Una ciudad en dificultades del norte de California espera resucitar abrazando a su ‘monstruo’: los Tsunamis
Al igual que con muchas pequeñas ciudades de California, su centro está marcado por escaparates vacíos
CRESCENT CITY, California — Alex Fallman sorbió su martini y cortó un filete, saludando por su nombre a los demás comensales del Good Harvest Cafe.
Después de tres años como concejal de la ciudad, la opinión de Fallman en esta ciudad portuaria del norte de California no fue la de un refuerzo cívico. Sus palabras se escucharon como un canto fúnebre.
“Aquí no pasan cosas geniales ni mundanas”, dijo el joven de 23 años.
Crescent City es una tierra de belleza salvaje, donde las altas secuoyas se encuentran con playas tranquilas y brumosas. También es un lugar de desesperación económica. Al igual que con muchas pequeñas ciudades de California, su centro está marcado por escaparates vacíos. Hombres sin hogar consumen metanfetamina en el parque frente al mar.
Casi un tercio de los residentes viven por debajo del umbral de pobreza, el doble del promedio estatal y estadounidense. El ingreso anual promedio de $27,029 es menos de la mitad de la media estatal.
Pero los líderes de la ciudad no han perdido la esperanza. El futuro de su pueblo aislado no radica en la pesca y los trabajos de tala que antes lo definieron, dicen, sino en el turismo.
Y así han abrazado a su ‘monstruo’: los tsunamis.
Cuarenta y un tsunamis se han estrellado contra Crescent City desde 1933, según Lori Dengler, la profesora emérita de geología del estado de Humboldt.
En 1964, Crescent City se ganó el apodo de Comeback Town (ciudad del resurgimiento) EE.UU, después de que un tsunami mató a 11 personas y destruyó 29 cuadras de la ciudad, transformando para siempre el centro de la ciudad. Algunos dicen que el resurgimiento nunca llegó realmente. Desde entonces, los tsunamis han destruido repetidamente el puerto y la economía.
Hay varias razones por las que la ciudad es especialmente susceptible a los tsunamis, dijo Dengler, incluida la exposición (es baja y se adentra en el Pacífico) y la forma del tazón de la plataforma continental, que atrapa la energía de los tsunamis y hace rebotar las olas de un lado a otro.
“Te coloca en el mapa, como el Callejón del Tornado”, dijo el administrador de la ciudad Eric Wier, quien tiene un letrero en su oficina que dice Tsunami Way, un nombre de carretera inexistente que cree que sería pegadizo. “Cuando estás aquí, debes ponerte atento a los tsunamis. Tenemos un gran historial. Ven a aprender sobre eso, pero también aprende que si algo sucede, a dónde debes ir”.
Ya existe en los boliches los Tsunami Lanes, la tienda de videojuegos SeaQuake Brewing y Tsunami Games y murales de olas que se rompen adornando los edificios.
Hay un recorrido oficial del Tsunami Walking Tour en el centro. Pero puede ser sombrío. Un quiosco de metal tiene fotos de personas reunidas en un arroyo en 1964 mientras se recuperan los cuerpos.
En el Crescent City Harbour, que fue dañado por un tsunami en 2011, el capitán del puerto está tratando de financiar la construcción de un Tsunami Experience Center, que funcionaría como un centro de evacuación vertical -y un lugar turístico.
Algunos líderes de la ciudad vieron la esperanza de que Crescent City fuera designada el año pasado como una “zona de oportunidad” económica, calificándola para exenciones de impuestos federales destinadas a estimular la inversión en comunidades pobres. Pero hasta ahora el programa no ha atraído inversores, dijeron funcionarios de la localidad.
Fallman cree que una de las mejores oportunidades de la ciudad es su relación con la ciudad hermana en el Japón llamada Rikuzentakata, propensa a los tsunamis, que ha generado un libro para niños y viajes de políticos y estudiantes locales a Japón.
La asociación se formó después de que un bote de pesca cubierto de crustáceos de Rikuzentakata, que había estado flotando en el Océano Pacífico durante dos años después de un tsunami, llegó a las costas de Crescent City en 2013.
La relación se presentará en un segmento de NBC Sports que se emitirá durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
El mes pasado, el Concejo de la Ciudad y la Junta de Supervisores del Condado Del Norte, creyendo que el segmento motivará a los visitantes en masa, acordaron ayudar a financiar un consultor de marketing que les costaría $59,000 para ayudar, entre otras cosas, a capacitar al público sobre “qué hacer cuando los medios aparecen en la ciudad”.
Fallman, exasperado, dijo que la gente se había quejado de la asociación con la ciudad hermana, diciendo que era una pérdida de dinero.
“Esto puede ser por una mente muy cerrada, que son conservadores y les provoca una actitud de ‘por qué molestas’”, dijo. “La gente está muy impuesta a sus costumbres, y esto sale de esa política”.
Fallman ha hecho malabares para ser concejal y estudiante en el estado de Humboldt, conduciendo 160 millas de ida y vuelta a clases. Se postuló para un cargo porque los problemas aquí eran personales: su madre era adicta a los analgésicos y a veces usaba metanfetamina. Ella no pudo obtener recursos para el tratamiento de adicciones, por lo que se mudó a Oregon, donde ahora está sobria, dijo.
“Ella dijo: ‘Si me quedo en el condado de Del Norte, voy a morir’”, dijo Fallman. “Una comunidad no debería ser un lugar donde la gente vaya a morir. Nadie debería decir eso de su hogar”.
La población del condado de Del Norte disminuyó 2% entre 2010 y 2018, según un análisis del Times de los datos del censo. En Crescent City, los reclusos en la prisión estatal de Pelican Bay elevan la población a aproximadamente 7,000.
El supervisor del condado de Del Norte, Gerry Hemmingsen, de 67 años, creció aquí, en una época en que “era realmente inusual no ver un camión de tala en la carretera”. La psique de la comunidad, dijo, cambió después del cierre de la mayoría de las fábricas en las décadas de 1970 y 1980, luego de la creación del Parque Nacional Redwood.
“La gente tenía un propósito”, dijo Hemmingsen. “Contaban con una mejor sensación de sí mismos. Nos hemos alejado de eso. Estamos recurriendo más a una industria de tipo turístico, lo que no digo que sea malo, pero no creo que resulte en algo económicamente sostenible mantenerlo durante todo el año”.
Hemmingsen tenía 11 años cuando el tsunami de marzo de 1964, provocado por un terremoto de magnitud 9,2 en Alaska, se estrelló contra Crescent City, con una cresta de casi 21 pies y golpeando decenas de edificios en sus cimientos. Las construcciones del centro de estilo victoriano fueron reemplazados por fabulosos escaparates de la era de los años sesenta. Los lotes vacíos permanecen hasta el día de hoy.
Llegar a Crescent City, un viaje de 6.5 horas al norte de San Francisco, puede tomar algo de trabajo. La mayoría de los visitantes vuelan a Medford, Oregón, y conducen al menos dos horas a través de densos bosques de secuoyas, o vuelan al Aeropuerto del Condado de Humboldt en McKinleyville y recorren un tramo de 70 millas de la Autopista 101 que incluye un segmento llamado Last Chance Grade, que se está desmoronando en el mar.
Wier, el administrador de la ciudad, ve promesas en la nueva y elegante terminal del pequeño aeropuerto regional del condado de Del Norte, que se inauguró en febrero. Un proyecto de mejora del aeropuerto de $20 millones fue financiado en un 95% por subvenciones federales, dijo Wier.
La Administración Federal de Aviación ahora subsidia los vuelos entre Crescent City y Oakland a través de su programa Essential Air Service para áreas rurales.
Pero hay un equilibrio, dijo Wier, en querer atraer a la gente y mantener la tranquilidad especial de las playas escarpadas y desiertas y los antiguos bosques de secoyas.
“La lejanía es un gran beneficio, y debería ser una gran atracción”, dijo Wier.
Un martes reciente, Wier dirigió una reunión comunitaria en el Centro Cultural Crescent City, con unos 50 asistentes compartiendo ideas para un cambio de imagen de Beachfront Park. La ciudad, dijo, está compitiendo por subvenciones de la Propuesta 68, que autorizó $4 mil millones para parques estatales y locales y proyectos de agua el año pasado.
La gente se mostró optimista sobre un posible anfiteatro, un laberinto y eventos con camiones de comida y música junto al agua. Pero una mujer dijo que seguía encontrando agujas en el parque y otra que dejó de llevar a sus cuatro hijos pequeños porque se sentía insegura.
James Lovett vino a apoyar la construcción de una pista de bicicletas, que cree que mantendría a los jóvenes activos y atraería a los ciclistas de montaña. Su familia viaja cinco horas ida y vuelta a Bandon, Oregón, para recorrer senderos.
“Hay senderos fuera de Eureka y Shelter Cove”, dijo. “Estamos en esta zona muerta en medio de donde realmente no tenemos nada que hacer. Nuestra comunidad es de mente cerrada por naturaleza. Ninguno de ellos quiere mucho cambio”.
Charlie Helms es una de las personas que quiere encontrar una manera de cambiar la suerte de la ciudad. El capitán de puerto está tratando de obtener fondos para un centro de evacuación vertical de entre $10 a $12 millones con construcción abierta y paredes de separación en los niveles inferiores y una plataforma de helicóptero en el techo.
Los evacuados estarían al menos a 48 pies sobre el nivel del suelo, dijo. El edificio, manifestó, funcionaría doblemente como un Centro de Experiencia de Tsunami, con un museo, teatro 4-D y cafetería.
Helms relató que recientemente alguien lo regañó porque intentaba reclutar médicos para la ciudad y le dijo que dejara de hablar de tsunamis. Pero Crescent City, manifestó, se encuentra en una “encrucijada extraña de preparación para desastres y atracción de personas”.
“Si puedo conseguir el centro del tsunami, habría entre 15 y 20 empleos decentes y una razón para que la gente se quede en la ciudad”, dijo Helms. “Porque, si eres joven, te vas fuera a una escuela, ¿qué vas a hacer con tu título cuando vuelvas aquí? Nada. Es triste”.
Mia Dawn Ansell abrió una tienda de regalos en el centro esta primavera. Ella lo llamó Tsunami Beach Company. Su tienda se encuentra en la zona de inundación, pero ella trata de no pensar en ello. De hecho, cree que Crescent City debería cambiar su nombre a Tsunami Beach para atraer visitantes.
No hay razón para que esta no sea una de las encantadoras ciudades costeras por las que California es conocida, como Monterey o Santa Cruz, dijo. Mientras la lluvia caía sobre las ventanas de su tienda, señaló dos edificios vacíos al otro lado de la calle.
“Puedo pensar en un pequeño deli, o un bistro. ¿Imaginen? Si tuviera unos pequeños bancos y luces navideñas colgadas.
“Algún día, alguien dará un paso al frente y hará algo. ...Si envío esto al universo, eventualmente sucederá, ¿verdad?”.
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