Los alumnos internacionales no saben si podrán continuar con sus estudios en EE.UU ante las nuevas reglas federales
A diferencia de muchos estudiantes internacionales, Grace Wang, del Claremont McKenna College, optó por no regresar a Beijing y se mudó al hogar de una amiga en marzo pasado, cuando su campus comenzó a dar clases en línea y envió a los alumnos a casa en medio de la emergencia del coronavirus. Lo mejor, pensó, era quedarse en EE.UU.
Pero mientras Wang esperaba noticias de las políticas de reapertura de otoño de la universidad, sus planes cambiaron aún más cuando los funcionarios federales anunciaron las nuevas pautas de visa, que prohíben a los estudiantes internacionales permanecer en el país si siguen tomando todos sus cursos en línea. “Si todo es online, no tendré más remedio que volver a China”, reconoció la joven el martes.
Wang se encuentra entre más de un millón de estudiantes internacionales cuyas vidas -que ya están en crisis debido a la suspensión repentina de clases, el cierre de los campus y las fronteras selladas- de repente se tornaron más complicadas e inciertas por dichas reglas, ampliamente condenadas por muchos líderes de la educación superior. “No podríamos haber imaginado que la situación iba a empeorar, pero de alguna manera así fue”, comentó.
Si se ve obligada a regresar a casa, a la estudiante de último año que se especializa en relaciones internacionales y economía le preocupa particularmente cómo sería su desempeño en las clases en línea durante su último año de universidad, considerando la diferencia de 15 horas que debería afrontar. Además, comenzará a trabajar en una tesis de investigación este otoño, para la cual necesitará acceso a motores de búsqueda estadounidenses y bases de datos académicas. “Para mí, estar dentro de las fronteras de China continental, dentro del cortafuegos… [implica que] la calidad de mi tesis no sea ni cercana a la de la investigación que podría realizar dentro de Estados Unidos”, afirmó Wang.
Muchas instituciones de educación superior, incluidas USC, Stanford y la Universidad Estatal de California, que comprende 23 campus, planean ofrecer principalmente clases en línea este otoño debido a la creciente amenaza a la salud pública planteada por la pandemia de COVID-19.
Las nuevas pautas del gobierno prohíben que los estudiantes extranjeros con una carga completa de cursos online permanezcan en EE.UU. Aquellos que se marcharon durante la pandemia o en el verano no podrán regresar, mientras que los restantes deberían partir o tomar medidas alternativas, como la transferencia a una institución que ofrezca clases en persona, precisó el lunes el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos. Los estudiantes podrán permanecer en el país si asisten a algunos programas híbridos, con clases en línea y en persona.
El martes, funcionarios universitarios y administradores de educación superior en todo California y el país condenaron la medida, mientras que algunos profesores prometieron eludirla. “El anuncio de ICE es desconcertante, dado que es necesario aún un cierto grado de instrucción remota para que los colegios y universidades protejan la seguridad y el bienestar de sus comunidades y el público en general, al tiempo que permiten que los alumnos avancen en sus estudios”, destacó Janet Napolitano, presidenta de UC. Casi 50.000 estudiantes internacionales se matricularon en esa casa de estudios en el otoño de 2019.
“Esta política de ICE está inmensamente equivocada y es profundamente cruel”, agregó Mary Sue Coleman, presidenta de la Asociación de Universidades Estadounidenses, en un comunicado. “También es probable que cause más daño a las universidades de nuestra nación, que ya enfrentan una incertidumbre sin precedentes, complicaciones logísticas masivas y pérdidas financieras significativas debido a la pandemia de COVID-19”.
ICE había accedido a que los estudiantes extranjeros tomaran en los semestres de primavera y verano más cursos en línea de los que normalmente permitían, debido a la pandemia. La portavoz Carissa Cutrell informó que el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos “quería continuar brindando flexibilidad”, pero que hay “una necesidad concordante de reanudar las protecciones cuidadosamente equilibradas, implementadas por las regulaciones federales”.
Es probable que la política afecte desproporcionadamente a los estudiantes de Asia, el continente del cual procede la mayoría de los estudiantes internacionales en Estados Unidos. Para Stop AAPI Hate, una coalición de defensores de los asiáticoamericanos e isleños del Pacífico, la medida “es la última de una serie de políticas xenófobas que han salido de la administración Trump”.
“Por mi parte, lo considero una estrategia de Trump, al tratar de obligar a todas las universidades a comenzar el semestre de otoño con clases en persona”, comentó Essie Liu, una alumna de último año en USC, originaria de Shenzhen, China. “Simplemente están utilizando a los estudiantes internacionales como un objetivo para forzar a las universidades a ir en la dirección que ellos quieren”.
Liu había decidido quedarse en su departamento, ubicado fuera del campus, durante la primavera y verano. A medida que China comenzó a cerrar sus fronteras y los vuelos se volvieron cada vez más caros, se sintió abandonada por su país natal. Esta semana, cuando la política de visas para estudiantes cambió, Liu pensó: “Parece que Estados Unidos también está tratando de echarnos”.
El profesorado y los alumnos de algunas universidades se están movilizando rápidamente para ayudar. Sara Wallace Goodman, docente de ciencias políticas en la Universidad de California en Irvine, tuiteó el lunes que ofrecería un estudio independiente en persona a cualquier estudiante que enfrentase la expulsión debido a las nuevas pautas. “No es sólo una actitud humana a seguir, sino un gesto responsable como profesora”, remarcó Goodman. La catedrática recibió docenas de correos electrónicos de estudiantes, cada uno de los cuales le resultó “desgarrador”, reconoció.
Morteza Dehghani, profesora asistente de psicología e informática en USC, también ofreció supervisar el estudio independiente de los alumnos. “Creo que todos deberían estar indignados por esto”, expresó. “La declaración de la misión de ICE es proteger a Estados Unidos del delito transfronterizo y la inmigración ilegal que amenaza la seguridad nacional y pública. Estos estudiantes no amenazan la seguridad nacional. ICE los ha investigado exhaustivamente”.
En las redes sociales, los alumnos de UC Berkeley discutieron la organización de una clase dirigida por estudiantes que se reuniría en persona, al aire libre. También recopilaron hojas de cálculo de las clases en el campus, alentando a otros estudiantes a intercambiar o renunciar a sus vacantes.
Aún así, para algunos las nuevas directrices ponen a los estudiantes internacionales en una situación imposible.
Nandini Mittal, una joven de tercer año en Claremont McKenna, regresó a su ciudad natal de Bangkok, Tailandia, a mediados de marzo. El aprendizaje remoto tuvo un costo mental y físico para ella. “Mi ciclo de sueño cambió durante seis semanas; me despierto a las 5 p.m., a las 10 a.m. me voy a dormir”, expuso. “No es broma”.
Mittal esperaba regresar al campus, o al menos al área de Claremont, para continuar las clases este otoño, pero ante el aumento de casos en el condado de Los Ángeles y una reciente mejora de la situación en su ciudad natal, convencer a sus padres de volver le resulta muy difícil.
Rajeshwari Jadhav regresó a su ciudad natal de Pune, India, en marzo. Ella es alumna de tercer año y estudia matemáticas de computación en UCLA; todos sus cursos de otoño serán en línea. “No quiero tener que tomar una clase aleatoria que se ofrezca en persona sólo para poder volver a la universidad en la que estoy inscrita, para la cual pago una matrícula”, reconoció Jadhav. “Tampoco deseo verme obligada a volar a un país que está peor en cuanto al COVID porque no podré graduarme a tiempo”.
Tomás Mier y Teresa Watanabe, redactores de The Times, contribuyeron con este artículo.
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