‘No me hacían caso porque no tenía temperatura’: El calvario de un mexicano que sobrevivió al coronavirus - Los Angeles Times
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‘No me hacían caso porque no tenía temperatura’: El calvario de un mexicano que sobrevivió al coronavirus

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Lo primero que le revisaron a Jesús Preciado al regresar de Europa fue la temperatura. En cuatro ocasiones más, tanto enfermeras y paramédicos, hicieron lo mismo. El termómetro no señalaba nada anormal, pero en su cuerpo se había anidado el coronavirus cuyos síntomas no tardaron en emerger.

“Pienso que si me espero una noche más hubiese sido diferente”, dice este inmigrante oriundo de Jalisco, México que por poco no cuenta su historia.

Preciado, de 66 años, atiende el teléfono desde una habitación de su casa en la ciudad de Hawthorne. Se encuentra aislado desde la tarde del lunes, 6 de abril, después de salir del hospital.

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Estuvo hospitalizado cinco días por covid-19 y ahora tiene que evitar todo contacto con la familia. Su esposa se movió temporalmente a la sala de la casa. En la vivienda hay dos baños, uno es de uso exclusivo para él y el otro para el resto de la familia. Ahí viven también dos hijos y una nieta.

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En el pequeño espacio de su habitación trata de caminar, antes lo hacía una hora diaria en las calles del vecindario, pues él desde hace algunos años padece de diabetes y presión arterial alta.

“Me traen la comida a la puerta”, aseguró, detallando que nadie cruza hacia su habitación.

En este encierro obligatorio, parte de su tiempo lo utiliza para ver televisión. Asimismo, siempre trata de hacerle videollamadas a su hija, quien está en una recámara aledaña a la de él, para saber lo que sucede fuera de las cuatro paredes de su habitación. “Le llamo para ver a mi nieta”, dice sobre la niña de seis años.

Mientras se realiza la entrevista, todavía tose un poco.

“Me siento mucho mejor”, aseguró.

Desde octubre tenía programado un viaje por cuatro países europeos. Junto a su esposa y otros familiares compraron un paquete para visitar Inglaterra, Bélgica, Holanda y Alemania.

Salieron el 8 de marzo hacia Londres. Al recorrer los principales lugares turísticos ingleses, Preciado asegura que no se veía mayor alerta por el coronavirus en ese país, a pesar de que ya era un tema recurrente en las noticias. “Parecía que no había nada”, dijo.

En la medida que trascendían novedades sobre la enfermedad, los guías del viaje los actualizaban sobre la que luego fue declarada como pandemia. Todavía logró visitar Bélgica y llegó a Amsterdam, la capital holandesa.

“Cortamos el viaje y tuvimos que regresarnos”, manifestó, al asegurar que algunas personas siguieron el tour hacia Alemania, pero él y su familia decidieron que era mejor prevenir.

Al llegar al aeropuerto de Los Ángeles, el 15 de marzo, lo primero que hicieron fue tomarle la temperatura. Según el termómetro, no había nada irregular. Pero él ya sentía que algo no andaba bien. “Empecé a tener problema en la garganta”, aseguró

Ese malestar no cambió. Y dos días después se fue a la clínica.

“¿Tienes emperatura? ¿Tienes problemas para respirar?”, le preguntaron.

Lo que buscaban las enfermeras en el termómetro, no aparecía. En ese momento lo que Preciado sentía era debilidad y cansancio. Lo mandaron a su casa.

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Él siguió sus actividades cotidianas. Salía a la calle a caminar y también iba a la tienda. Por protección, en la casa dice que utilizaba mascarilla, pero al salir de su vivienda no se cubría su boca.

“Yo pude haber infectado a la gente”, reflexiona.

Al poco tiempo, volvió a la clínica porque el malestar no se le quitaba. Y el termómetro marcaba lo mismo. El médico le dijo que sus pulmones estaban bien y le dio medicamento para la tos.

Dos días después no pudo dormir, esta vez tuvo problemas para respirar. Llamaron a los paramédicos y ellos le tomaron la temperatura. Y por cuarta vez, desde que volvió de Amsterdam, no había fiebre después de ver el termómetro.

Los paramédicos le advirtieron que si lo llevaban al hospital no lo iban a atender.

“No me hacían caso porque no tenía temperatura”, se lamentó.

El problema persistió y regresó a la clínica. Esa vez fue de urgencia. Al igual que en las cuatro veces anteriores, el termómetro no reflejó nada de qué preocuparse; sin embargo, Preciado iba casi desmayándose.

“Te voy a hacer la prueba y te voy a mandar al hospital”, le dijo el médico.

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En cinco ocasiones que le examinaron su temperatura siempre fue lo mismo. No obstante, esta vez las enfermeras llamaron a los paramédicos y fue hospitalizado el miércoles 1 de abril.

“Iba conciente de todo, pero muy débil”, aseguró.

En el hospital, le hicieron una radiografía y le pusieron antibióticos para los pulmones, que le suministraban por sondas. Un día después le confirmaron que tenía coronavirus.

Todo el tiempo le pusieron oxígeno, indicó. Al principio por medio de una máscara y los últimos dos días a través de las sondas.

Al verse postrado en la cama de un hospital, piensa que estuvo al borde de la muerte.

“Tengo 66 años y he visto gente más joven morir”, razonó.

Cuando tenía 19 años, Preciado emigró de Juchitlán, Jalisco. En California, por lo menos 25 años laboró como cocinero y antes de jubilarse, en el 2017, le dio mantenimiento a un edificio por 18 años.

Uno de sus grandes sueños, asegura, era conocer Europa.

“Lo que más me interesaba, sí lo logré ver”, afirmó sobre el viaje que él conecta con su contagio.

Al hacer un recorrido mental, describe que cuando se movió de Inglaterra a Bélgica pasaron por un túnel, que los cruzó a un territorio a la orilla de Francia.

Al salir del túnel, se separó el grupo. Se bajaron del autobús los turistas que iban para París y se subieron personas que iban para Bruselas, el destino que él llevaba en ese momento.

“Creo que fue en el autobús donde nos contagiamos, porque se subió gente que tosía”, rememoró.

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Ahora que se recupera en su casa, detalla que es parte de su rutina revisarse los signos vitales tres veces al día. El primer control es antes de las 9 de la mañana, otro a las 2 pm y el último a las 7 pm.

Es decir, que con el termómetro que le dieron en el hospital, él mismo se toma la temperatura. También le entregaron un pulsioxímetro, este es un aparato que le sirve para medir el oxígeno y las pulsasiones. Asimismo, tiene que contar cuantas veces respira durante 30 segundos.

De todo tiene que llevar apuntes, porque una enfemera lo llama para monitorear los resultados.

“Estoy bien, me siento normal”, aseveró.

“Lo único que me queda es un poco de tos”, añadió.

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Mientras él estaba en el hospital, le hicieron el examen de coronavirus a su esposa y otros familiares que fueron a Europa, pero todos salieron negativos.

Luego de haber pasado por este calvario, exhorta a la comunidad a que sea persistente en las clínicas y los hospitales, en caso de sentir algún síntoma anormal. “Que sea a tiempo, que no sea tarde”, indicó.

En su opinión, en su casa no hay más contagiados porque desde que le comenzó la tos siempre utilizó mascarilla.

“Que se cuiden ellos poniéndose el tapabocas y cuiden a los demás”, sugirió a la comunidad.

Al desglosar todo lo ocurrido, piensa que si no hubiese insistido y lo llevan al hospital 24 horas más tarde, quizás lo hubieran remitido a la unidad de cuidados intensivos o a lo mejor estuviera cremado.

“Considero que fue un milagro”, reflexionó.

“Es una oportunidad más de vida”, concluyó Preciado.

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