se multiplica mucho especialmente en una comunidad rural”.
Jessenia tiene una conexión punzante con los migrantes. Con el fin de ayudar al hogar, tuvo su primer empleo de niñera a los 13 años y trabajó en una cafetería cuando estaba en secundaria. Iba con su madre a vender cobijas, perfumes, maquillajes y pan. También se convirtió en la traductora de sus padres. Cuando tenía nueve años su familia rentaba una habitación en una casa, en ese espacio estrecho dormían cuatro personas: sus progenitores, una hermana y Jessenia. En ausencia de su papá, quien trabajaba por una larga temporada fuera de California, intempestivamente al esposo de la dueña de la vivienda se le ocurrió sacar a los inquilinos.
“¡Tienes que buscar a donde irte!”, le dijeron a Vilma, la madre de Núñez.
Ese suceso desgarró el corazón de Jessenia, tanto que fue incluido en el ensayo que escribió para ingresar a la universidad. Ella veía a su madre desesperada. Salieron a buscar apartamentos y no había habitaciones disponibles. En medio de esa zozobra, Vilma llegaba solo a dormir a la vivienda en donde la estaban desalojando. Cuando salía el alba se iba a la casa de una amiga, ahí comía y permanecía hasta que caía la noche.
La estudiante de la Escuela Secundaria de Santa Ana estudiará biología en el otoño de 2021. Pero primero tuvo que ayudar a su padre a salir de un centro de detención de inmigrantes.
“Esa Navidad fue muy triste para mí y mis hijas”, dijo la madre, recordando que entre noviembre y diciembre de 2001 permanecieron errantes. “Ella nada más me miraba que yo lloraba”, agrega Vilma, detallando que su hija hablaba con los administradores de edificios. Jessenia decía en inglés lo que su madre le explicaba en español. Aquella niña se sentía frustrada, avergonzada, triste y fracasada. En enero de 2002, luego de escuchar el clamor de Núñez y su familia, una mujer anglosajona les rentó un apartamento de dos recámaras, algo que les devolvió el alma al cuerpo. “Me di cuenta que yo podía explicar bien las cosas y podía abogar por mi familia”, reconoció sobre esos pasos que le condujeron a la carrera de leyes.
Así se forjó la resiliencia de Jessenia, una cualidad que según ella abunda entre los habitantes de Mendota, ciudad a la que llegaron sus padres entre 1985 y 1990 buscando mejores derroteros. En medio de limitaciones, Núñez reconoce que sus progenitores apoyaron con tenacidad sus esfuerzos académicos. “Ellos representan mi motivación, mi pasión, mi razón de ser. Cuando los días eran difíciles en la escuela de leyes, porque me sentía fuera de lugar todos los días, me recordaba por qué motivo mis padres se vinieron de El Salvador”, confesó. “Me siento emocionada, orgullosa y bendecida de poder compartir este momento con mi mamá y mi papá, ¡es lo más grande!”.
Entre la algarabía de aquel 8 de diciembre, los progenitores de Jessenia irradiaban regocijo con una mezcla de incredulidad. “Siento como que no es realidad, porque es algo bien grande”, aseguró Vilma. En cambio, el padre admitió que llevaba mucho tiempo viendo a su hija como abogada, porque ha observado que todo lo que ella se propone, lo logra. “Es un bonito ejemplo para los demás que tienen ganas de salir adelante”, dijo Rafael.
Cuando la ceremonia parecía finalizada, la juez Ana de Alba sorprendió a todos al sugerir un recorrido por su oficina. La magistrada mostró varias fotografías colgadas en la pared, entre ellas despunta una imagen en blanco y negro de una casa —sencilla, vetusta y anticuada— en donde vivió en Dos Palos, ciudad ubicada a 23 millas al norte de Mendota. Esta y otras imágenes, sobre sus orígenes en el Valle Central, son las que muestra a los hijos de inmigrantes que visitan con frecuencia la oficina #9501, a quienes anima para que avancen en posiciones poco tradicionales entre los latinos.
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“Mis padres también trabajaban en el campo, en México no fueron a la escuela”, indicó sin inmutarse la juez de 45 años. “Yo también trabajé en el campo”, señaló con orgullo la oriunda de Merced (California) que veinticinco días antes de esta ceremonia fue confirmada como juez de la corte de apelaciones del noveno circuito, en una votación del Senado de Estados Unidos ratificando la nominación del presidente Joe Biden. Luego de explayarse en sus antecedentes la magistrada sentenció: “Donde empiezas no va dictar donde terminas”.
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