El exalcalde de Los Ángeles Richard Riordan fallece a los 92 años
Richard J. Riordan, el emprendedor e inversionista de alto riesgo que, como alcalde dirigió la recuperación de Los Ángeles tras los disturbios de 1992, amplió el Departamento de Policía y dirigió la recuperación tras el terremoto de Northridge, ha muerto en su casa de Brentwood.
Riordan, el último alcalde republicano en una ciudad que se volvió liberal, tenía 92 años. Sus familiares dijeron que murió poco después de las 19.30 horas del miércoles rodeado de su familia, amigos, cuidadores y sus queridos perros.
“El alcalde Richard Riordan amaba Los Ángeles, y dedicó mucho de sí mismo a mejorar nuestra ciudad”, dijo la alcaldesa Karen Bass. “Aunque nació en Nueva York, el alcalde Riordan será recordado como una persona nativa de Los Ángeles”.
El presidente del Ayuntamiento, Paul Krerkorian, calificó a Riordan como un incansable defensor de la ciudad.
“Richard Riordan amaba Los Ángeles y sus contribuciones a la ciudad son extraordinarias y duraderas”, dijo Krekorian en un comunicado. “Cuando la ciudad quedó devastada por el terremoto de Northridge, volcó toda su energía y capacidad de gestión en la recuperación de la ciudad, y reconstruyó infraestructuras vitales en un tiempo récord”.
Riordan, republicano moderado y favorable al derecho al aborto, hizo fortuna como agente de inversiones y se convirtió en donante cívico y político antes de presentarse como candidato independiente por primera vez a los 62 años.
Cuando asumió el cargo en julio de 1993, prometió a los votantes un mejor clima empresarial, más policías y mejoras en los servicios básicos. Cuando terminó su gestión, ocho años más tarde, obligado por los límites de mandato impuestos por los votantes, gran parte de su objetivo de conseguir una ciudad más limpia, segura y funcional se había hecho realidad. La delincuencia había disminuido, la economía local se había recuperado y, aunque el Departamento de Policía de Los Ángeles seguía sin alcanzar sus metas, aumentó hasta alcanzar un número récord de agentes.
Riordan shepherded L.A.’s rebound from the 1992 riots, expanded its police force and led its recovery from the Northridge earthquake.
También desempeñó un papel clave en la reforma de la Carta Municipal para exigir más responsabilidad a los jefes de departamento y dar a los residentes más voz en el gobierno de la ciudad a través de un nuevo sistema de consejos de barrio, con lo que quitó argumentos a los activistas del Valle de San Fernando que buscaban separarse de la ciudad.
Pero también bajo su mandato, el escándalo de corrupción policial de Rampart salió a la luz a finales de 1999. Los críticos le acusaron de no haber actuado con suficiente rapidez en la reforma, y Riordan cedió más tarde, a regañadientes, el control del Departamento de Policía de Los Ángeles al Departamento de Justicia de EE. UU. en forma de un decreto federal de consentimiento.
Riordan que se autoproclamaba como un “solucionador de problemas”, le gustaba reunir a personas ajenas al gobierno para encontrar soluciones. A principios de su primer mandato recurrió a su viejo amigo y filántropo Eli Broad para recaudar fondos que permitieran retomar el proyecto del Walt Disney Concert Hall, que estaba paralizado. Otras iniciativas similares permitieron recaudar millones para hacer mejoras en la tecnología de información en las estaciones de policía y en las patrullas.
Aunque de carácter afable e impaciente, Riordan nunca supo cómo trabajar dentro del ámbito de la burocracia, y sus frecuentes enfrentamientos con los miembros del consejo, que decían que les excluía y les faltaba al respeto, dejaron un ambiente de frustración en ambas partes.
“Cuando tenía que trabajar dentro de la administración municipal no era muy eficaz, pero cuando podía hacerlo fuera de ella, lo hacía muy bien”, afirma Erwin Chemerinsky, decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Berkeley, que trabajó con Riordan durante las tensas negociaciones para redactar una nueva carta orgánica que se presentó a los votantes.
Después de que James K. Hahn le sucediera como alcalde en 2001, Riordan intentó introducirse en la política estatal, pero perdió las elecciones primarias republicanas a gobernador de 2002 frente al conservador Bill Simon Jr. Se planteó volver a presentarse en las elecciones especiales de 2003 para revocar y sustituir al gobernador Gray Davis, pero desistió cuando su amigo y vecino de Brentwood Arnold Schwarzenegger se lanzó a la carrera.
Sin embargo, Riordan siguió participando en la vida cívica mucho después de dejar el Ayuntamiento, recaudando fondos para programas infantiles, apoyando a candidatos en las elecciones locales e impulsando la reforma escolar, que era una de sus causas favoritas.
“Era un hombre de negocios que pensaba que podía gobernar Los Ángeles mejor que los políticos”, afirma Raphael Sonenshein, director del Instituto Pat Brown de Asuntos Públicos de la Universidad Estatal de California en Los Ángeles.
Cuando Riordan, persuadido por su viejo amigo y agente demócrata Bill Wardlaw, se presentó a las elecciones primarias no partidistas para reemplazar al alcalde Tom Bradley después de un mandato de 20 años, muchos pensaron que Riordan tenía muy pocas posibilidades de ganar, ya que después de todo él era un republicano blanco y rico en una ciudad cada vez más pobre, minoritaria y demócrata.
Pero también era una ciudad que se sentía de capa caída. La primavera anterior habían estallado violentas protestas tras la absolución de cuatro policías acusados de golpear al conductor negro Rodney G. King. El desempleo iba en aumento. La delincuencia estaba en su punto más alto y la imagen que Riordan daba de sí mismo como un “outsider” lo bastante duro como para transformar a L.A., resonó, especialmente entre los votantes blancos del Valle.
Sus esfuerzos por aprobar una medida electoral para limitar los mandatos municipales y su promesa de aceptar sólo un dólar al año como sueldo consolidaron su imagen de político ciudadano desinteresado en el dinero.
También le ayudó el hecho de ser lo suficientemente rico como para financiar gran parte de la que entonces fue la campaña más cara de la historia de la ciudad. Riordan aportó 6 millones de dólares de su propio bolsillo para competir en unas primarias muy reñidas y derrotar al entonces concejal Mike Woo en una amarga segunda vuelta. La campaña de Riordan gastó parte de sus recursos en un folleto de amplia distribución, titulado “Turning L.A. Around”, en el que detallaba sus ideas.
Una vez elegido, agilizó el proceso de concesión de permisos de la ciudad, tomó medidas para reducir la burocracia en los rodajes de cine y televisión y convocó un comité para revisar el complicado y, según muchos, injusto sistema de impuestos a las empresas.
“Hemos logrado una nueva actitud en el Ayuntamiento”, dijo Riordan a un grupo de residentes del valle de San Fernando en 1997, durante su exitosa campaña para un segundo mandato. “La gente ya no piensa en la persona que está al otro lado del mostrador como un enemigo, ahora lo ve como un servidor público que recibe su sueldo de los contribuyentes”.
Algunos de los planes de Riordan se toparon con obstáculos, como la propuesta de vender la Biblioteca Central a una empresa privada y alquilarla de nuevo. Los problemas normativos y las objeciones de las compañías aéreas obstaculizaron sus esfuerzos para arrendar el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles para pagar el aumento de la policía. Sus intentos de privatizar algunos servicios municipales le enfrentaron a los sindicatos de trabajadores y a la mayoría del Ayuntamiento.
Incluso algunos de sus partidarios en el Ayuntamiento se quejaron de que el alcalde y su equipo, formado en su mayoría por personas ajenas al gobierno, en su prisa por poner las cosas en marcha, a veces menospreciaban el papel legítimo del Ayuntamiento. Por su parte, Riordan se presentaba a sí mismo como un luchador contra una burocracia recalcitrante y un Ayuntamiento vacilante y equivocado. En una ocasión se refirió a los empleados municipales como “burócratas descerebrados”.
Con el filántropo Broad, Riordan también se asoció para encabezar la elección de una nueva mayoría en la junta del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles en 1999. La nueva mayoría sólo duró cuatro años, pero el tiempo suficiente para contratar a un superintendente de alto nivel -el ex gobernador de Colorado Roy Romer-, mejorar los resultados de los exámenes y poner en marcha un ambicioso programa de construcción de escuelas.
Resulta revelador que, cuando estaba a punto de dejar el cargo en 2001, Riordan destacara este esfuerzo por mejorar las escuelas -sobre las que el Ayuntamiento no tiene jurisdicción formal- como “lo que más orgulloso estoy de haber hecho en mi vida”.
Su etapa como alcalde también estuvo marcada por unas relaciones difíciles con algunos líderes negros. No ayudó el hecho de que hubiera sucedido a Bradley, el primer alcalde negro de la ciudad, ni que ayudara a expulsar al jefe del Metro Franklin E. White, uno de los funcionarios negros de más alto rango de Los Ángeles.
Se enfrentó públicamente y en repetidas ocasiones a dos de los miembros negros del Consejo Municipal, Rita Walters y Mark Ridley-Thomas, que dos años después del mandato de Riordan declararon a The Times que las relaciones del alcalde con los residentes negros habían sido “limitadas y tensas”. La mayoría de los votantes negros apoyaron a sus oponentes en las elecciones de 1993.
Lo mismo ocurrió en 1997, aunque sus resultados entre los votantes negros mejoraron algo gracias a algunos apoyos de líderes de la comunidad negra. Para esa campaña, disponía de una prodigiosa tesorería, compuesta en gran parte por donaciones y no por su propio dinero, y derrotó con contundencia a su único contrincante de peso, el entonces senador Tom Hayden, en las primarias de abril.
Riordan, un católico que durante años donó generosamente a proyectos y causas de la arquidiócesis, obtuvo buenos resultados entre los latinos, muchos de cuyos líderes le conocían por sus iniciativas en materia de educación en el Eastside y otros lugares. Uno de sus pocos aliados en el Ayuntamiento era el influyente Richard Alatorre, demócrata liberal.
Otro era el presidente del consejo, John Ferraro, que intentó, a menudo en vano, mantener la paz entre el consejo y un alcalde cuyo estilo era relajado e impredecible. Riordan retaba al ajedrez a los visitantes de su despacho. A veces se paseaba en calcetines por la suite del Ayuntamiento. Tenía un sentido del humor autocrítico y le gustaban los comentarios improvisados. Una vez saludó a unos huelguistas de hambre mientras se comía una hamburguesa.
Parecía disfrutar mezclándose con los habitantes de la ciudad. Se unió alegremente a los payasos en el lanzamiento de un programa de limpieza medioambiental en Hollywood y, tras un discurso en la escuela Wilson, en la zona este, hizo bailar al presidente de la sociedad de alumnos mientras tocaba la banda.
Pero el alcalde estaba en su mejor momento el 17 de enero de 1994, cuando se produjo el terremoto de Northridge, en el que murieron al menos 57 personas y se derrumbaron autopistas y edificios. Una hora después del sismo, de magnitud 6.7 grados, Riordan estaba en un centro de mando subterráneo, dando órdenes y haciendo llamadas.
Poco después, 250 porciones humeantes de huevos revueltos, tocino y galletas para llevar, se materializaron en el búnker para los hambrientos trabajadores de emergencia, donados por el restaurante de su propiedad, Original Pantry, situado en el centro de la ciudad, que compró para evitar que fuera destruido.
Riordan trabajó hasta el cansancio en los días siguientes, convocando a funcionarios de los gobiernos local, estatal y federal para coordinar la ayuda, restablecer los servicios y reconstruir rápidamente la autopista de Santa Mónica, donde varios tramos se derrumbaron. Su liderazgo fue considerado fundamental para la recuperación de la ciudad.
Nacido el 1 de mayo de 1930, Richard Joseph Riordan creció en New Rochelle (Nueva York), siendo el menor de ocho hermanos de una familia católica irlandesa acomodada. Dice que uno de los recuerdos más claros de su infancia era haber visto a hombres en huelga que acudían a la puerta de su casa en busca de comida o trabajo. Estudió en un colegio jesuita masculino donde era obligatorio llevar corbata y aprender latín.
Después fue a la Universidad de Santa Clara, donde jugó en el equipo de fútbol. Después de dos años se trasladó a Princeton, sirvió en el ejército en Corea y obtuvo su licenciatura como el estudiante más destacado de su generación en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan.
Por el camino, Riordan conoció a Eugenia “Genie” Warady en un centro turístico de Nueva York. Se casaron y se trasladaron al sur de California. La pareja tuvo cinco hijos mientras él se dedicaba a la abogacía -empezando por O’Melveny & Myers antes de cofundar Riordan & McKinzie- y empezaba a hacer fortuna con las inversiones.
En su primera aventura con Riordan Freeman & Spogli, contrató a Wardlaw para que se encargara del trabajo jurídico. Así comenzó una profunda amistad que acabó llevando a Riordan a la alcaldía y que se tambaleó brevemente cuando ambos apoyaron a candidatos opuestos para suceder a Riordan.
Riordan abandonó la empresa al cabo de cinco años para lanzar su segunda firma de inversiones, con Christopher Lewis. Pronto se unió Pat Haden, exquarterback de los Rams y director deportivo de la USC, y la empresa pasó a llamarse Riordan, Lewis & Haden.
En la década de 1980, a medida que aumentaba su fortuna y contribuía generosamente a causas eclesiásticas, educativas y cívicas, Riordan se convirtió en un actor político. Prestó 300.000 dólares a la campaña de Bradley para gobernador y formó parte de las comisiones del Coliseo y de Ocio y Parques de la ciudad. Y, con la ayuda de Wardlaw, dirigió la exitosa campaña para derrocar a la jueza del Tribunal Supremo Rose Elizabeth Bird en 1986.
Unos años más tarde, Wardlaw y su esposa, Kim, convencieron a Riordan para que se presentara a la alcaldía y supervisaron su campaña. Wardlaw se convirtió en el asesor más fiable, aunque no oficial, del nuevo alcalde. Fue en gran parte gracias a Wardlaw que Riordan forjó una alianza con el entonces presidente Clinton y ayudó a la ciudad a conseguir millones de dólares federales para agentes de policía y programas municipales.
Riordan sufrió tragedias personales a pesar de su éxito empresarial y político. Perdió a dos de sus hijos: Billy, su único hijo, en un accidente de buceo en la costa este, pocos días antes de cumplir 22 años; y su hija Carol, por complicaciones de un trastorno alimentario cuando tenía 19 años. Sus muertes le afectaron profundamente y, como alcalde, a veces tendía la mano a otros padres en duelo contándoles su propio dolor por la pérdida de un hijo.
Riordan se casó cuatro veces. La Iglesia Católica anuló su matrimonio de 23 años con Genie Riordan. Ambos permanecieron unidos hasta la muerte de ella en 2022. Se casó con Jill Noel en 1980, y solicitó el divorcio en 1996 tras una separación legal de cuatro años. El día de San Valentín de 1998 se casó con la activista infantil Nancy Daly, que había estado a su lado durante las festividades inaugurales de 1993. Daly murió en 2009. Riordan se casó en 2017 con Elizabeth Gregory, entonces directora de admisiones de la escuela Harvard-Westlake.
Después de renunciar a sus esperanzas de gobernador, Riordan sirvió durante unos dos años como secretario estatal de Educación bajo Schwarzenegger. Como ciudadano privado, Riordan continuó con sus actividades cívicas y filantrópicas, en parte a través de la Fundación Riordan. Se convirtió en presidente de Alliance College-Ready Public Schools, una organización sin ánimo de lucro de gestión de escuelas concertadas. Y siguió siendo propietario o accionista de cuatro restaurantes, incluido el Original Pantry.
Un ataque de cáncer de próstata mientras era alcalde y una operación de bypass cardíaco en 2006 no le frenaron mucho tiempo. En forma y vigoroso, siguió esquiando y dando largos paseos en bicicleta. En 2016, compró una propiedad de 60 acres en Ojai, con establos para caballos y huertos productivos.
“Dejó la ciudad como un lugar mejor”, dijo Chemerinsky. “Y lo digo como alguien que a menudo no estaba de acuerdo con él”.
A Riordan le sobreviven su esposa; tres hijos, Mary Elizabeth Riordan, Kathleen Ann Riordan y Patricia Riordan Torrey; tres nietos, Luca, Jessica y Elizabeth; y una hermana, Mary Elizabeth Riordan Hearty.
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