‘Demasiadas armas en demasiadas manos’: el terrible aumento de la violencia en L.A. mientras la pandemia se desvanece
A cuatro meses de haber iniciado el 2021, la vida está volviendo a la normalidad a medida que los esfuerzos de vacunación reducen las infecciones de COVID-19. Pero la elevada violencia con armas de fuego de Los Ángeles no está retrocediendo a buen ritmo.
En el Centro Médico Harbor-UCLA, el Dr. Brant Putnam notó cómo el intenso peso de la pandemia de COVID-19 finalmente comenzó a disiparse en los últimos meses, solo para ser reemplazado por otro factor tan estresante como implacable.
En los primeros cuatro meses de 2021, las víctimas de tiroteos llegaron al hospital a un ritmo mucho mayor de lo habitual. Este centro de trauma de Nivel 1, en Torrance, trata a unos 3.500 pacientes al año; un promedio del 15% de ellos experimentan “traumas penetrantes” como balas o un apuñalamiento, comentó Putnam, jefe de la división de cirugía de urgencias y cuidados intensivos.
En lo que va de año, la cifra es del 19%, precisó. Desde el 1º de enero hasta el 27 de abril, el hospital trató a 142 víctimas de disparos, en comparación con 76 durante el mismo período del año pasado, un aumento de casi el 87%. “Este ha sido sin duda uno de los momentos más estresantes de toda mi carrera”, comentó Putnam, quien es cirujano desde hace 20 años y trabaja en turnos de emergencias las 24 horas, una o dos veces por semana.
A medida que el COVID-19 comenzó a enfermar y matar a más personas en Los Ángeles, el año pasado, también lo hicieron los tiroteos en la calle. El mayor derramamiento de sangre, en gran parte vinculado con las pandillas, se hizo más evidente al tiempo que la economía se tambaleaba, lo cual derivó en el año de violencia más mortífero en Los Ángeles en toda una década.
Las áreas circundantes del condado percibieron aumentos similares en la violencia con armas de fuego.
Ahora, ya en el quinto mes de 2021, la vida está volviendo a la normalidad en muchos barrios de la ciudad a medida que la vacunación reduce las infecciones por coronavirus, se levantan las órdenes de cierres y reabren las empresas.
Sin embargo, la violencia armada no disminuye.
Las tentativas de fraude que involucran cuentas de depósito superaron los $25 mil millones ese año. Ello significa que los bancos salvaguardaron con éxito casi $9 de cada $10 a los que apuntaban los estafadores. Aún así, se perdieron miles de millones de dólares por fraude.
Según datos del Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD), hasta el sábado pasado en la ciudad se registraron 465 tiroteos desde el 1º de enero, un aumento de casi el 67% con respecto al mismo período de 2020. Los homicidios, 115 hasta el domingo, se incrementaron más del 26%.
La policía afirma que las pandillas suelen ser las culpables; las disputas en los campamentos de desamparados fueron otro factor importante. Entre las víctimas se incluyen personas baleadas en robos, conductores heridos al azar en sus autos y peatones en la calle. Una niña de 12 años recibió un disparo en una fiesta de cumpleaños al aire libre; un niño de seis fue baleado en un edificio de apartamentos.
La semana pasada, al parecer un hombre tuvo una escalada violenta por la ciudad, que resultó en dos muertos y otros dos heridos en cinco tiroteos separados, antes de ser asesinado por la policía. Un oficial del LAPD fuera de servicio fue baleado en Sherman Oaks, señaló la policía, después de que encontró a un hombre robando su automóvil, a quien le disparó. Las autoridades anunciaron cinco arrestos por el tiroteo al paseador de perros de Lady Gaga, en Hollywood, un incidente ocurrido en febrero pasado y que destacó el alza de este año en el número de víctimas de robo que resultaron heridas o fallecieron por balas.
El lunes, los detectives del LAPD investigaban un tiroteo matutino en Mid-City que arrojó dos víctimas masculinas y una mujer herida, entre otros casos.
En Los Ángeles sigue habiendo muchos menos tiroteos que en la década de 1990, no obstante hay más muertes que en años más recientes, en la ciudad y sus alrededores.
Los datos preliminares del Departamento del Sheriff del condado de Los Ángeles muestran que los homicidios en las áreas circundantes aumentaron en más del 113% en los primeros tres meses de este año, con 64 asesinatos, en comparación con 30 durante el mismo período en 2020. Los ataques agravados con armas -incluidos los tiroteos- se elevaron a un 82% durante ese lapso, de 255 a 465.
Solo en el condado de Los Ángeles, el departamento del sheriff informó de un aumento del 400% en los robos de catalizadores de 2019 a 2020.
En las reuniones semanales de este año de la Comisión de Policía, integrada por civiles, el jefe de LAPD, Michel Moore, lamentó la violencia y atribuyó la culpa a la amplia disponibilidad de armas, incluidas las caseras, conocidas como armas fantasma, a pesar de que los arrestos por armas de fuego este año aumentaron más del 90%.
“Francamente, hay demasiadas armas en demasiadas manos”, remarcó Moore recientemente a la comisión.
También señaló que más de una docena de víctimas de homicidio este año no tenían hogar, y añadió que la policía de Los Ángeles relaciona gran parte de estos hechos con el “intercambio entre la violencia de las pandillas y los campamentos de desamparados, donde hemos notado un aumento de represalias y disputas que involucran a aquellos que experimentan el desamparo y la venta de narcóticos”.
A nivel macro, argumentó Moore, el incremento de la violencia está indisolublemente ligado a la pandemia, que causó estragos en las redes de contención social y la economía, interrumpió las iniciativas de prevención de la violencia e impidió que los trabajadores de intervenciones pudieran sentarse junto a las camas de víctimas de balaceras -al lado de sus familiares en las salas de emergencia- para ayudar a prevenir ciclos de represalias.
Los policías de todo el país advirtieron cuestiones similares, ya que sus ciudades, grandes y pequeñas, lideradas por demócratas y republicanos, también sufren un aumento de la violencia con armas de fuego. Los criminólogos señalaron a la pandemia, y sus múltiples impactos, como el único elemento común en todo el país.
Algunos en el condado de Los Ángeles citan otros factores, como las políticas del nuevo fiscal de distrito George Gascón, que son percibidas como indulgentes con los criminales, o las reglas locales relacionadas con la pandemia para liberar a los prisioneros y gente arrestada antes de sus juicios. Pero para los expertos, esas teorías no explican el aumento nacional.
A medida que las tasas de infección disminuyeron, en las últimas semanas, y las restricciones de reuniones y otros eventos se levantaron lentamente, Moore expresó su esperanza de que la violencia disminuya.
Otros, al igual que él, también lo esperan.
Anne Tremblay, asesora legal del alcalde Eric Garcetti, quien hasta febrero dirigió su oficina de Reducción de Pandillas y Desarrollo Juvenil, destacó que los trabajadores de intervención y otros embajadores de la paz merecen un gran reconocimiento por continuar con sus tareas durante la pandemia.
Se han robado al menos 40.000 millones de dólares en desempleo relacionado con la pandemia, pero el Congreso está a punto de aprobar más dinero con pocas garantías nuevas.
Pero, dijo, muchos tienen “fatiga de Zoom” al tratar de organizar conversaciones y mediar problemas en línea, y están ansiosos por volver a las camas de los hospitales y organizar eventos como Summer Night Lights, un programa de servicios y actividades familiares gratuitos, en parques públicos. “Están esperando esa interacción en persona, esa conexión directa entre los jóvenes y las familias a los que intentan llegar”, reconoció Tremblay. “Zoom no es ideal para contactar a los jóvenes que necesitan apoyo, ya sea que tengan un alto riesgo de unirse a una pandilla o que ya estén involucrados o afiliados con una”.
Garcetti pidió fondos adicionales para estos trabajadores en su propuesta presupuestaria para el próximo año fiscal, que necesitará la aprobación del Concejo Municipal.
Según Skipp Townsend, un intervencionista de pandillas, la ciudad se encuentra en una coyuntura crítica. A medida que el COVID-19 se desvanece, los líderes comunitarios deben recordar que los jóvenes fueron traumatizados durante el año pasado y necesitarán ayuda para encontrar el equilibrio en sus vidas nuevamente, remarcó. “Fueron privados durante un año de todas las cosas que necesitaban para estar mentalmente sanos”, como la escuela, los deportes y el tiempo con sus compañeros, explicó el especialista, y “tienen desafíos sociales ahora mismo, tratando de volver a la normalidad”.
Townsend coincide en que la pandemia jugó un papel muy importante en el aumento de la violencia. Algunos jóvenes aislados experimentaron mucha ira y otros pudieron comprar armas, incluidas las llamadas ‘fantasmas’ -no registradas- por primera vez, con los cheques de estímulo relacionados con la pandemia, expuso. Varios publicaron imágenes en las redes sociales, de ellos mismos y sus armas, en parques cerrados en toda la ciudad, burlándose de los rivales del vecindario, lastimando los egos e instigando a la violencia, comentó Townsend.
Ahora, a medida que los parques y las escuelas reabren, y las restricciones para los intervencionistas se alivian, Townsend y otros esperan restablecer las conexiones con esos jóvenes y prevenir parte del derramamiento de sangre. Sin embargo, “no va a ser una caída repentina en los tiroteos”, comentó. “Estos chicos fueron traumatizados psicológicamente; pasaron por muchas cosas”.
Putnam agregó que él también percibe el trauma mental.
A menudo, las víctimas de disparos que llegan a su unidad en Harbor-UCLA son hombres jóvenes del sur de Los Ángeles. Algunos parecen endurecidos por sus circunstancias y a otros ya les han disparado antes. No obstante, todos tienen “muchos planes de vida, metas, esperanzas”, y los que están lúcidos le ruegan que los salve, comentó.
Los familiares de las víctimas, a quienes el médico a menudo debe llamar, también sufren tremendamente.
“Suele haber gritos y se escucha caer el teléfono. Luego alguien más tiene que hablar, el que pueda mantener un poco más la coherencia”, relató el cirujano.
Según los protocolos actuales de COVID-19, los familiares no pueden ingresar al hospital a menos que su ser querido esté en riesgo de morir, una disposición necesaria pero, para muchos, devastadora. “Estamos allí con ellos, que piensan en la insensatez de todas esas heridas de bala que destruyen la vida de los jóvenes”, añadió Putnam. “¿Realmente vale la pena, cualquier cosa menor que haya desencadenado esto?”.
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