Un chofer deja como mensaje póstumo su arrepentimiento por haber asistido a una fiesta un día antes de morir
El camionero del condado de Riverside, Tommy Macías, murió de COVID-19 después de asistir a una barbacoa. Su último mensaje fue una advertencia llena de arrepentimiento.
Después de meses de aislamiento, el camionero Tommy Macías, de 51 años, cometió un error que le costó la vida. Fue a una fiesta con unos amigos.
No sabía que alguien que había dado positivo por COVID-19, pero que no mostraba síntomas, también estaba allí.
“Todo eso se podría haber evitado”, dijo Gustavo López, cuñado de Macías. “Esa persona sabía que tenía coronavirus y aún así fue. Debió haber sido responsable, pero ese error le costó la vida a [Macías]”.
Más de 10 personas que asistieron a esa reunión dieron positivo por coronavirus, reveló López.
Según los miembros de la familia de Macías, el conductor de Lake Elsinore había practicado el distanciamiento social, limitaba sus interacciones externas y usaba una mascarilla cada vez que salía. Pero a medida que las restricciones se levantaron lentamente, el orgulloso conductor que “nunca pudo quedarse quieto en su vida” se sintió seguro al salir de nuevo.
Según lo informado por primera vez por Valley News, Macías se enfermó el 15 de junio, pero supuso que se sentía mal por la diabetes que padecía. Luego dio positivo para COVID-19.
Inmediatamente, López temió lo peor.
“Todos sabían que no iba a terminar bien”, dijo. “Había una alta probabilidad de que no lo lograra”.
Un día antes de su muerte, el 21 de junio, Macías publicó una advertencia en Facebook, instando a las personas a usar una mascarilla y practicar el distanciamiento social. Su mensaje final fue de arrepentimiento.
“Debido a mi estupidez, puse en peligro la salud de mi madre, mis hermanas y mi familia”, se lee en la publicación. “No seas un... idiota como yo”.
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La hermana de Macías, Norma Macías Norris, de 53 años, respetaba cómo su hermano asumía toda la responsabilidad.
“Así era él”, dijo.
Al principio, Macías parecía estar recuperándose durante la semana en que repentinamente cayó enfermo, lo que le dio esperanza a su familia. Pero ese domingo por la mañana, había empeorado. Llamó a su madre y a sus tres hermanas para decir que no podía respirar.
“Podía escucharlo en su voz, estaba aterrorizado”, relató Macías Norris.
Macías Norris corrió a la casa de su hermano, a sólo cinco minutos de la suya, pero fue demasiado tarde. Los paramédicos lo habían subido a la ambulancia y habían cerrado las puertas.
Los siguió al hospital, pero le dijeron que no podía quedarse.
“A nadie se le permitió estar con él. Todo lo que quería hacer era sentarme junto a su cama”, dijo. “Hablé con él por teléfono ese día. Estaba respirando y llorando, pero sus últimas palabras para mí fueron: ‘Quiero irme a casa, hermana, quiero ir a casa, hermana’”.
En 10 horas, Macías fue puesto en un ventilador para tratar de aumentar su consumo de oxígeno.
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A las 9 de la noche, Macías Norris recibió una llamada del hospital con la noticia de que su hermano había muerto. La oficina forense del condado de Riverside confirmó que el deceso de Macías estaba relacionado con el COVID-19.
La sobrina de Macías, Danielle López, de 28 años, quedó devastada por la noticia. No lo había visto en meses, pero con frecuencia enviaba mensajes de texto y llamaba a su tío.
Ella nunca olvidará sus “grandes carcajadas” que se podían escuchar desde el otro lado de la casa y su enorme sonrisa, dijo. En los días que siguieron a su muerte, amigos y familiares se acercaron a ella ofreciéndole ayuda porque sabían que Macías, que los llamaba todas las semanas, habría hecho lo mismo por ellos.
En este momento, dijo López, habría estado haciendo una carne asada con su familia o relajándose en un bote en el lago Elsinore, como el año pasado.
La familia de López en Mission Viejo ya se estaba preparando para mudarse al área y así estar más cerca de Macías.
Macías Norris, que estaba emocionada de que su familia se uniera un año después de la muerte de su padre, estaba desconsolada porque su hermano no estaría presente para eso.
“Va a ser difícil conducir estas calles. La ciudad ya no siente igual”, dijo.
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